Aunque un adulto desatienda sus emociones, también realiza transmisión emocional. "Si estás influyendo en niños o jóvenes, no hay nada que justifique que no cuides tu salud emocional", subraya Bach, o quizás hay que tomar otra decisión: "Puedes decir que yo no puedo y, por tanto, doy un paso al lado porque no soy la persona más indicada para darte un consejo en ese momento". En la adolescencia, además, las emociones están a flor de piel y los mensajes de los influencers "pueden resonarlos mucho más profundamente, porque todavía no tienen tantas capas de coraza como los adultos". Sobre todo cuando entre los adultos significativos de su vida no encuentran a quien los acompañe en su mundo interior. En todo caso, Bach anima a los adolescentes a confiar en sí mismos y ella también confía en ello, porque "son los que pueden darle la vuelta a todo esto".
"Una angustia existencial o una depresión no se curan con un 'reel' de Instagram"
Hablamos con la experta en educación emocional Eva Bach, que ha publicado un libro para ayudar a no tragarse los "disparates emocionales" que corren por las redes
![Emociones y redes](https://static1.ara.cat/clip/c813318f-e1e2-4ee4-a849-37e851e9965c_16-9-aspect-ratio_default_0.jpg)
Barcelona"Imagínate una autoescuela donde el profesorado no tiene el carnet, no conoce el código de circulación y las clases las hacen sólo con reeles de Instagram o vídeos de TikTok –ejemplifica Eva Bach, pedagoga y experta en educación emocional–. Donde te digan tonterías, como gas a fondo siempre, que no te pares aunque vengan curvas, que los límites sólo son mentales, que no tengas nunca miedo, que coger un coche sólo es una cuestión de actitud, que no hace falta nada más...". Es lo que suele ocurrir hoy en día con las emociones, que en las redes sociales se tratan con un bombardeo constante de mensajes deinfluencers y otros "palabreros", dice Bach, aunque no tengan formación o que no avalen sus afirmaciones con fuentes contrastadas.
Que este abordaje emocional se haya convertido en la tónica habitual, no significa que sea beneficioso para la salud. "Gente que no tiene el carnet nos está diciendo que nos ponemos y que todo es actitud", recalca la pedagoga, que advierte que "eso es muy grave porque puede hacer mucho daño", dado que "si seguimos preceptos emocionales equivocados nos podemos lesionar internamente". Para ayudar a distinguir el grano de la paja dentro del "caos" emocional imperante, que desde la pandemia aún se ha disparado más, Bach acaba de publicar el libro Disparates emocionales: ¡ya basta! (Plataforma Editorial, 2025). Identifica 12 malas y buenas prácticas emocionales, dos grandes disparates y 30 malentendidos y falsedades sobre las emociones y la educación emocional.
Para Bach, las emociones "son ineludibles, no opcionales", y si bien no responsabiliza a las redes de la existencia de este caos, sí considera que lo amplifican y lo intensifican, y ante esta situación recomienda asegurar -se de la credibilidad del contenido que se consulta en las redes: "No te fijes en el título, las recetas o los tipos que te prometen cómo resolver algo, sino en quién te lo dice, desde qué trayectoria y con qué credenciales". Bach considera que hay "muchas carencias" en las redes, como su superficialidad e inconsistencia, y que hay que mirar -se bien a la hora de prestar atención: "Una angustia existencial, un desierto interior, una depresión o un trastorno emocional no se curan con uno reel de Instagram".
La pedagoga también recomienda no dejarse deslumbrar por el gran seguimiento que han llegado a alcanzar algunos influencers. "No podemos medir la calidad profesional, y tampoco humana, de nadie por el número de seguidores", defiende. Incluso hay quienes incluso cuelgan mensajes en las redes todos los días y no paran ni por vacaciones, por lo que les invita a hacerse una pregunta: "Lo necesitan los que me siguen o lo necesito yo para llenar la mía vida, por promocionarme, por sentirme alguien, por abrir el mercado, es decir, por inflar mi ego".
Sonreír no es suficiente
Entre los malentendidos, falsedades y disparates que aborda en el libro y que corren como la espuma por las redes figuran que "las emociones ingratas como la tristeza, la rabia o el miedo son negativas e insanas" o que "para deshacerte de 'una emoción desagradable tienes que cambiarla por una agradable', cuando las emociones no tienen contrario –la tristeza no se cura con alegría, pero ejemplo– y quizá se trate más de entender qué hay detrás en vez de esconderlas. Otras falsedades son que cambiando los pensamientos se cambian las emociones –"Las personas sentimos y nos emocionamos antes de poder pensar", especifica Bach–, que la felicidad es una decisión personal o que si sonríes todo irá bien: "Puede ser una estrategia para revertir o mitigar un malestar, pero no te va a curar", dice. Además, recalca que "la educación emocional no es sólo preguntar a la gente cómo se siente", como a niños o adolescentes, porque puede acabar siendo "una intromisión emocional en toda regla".
Bach cree que hay una cuestión que pone de relieve otras muchas e incluso le hace "dolor de corazón" cuando la siente: "Es la calificación de infantil de todo lo equivocado, desenfocado, desvirtuado o inmaduro". Ella lo considera como una manera de "desmerecer y menospreciar" esta etapa de la vida, cuando justamente es cuando hay más pureza en las emociones y es necesario acompañarla para ayudar a madurar y comprender qué somos y qué nos pasa. Entre los consejos que ofrece en el libro figura que la transmisión y educación emocional esté orientada a la salud más que a la felicidad, que considera "sobrevalorada". Según Bach, "la quinta esencia de la madurez emocional es ser capaz de seguir orientándote a la salud cuando la felicidad se te ha hecho añicos" y tampoco debería perderse de vista que madurez o salud emocional no significa ausencia de crisis emocionales.
La educación emocional "es un proceso de crecimiento y aprendizaje a lo largo de la vida", en el que la responsabilidad personal juega un papel esencial, recuerda Bach. Como con la salud física, a veces lo fiamos todo a la esperanza de que nos lo arreglen desde fuera con una píldora o una receta rápida, en vez de pensar qué hábitos personales, de vida, de relación o educativos iría bien cambiar. Añade que esta responsabilidad individual no puede obviar la necesidad de seguir reclamando más políticas sociales, educativas y de cuidado de la salud emocional de la ciudadanía.