“Cada vez que perdemos algo importante, nuestra vida pierde un sentido y debemos volver a encontrarlo”
Hablamos con Alberto Simoncini, terapeuta y autor de 'El coraje de romperse. Manual de reconstrucción de vidas rotas'

BarcelonaLa vida es una sucesión de pérdidas. En cada curva, se deja algo atrás. Una persona, un trabajo, una amistad. Se termina un camino y se toma otro, y otro, y otro. Y cada una de estas pérdidas es una herida. Si es demasiado mayor, nos desangramos, pero si conseguimos curarla, nos deja una cicatriz y continuamos adelante con una nueva lección aprendida.
Todo esto me explica Alberto Simoncini, terapeuta especializado en procesos de duelo y autor del libro El coraje de romperse. Manual de reconstrucción de vidas rotas (Versos&Reversos Editorial, 2025). Él sabe de lo que habla, no sólo por su trabajo a consulta, sino por lo que ha vivido en su propia vida: una enfermedad crónica diagnosticada durante la adolescencia y diferentes lutos y mudanzas continuas le han servido para verter en su libro una perspectiva compasiva sobre la pérdida, el sufrimiento y la reconstrucción de nuestras vidas cuando todo parece estar.
Pérdidas hay siempre y de muchos tipos. Puede ser de una persona pero también de una mascota, una amistad, un trabajo, una jubilación no deseada, un mal diagnóstico o una pérdida económica. "Cada vez que perdemos algo importante, nuestra vida pierde un sentido y debemos volver a encontrarlo", explica Simoncini.
Mientras no encontramos este nuevo sentido, vivimos lo que él llama una "vida rota", un estado en el que todo ha perdido su razón de ser, sin esperanza y creyendo que nada de lo que tenemos es lo que habíamos deseado. "No se puede reconstruir nada que no esté completamente roto, porque entonces sólo sería ajustar", matiza.
A veces entramos en crisis y nos adentramos en un bucle tóxico donde, repasando nuestro historial vital, creemos que nos hemos equivocado en todo lo que hemos hecho. Que si las cosas las hubiéramos hecho distinta, ahora todo sería mejor. "Nadie nace con un manual de instrucciones. Debemos hacer un trabajo personal de bondad y autocompasión y decirnos que, en cada momento, hicimos las cosas lo mejor que sabíamos", afirma el terapeuta. Es precisamente de nuestros errores que, a lo largo de la vida, vayamos aprendiendo para que no vuelvan a pasarnos.
Recuperar el sentido
Para Simoncini, reconstruir una vida rota es volver a darle un sentido. "El sentido es el amor. Cuando la vida pierde sentido, se pierde el amor y la capacidad de amar o ser amados. Por tanto, volver a encontrar un sentido es volver a amar ya encontrar ese amor que da sentido a la vida", continúa. ¿Cómo se logra? Según el autor, haciendo una terapia con una persona externa que nos ayude a recuperar nuestras memorias y su significado, aparte de hacer un ejercicio espiritual (que no religioso) en el que nos podamos preguntar quiénes somos, qué queremos en la vida, qué nos va bien o qué no y qué queremos rescatar de nuestro yo de antes.
En todo este proceso, Simoncini ha podido constatar cómo los hombres siempre tienen mayores dificultades a la hora de expresar sus emociones. "Las únicas personas que me piden perdón cuando lloran en consulta son los hombres", asegura. A diferencia de las mujeres, que tienen muchas más herramientas para expresar sus emociones, el terapeuta lamenta cómo todavía los hombres necesitan hacer las paces con su vulnerabilidad y dejar salir todo lo que tienen dentro.
Todos y cada uno de nosotros somos capaces de superar un duelo o una crisis. "El gran problema es cuando se acumulan las pérdidas", apunta el autor. "Cuando no sólo se te muere una pareja o un hijo, sino que además pierdes un trabajo y te diagnostican un cáncer, necesitas ayuda psicológica", remarca Simoncini. Además, también considera muy importante tener una red personal sana y nutritiva de personas con las que poder contar durante estos procesos de duelo. "Puede ser un familiar, un amigo o incluso un compañero de trabajo. Lo importante es que sea alguien que te escuche sin juzgar y que te abrace cuando lo necesitas", continúa.
En otras palabras, es primordial que, cuando nos encontramos inmersos dentro de la espiral, las personas que nos cuidan nos validen las emociones que estamos sintiendo. "Sea envidia o rabia, es bueno saber que tienes derecho a ello y que es normal sentirte así, independientemente de lo que opinen los demás", apunta. Pero es más complicado cuando lo que se vive es lo que él llama un "luto fantasma". "Son duelos que existen, pero que los demás no ven, como la muerte de una mascota, la muerte perinatal o la de un amante. "Solo tú sabes que se ha muerto y muchas veces no puedes ir al funeral ni expresar tus emociones", lamenta. Por eso, defiende que siempre se pueda hablar del luto de la vida siempre debemos estar bien, y es normal.