Los jóvenes rusos que han huido para no ir a la guerra: "Cada semana recibía SMS del ejército"
El Kremlin intensifica los esfuerzos, silenciosos, para reclutar a soldados ante el aumento de bajas en Ucrania
Chisináu (Moldavia)Cuando Andrei estudiaba segundo de historia en la Facultad de Economía y Política de la Universidad Estatal de Moscú, empezó la “operación militar especial” en Ucrania, el término que Vladímir Putin utiliza para designar la brutal guerra que ha provocado su ofensiva contra el gobierno de Kiev. El joven, que como muchos transnistrianos tiene pasaporte ruso y moldavo, había decidido abandonar Transnistria para ir a la capital rusa, donde pensaba que tendría más oportunidades una vez acabara la carrera. Sin embargo, muy pronto notó que aquel 24 de febrero, el día del inicio de la invasión contra tierras ucranianas, a él también le cambiaría la vida. De repente, vivir en Moscú se volvió sofocante.
"Cada semana recibíamos mensajes SMS al móvil con ofertas de trabajo en el ejército... Ofrecían a jóvenes sin experiencia militar oportunidades para unirse al ejército con contratos a corto plazo", explica Andrei. El paisaje de la ciudad también cambió. Y no solo por el impacto económico derivado de las sanciones occidentales, con la fuga y el cierre de grandes multinacionales, sino porque por las calles la letra Z –símbolo ya universal de apoyo a la invasión contra Ucrania– abundaba. “No podía estar más tiempo. La situación era insoportable".
Entonces le llegó una llamada de su madre, preocupada porque había una carta certificada del ministerio de Defensa de Transnistria, que lo citaba para el registro militar. "Comprendí que tenía que marcharme”, asegura. Dejó todas sus cosas en su piso de estudiante en Moscú y como tiene pasaporte moldavo se marchó a Chisináu, la capital de Moldavia, para vivir temporalmente en casa de unos amigos. Solo se llevó su ordenador y la mesa de mezclas, porque no puede vivir sin sus sesiones de música experimental. Antes de emprender el viaje, en Moscú había recibido un mensaje anónimo que le venía a decir que era un traidor.
Desde su nueva ciudad Andrei tiene clara una cosa: tampoco puede volver a Tiráspol, la capital de Transnistria, porque tampoco estaría seguro allí. El Kremlin hace tiempo que ha intensificado los esfuerzos para reclutar silenciosamente a nuevos soldados, jovencísimos, para enviarlos a la guerra ucraniana. El incremento de bajas del bando ruso, que según el Gobierno de Estados Unidos se acerca a 80.000, y la evidencia de que la batalla será larga y costosa hacen que Putin necesite con urgencia más carne de cañón. Además, tiene un problema: no puede actuar abiertamente para reclutar a más soldados, puesto que Moscú no ha llamado a la movilización general porque prefiere seguir vendiéndole la guerra a la sociedad rusa como una simple operación especial. Pero muchos ya saben la verdad. "Cada día llegan soldados heridos y algunos ni vuelven porque han muerto en territorio ucraniano. Nadie se cree ya que sean solo maniobras”, advierte Andrei.
Impacto en el campo de batalla
Ante esta situación, y alimentados por los rumores de que el Kremlin podría declarar la ley marcial –que implicaría la movilización masiva de la población masculina, así como el cierre de fronteras–, jóvenes con la edad de prestar el servicio militar como Andrei están saliendo del territorio ruso y también de las repúblicas bajo la órbita de Moscú, como Transnistria. Según la ONG Asistencia Legal Ágora, más de 1.000 militares y tropas de la Guardia Nacional de al menos siete regiones rusas se han negado a ir a Ucrania. "Este rechazo podría estar obstaculizando los esfuerzos de Rusia para reagruparse y renovar las operaciones militares”, dice la ONG en su canal de Telegram.
Vlad es otro joven que ha huido de Tiráspol y ahora ha tenido que empezar una nueva vida en Chisináu. Llegó hace dos meses y ha encontrado un trabajo temporal en un polígono industrial, que lo ayuda a pagar las facturas. Tiene 21 años y ha dejado atrás a su familia y los sueños de futuro, que pasaban por montar su negocio de bicicletas una vez acabara la carrera de educación física. Todo cambió después de los ataques a edificios gubernamentales en Tiráspol, entre el 26 y el 29 de abril. “Por orden de Rusia, el Gobierno [de Transnistria] nos dijo que teníamos que estar preparados, que en el otro lado de la frontera hay un régimen nazi que quiere desestabilizar la región. Nos querían meter miedo", relata.
Y la desazón entre los jóvenes también explotó. En la universidad de Vlad empezaron a circular rumores de que llamarían a los mayores de 21 años para presentarse como reservistas. “Yo hice el servicio militar antes de empezar a estudiar la carrera. Por lo tanto, tenía números para que me llamaran y mis padres estaban preocupados”, recuerda. Así que cruzó en Moldavia por una de las tantas zonas porosas de la frontera, sabiendo que difícilmente podrá volver a casa. Ahora con lo que cobra se puede pagar una pequeña habitación en un apartamento compartido. No sale mucho de casa. Le pesa su decisión de haber huido, pero más le habría pesado tener que luchar bajo las órdenes de Rusia en una guerra que no entiende.
De repente nos enseña fotos antiguas de su abuelo con el uniforme soviético. Luchó contra los nazis en la Segunda Guerra Mundial. "Pero ahora es diferente”, exclama, mientras se cuestiona por qué a la población rusa no se le ha preguntado si quería esta guerra.