Martes en Por las mañanas de TV3 profundizaban en los vínculos entre el CNI y Abdelbaki es-Satty, el imán de Ripoll, después de que se hayan desclasificado los documentos de los tres encuentros que mantuvieron. La directora del programa, Ariadna Oltra, entrevistaba primero a Jaume Alonso-Cuevillas, abogado de las víctimas del 17-A, y después trasladaba la reflexión a las tertulianas para que dieran su punto de vista. En el ámbito de realización, partían la pantalla para incluir imágenes de archivo relacionadas con el caso. Iban pasando en bucle los dispositivos policiales del 2017 en las Ramblas, los operativos en Cambrils, la policía inspeccionando los escombros de la casa de Alcanar, escenas de los homenajes a las víctimas, pilas de documentos judiciales, un rotulador verde que subrayaba las frases de estos papeles... Una miscelánea variada de imágenes para ilustrar la noticia y que permiten al espectador identificar rápidamente el tema que tratan. Pero entre las imágenes seleccionadas incluyeron, como si nada, las escenas que los propios terroristas registraron mientras preparaban el material para atentar. Se veía a Younes Abouyaaqoub con el cinturón de explosivos puesto y enseñándolo a cámara con orgullo, y también a Mohamed Hichamy y Youssef Aalla conversando y riendo mientras cargaban los cilindros de explosivos. En su momento, la emisión de estas imágenes supuso un gran impacto televisivo por la ligereza con la que aquellos chicos afrontaban la matanza que preparaban y fueron motivo de reflexión profunda sobre las implicaciones sociales que tenían y su lectura. debíamos hacer como país. .
Incluir estas escenas tan bestias en una rueda de imágenes de relleno para amenizar la vista del espectador es menospreciar su valor. Las imágenes son dosis de significado. Tienen una dimensión simbólica, implicaciones emocionales, contexto histórico y social. No todas las imágenes son iguales. No es lo mismo un joven terrorista envuelto con explosivos que un rotulador verde subrayando un papel. Y esto, los responsables de la realización de un programa, deben tenerlo presente. La televisión (especialmente la pública) no es una fábrica de imágenes sino de mensajes. Los profesionales que en ese momento están en pantalla, no saben cuál es la imagen que tienen junto a su rostro. Estos bucles visuales, heredados de los planteamientos visuales de las cadenas privadas como forma de estimulación, homogeneizan las imágenes, las reducen a un simple decorado y anulan su valor y su significado. Las grabaciones de unos terroristas preparando una matanza no son simple material gráfico de relleno para dinamizar la pantalla. Si la televisión pública utiliza este recurso para activar la atención del espectador, al menos es necesario aplicar criterios éticos que las evalúen previamente. El periodismo no es sólo entrevistar o conducir una tertulia. Es todo lo que integras en la pantalla de un programa. La televisión se articula a partir de la mirada, y el deber de quienes trabajan es tener presente el significado de las imágenes en vez de menospreciarlo.