¿Por qué debemos evitar que nuestros hijos hagan 'speedwatching'?
Existen investigaciones sobre las posibles consecuencias y riesgos del consumo de productos audiovisuales a una velocidad acelerad
BarcelonaEs habitual ver a adolescentes, y también a los que ya no lo son tanto, reproducir audios de WhatsApp a una velocidad más rápida de la que han sido grabados. El mismo mecanismo se repite también con los vídeos o podcasts. El fenómeno ya se ha bautizado como speedwatching. "Es la respuesta a visualizar las cosas desde un mundo con prisas, en las que la gestión de los tiempos de espera no es suficiente. De hecho, muchas veces y en muchos campos se está yendo demasiado rápido en este proceso, especialmente para a los más jóvenes, incluso adolescentes, que tienen un cerebro en fase de construcción y, por tanto, es más frágil y más débil que el de un adulto", apunta Sylvie Pérez, psicopedagoga y profesora colaboradora de los estudios de psicología y ciencias de la educación de la Universidad Abierta de Cataluña (UOC).
¿Quién ofrece la posibilidad de hacer 'speedwatching'?
La plataforma de vídeo YouTube introdujo la posibilidad de acelerar la velocidad de un vídeo en 2010 y actualmente diferentes aplicaciones de mensajería como el propio WhatsApp o Telegram, redes sociales como TikTok, y los podcasts o plataformas de vídeo en directo cómo Netflix o Amazon Prime Video ofrecen entre sus funciones la opción de incrementar la velocidad del contenido hasta un 2x. Según datos del gigante tecnológico Google y Alphabet, los usuarios de YouTube ahorraron una media de más de 900 años de tiempo por día al mirar vídeos a mayores velocidades.
¿Qué dicen los estudios?
Pese a ser un fenómeno relativamente nuevo, ya existen investigaciones sobre las posibles consecuencias y riesgos del consumo de productos audiovisuales a una velocidad acelerada. En este aspecto, un trabajo reciente de la Asociación Americana de Psicología (APA, por sus siglas en inglés) detalla que reproducir más rápido un vídeo, en este caso una conferencia, afecta a la comprensión del contenido, aunque también tiene el beneficio de recibir una mayor cantidad de información en menos tiempo. Sin embargo, hay que tener en cuenta que las consecuencias y los réditos de esta forma de consumo dependen del conocimiento previo sobre la temática, el modelo de aprendizaje y el interés de cada persona.
Las consecuencias entre los más jóvenes
Las consecuencias de este fenómeno las padecen especialmente las generaciones jóvenes porque están todavía en un proceso de formación, aprendizaje y madurez de capacidades como la atención, la retención, la comprensión y la memoria. "La estimulación rápida y permanente suscita una gratificación en el cerebro y no requiere tanto esfuerzo mental", explica la profesora de la UOC. Debido a esta constante estimulación, añade, es normal que no se procese toda la información aportada y se pierda la valoración del esfuerzo que hace el emisor del mensaje, sea un profesor, un compañero o el propio producto audiovisual. "Si esta clase de consumo se prolonga o se convierte en costumbre, es necesario mucho más esfuerzo para contrarrestar el mal que esto haya podido ocasionar en capacidades como la atención, la concentración, la retención, la memoria o la crítica, así como en el desarrollo cognitivo, emocional y social", apunta la psicopedagoga.
Consecuencias secundarias
Debe tenerse en cuenta que el consumo de vídeo y audio está totalmente vinculado a una pantalla, especialmente, al smartphone. Y en el caso de los menores, según numerosos estudios publicados en los últimos años, los riesgos derivados de un uso excesivo de la pantalla están relacionados con los malos hábitos, la falta de descanso y horas de sueño insuficientes que pueden derivar en el desarrollo de enfermedades no transmisibles. "Convertir elspeedwatching, pues, en una norma puede comportar consecuencias graves en los grupos sociales más jóvenes, por lo que debe recurrirse a esta técnica de una forma consciente y responsable, y evitar su abuso continuado para asegurarse tanto la comprensión de los mensajes como el disfrute del contenido audiovisual”, concluye Pérez.