Desde Occidente China es vista como el rival a temer. El gigante asiático, convertido en la segunda gran potencia económica, tiene tentáculos en todo el mundo. Es uno de los grandes productores industriales, clave en materias primas y sectores como el textil y cada vez más el automovilístico. Su penetración, visible en Occidente, es muy potente en África y en su conjunto en el Sur Global, donde también ejerce cada vez más una evidente influencia política. China es, claramente, la alternativa a Estados Unidos. Su capitalismo de estado amparado en un régimen altamente autoritario tiene la capacidad de actuar sin las transparentes incomodidades de una democracia liberal, pero no todo son ventajas.
El espectacular salto adelante de las últimas décadas parece estar tocando techo, o al menos empieza a mostrar límites. Al menos en dos terrenos que le están suponiendo un frenazo. En el terreno demográfico y en el económico.
Por segundo año consecutivo, este 2023 China ha visto cómo le disminuía la población: pérdida de dos millones de habitantes y nueve millones menos de nacimientos. Ya le ocurrió en el 2022. India le ha superado como líder poblacional mundial. En el gobierno de Pekín la histórica política del hijo único ahora le está siendo difícil de revertir. Por muy dictatorial que sea un país, ¿cómo lo haces para obligar a las parejas –especialmente a las mujeres– para que tengan más hijos? La natalidad no puede imponerse a decretazo o amenaza. Sólo funcionan, y no siempre, los incentivos económicos, laborales y sociales, pero también es necesario el convencimiento. En cualquier caso, de momento Xi Jinping no ha encontrado la fórmula. Al lado de Corea del Sur, es uno de los países asiáticos donde resulta más caro criar a un hijo. Sólo un detalle relevante: la mayoría de guarderías son privadas.
El descenso de la natalidad y, como consecuencia, el envejecimiento de la población –de sus 1.409 millones de habitantes, casi 300 son ya mayores de 60 años– pueden acabar suponiendo un grave problema. ¿Cómo se pagaron las pensiones? ¿De dónde sacará la fuerza de trabajo joven que hasta ahora le había catapultado? Y aquí es donde está el enlace con la segunda frenada: el PIB de 2023 ha crecido un 5,2%, una cifra que en otras latitudes sería muy celebrada, pero que para Pekín es una de las más bajas fuera de los años de pandemia. Aunque ha mejorado la cifra oficial prevista en un 0,2%, no logra disipar las dudas internas que la sobrevuelan como amenazas. Básicamente, la caída del consumo interno, la larga crisis del sector inmobiliario –motor durante décadas del crecimiento, arrastra una fuerte deuda que está impactando en los gobiernos locales, principales avaladores inmobiliarios– y un sector privado paralizado y en buena parte lastrado por las regulaciones burocráticas. Otro dato: en julio el paro juvenil se encaramó al 21% y el gobierno decidió dejar de hacerlo público. Y luego están los factores externos que también le afectan: la desaceleración global y un contexto internacional incierto, con las guerras de Ucrania y Gaza desestabilizando a los mercados. Todo esto es lo que explica que en Davos el primer ministro, Li Qiang, haya hecho un llamamiento a los inversores y haya prometido facilidades para entrar en el mercado chino.