Literatura

Jordi Solà Coll: "Trabajaba en una multinacional hasta que tuve una iluminación"

El poeta barcelonés plantea un viaje introspectivo y espiritual a 'La sombra de las horas', último premio Miquel de Palol

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Jordi Solà Coll, en Barcelona

Barcelona"El misterioso camino va hacia el interior", dejó escrito Novalis. Estas palabras del poeta romántico alemán han acompañado durante años a Jordi Solà Coll (Barcelona, ​​1963), que ha perseguido este viaje hacia adentro tanto desde la fotografía como a través de los versos. Su último libro, La sombra de las horas (Proa), ha recibido el premio Miquel de Palol y se lee con la "calma intensa" que el autor aplica en su propia vida.

"Hay personas a las que les gusta el ruido y el movimiento, pero yo soy muy crítico con la prisa –asegura–. Quizás ahora se hace más evidente que esta forma de vida nos duele. Yo me di cuenta hace mucho tiempo". Solà Coll decidió realizar un cambio radical cuando tenía sólo 24 años. "Trabajaba en una multinacional hasta que tuve una iluminación", dice antes de precisar que el término budista zen por iluminación es satorio, y que gracias a esta experiencia de comprensión profunda y despertar espiritual optó por dedicarse, a partir de entonces, a la fotografía, la docencia y la escritura. "No quería una vida pesada ni con tantas inquietudes –comenta–. Soy un anticapitalista punto por punto. De hecho, pienso que la vida poética consiste en aprender a abandonar los objetos". No es una práctica fácil ni sencilla: "Siempre he ido con el agua al cuello", admite. Desde que en 1989 viajó a la India por primera vez, Jordi Solà Coll pasó largas temporadas en el continente asiático –en Tíbet, Birmania o Himalaya– y también en América Latina: durante los tres años que vivió en Bolivia estudió etnología y llegó a trabajar para el prestigioso Museo Nacional de Etnografía y Folclore de La Paz.

Ir más allá de la experiencia material

El primer libro de Jordi Solà Coll, Ojos de hielo (Pagès), no llegó hasta el 2017. "Había hecho muchas probaturas antes, pero mis ensayos de poema siempre acababan en la basura –dice–. Hay toda una serie de autores que, queriendo buscar la excelencia , también han empezado a publicar tarde y de quien he seguido el ejemplo. Entre ellos se encuentran Joan Manuel Homar, Odile Arqué y Marcel Riera". Ojos de hielo mereció el premio Miquel de Palol y espoleó la trayectoria de Solà Coll, que desde entonces ha publicado Ira (La Garua, 2019), el dietario aforístico La mirada periférica (Asuntos, 2021) y el reciente La sombra de las horas, en la que la exploración de bosques, caminos, estanques y ríos es la puerta de entrada a la profundización en uno mismo. "Mis poemas no son ricos en imágenes, más bien sugieren ideas y conceptos -admite-. Hay un intento de aproximar la poesía con la filosofía".

La espiritualidad también está muy presente. "Es una forma de vivir que va más allá de la experiencia material –comenta–. Todas las tradiciones lo manifiestan, desde el taoísmo hasta los presocráticos, el confucianismo o el hinduismo. Hay un afán de búsqueda del ser que va más allá de la materia". En Nuto, uno de los poemas, un viaje a finales de la década de los 80 a un Egipto "poco frecuentado por los turistas" le permite llegar a una experiencia mística observando el cielo de noche. Las estrellas se convierten en "río infinito bajo la mirada" y el poeta se acaba preguntando "si el mundo no será el sueño de otro, en la línea de lo que defendían pensadores como George Berkeley".

Al igual que antes han hecho autores como Hölderlin o Rilke, Jordi Solà Coll interioriza experiencias sencillas como un paseo entre árboles cerca de Moià. "La ley del bosque me dicta: / no germina la vida sin luto", leemos. "Si sólo tenemos en cuenta el mundo exterior, el paso por esta vida es de una pobreza absoluta –dice el autor–. No hay vida sin mundo interior. Es el receptor quien capta el mundo de los sentidos, lo entiende y lo traduce en un pensar crítico y liberado".

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