Límites

¿Por qué tiene mala fama la disciplina?

La disciplina es la capacidad de mantener los propósitos aunque no tengan recompensa inmediata y se puede enseñar de forma "alegre y positiva" y no estricta

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Xavi jugando a baloncesto con sus hijos Bernat y Roi en un parque.

“La disciplina tiene una mala fama injusta, incluso parece que dé miedo hablar de ello”, dice Alba Castellví, educadora, socióloga y mediadora. Asegura que esta mala fama se debe al recuerdo de un pasado educativo en el que la educación de la disciplina se hacía de manera “disciplinaria”, muy estricta e incluso agresiva. Considera que, pese a la mala fama, es imprescindible enseñar, “porque sin disciplina no se puede hacer realidad ningún proyecto que requiera esfuerzo y persistencia, ni la facultad de posponer la gratificación”. Acaba de publicar Los hábitos que les harán felices, donde no habla de educar con disciplina, sino de educar a la disciplina. Es decir, de enseñar a quienes crecen la capacidad de hacer las cosas con constancia y rigor para salirse de forma más eficiente. Para Castellví, la disciplina es la capacidad de mantener los propósitos aunque no tengan recompensas inmediatas, de trabajar ordenadamente y con rigor y de controlar los impulsos que nos apartan de los objetivos. En el libro propone treinta formas de enseñar la disciplina y afirma que se puede hacer de forma alegre y positiva.

¿Qué aporta la disciplina?

Sonia López, maestra, psicopedagoga y conferenciante, coincide en que la disciplina es un hábito. Cuando una persona tiene disciplina es capaz de conseguir los compromisos adquiridos consigo misma y los demás para lograr objetivos. La disciplina facilita también el autocontrol, permite ser perseverante y superar los errores, porque se entiende que estos errores son parte imprescindible del camino. Por el contrario, cuando no existe disciplina es más fácil rendirse. La disciplina no se impone, se enseña con calma y paciencia, permitiendo al hijo que se equivoque sin sentir culpa, entendiendo que esta piedra en el camino forma parte del aprendizaje y sabiendo que los adultos de referencia no le juzgarán y sí que le ayudarán a encontrar soluciones ya tomar buenas decisiones. Recuerda que la crianza respetuosa va acompañada de disciplina porque se basa en el establecimiento de normas, que son consensuadas a medida que se hacen mayores, y si no se cumplen existen consecuencias. López habla de disciplina positiva como forma de acompañamiento basada en el respeto, la amabilidad y la firmeza. Lo que debe conseguirse es que la disciplina sea intrínseca, no extrínseca, no debe venir a través de la imposición. Sino, cuando desaparezca quien la impone no se comportarán de forma disciplinada.

En la misma línea, la psicóloga Maribel Martínez, directora del Centro Terapia Breve, dice que lo que los hijos realmente necesitan es una guía y aquí es donde entran los hábitos y las normas, nunca desde la imposición y el mal rollo: “No se puede confundir la autoridad con el autoritarismo, sino los padres y los maestros no pintan nada porque no pueden ser un modelo y hacer guías”. Explica que cuando se habla de hábitos, de aprendizajes, unas normas que todo el mundo sabe o la colaboración en casa, la convivencia es mucho más fácil y todo funciona de forma fluida.

De una disciplina estricta a una positiva

Pilar (41), madre de tres hijos de 13, 10 y 6 años, es partidaria de la disciplina. Recuerda que en su casa –eran siete hermanos– había mucha. La mesa en la que comían era un octágono, a cada uno le correspondía un espacio físico y de tiempo tenían un minuto y medio para explicar cómo les había ido el día: “Todo era muy estricto. Me hubiera gustado hablar más, aunque me parecía interesante lo que explicaban los demás. Lo duro era saber que, en comparación con otras familias, en casa todo era más inflexible”. Sin embargo, considera que la disciplina le ha ayudado a incorporar la cultura del esfuerzo ya ser coherente, por eso transmite a los hijos la importancia de saber cuáles son sus obligaciones y responsabilidades. Para ella la disciplina está muy relacionada con los límites, da estabilidad y seguridad. Consciente de que los hijos no siempre perciben positivamente que sea disciplinada y les fomente ser disciplinados, recientemente ha leído Disciplina sin lágrimas y reforzó lo que hace con los niños, ponerles límites –no saltar al sofá ni pelear, poner el lavavajillas–, que entiendan que son un equipo y colaborar forma parte de la dinámica de grupo, pero cuando no se hace es un trasiego para todos. “Cuando la disciplina está presente tienen los límites y normas interiorizadas, cada vez más, hay cosas que están automatizadas. Entienden que no son un capricho, que hay motivos por los que merece la pena tener disciplina. Son bastante receptivos, creo que les da seguridad de que alguien les ponga límites”, explica. Hay normas que son comunes y otras diferentes en función de la edad y su personalidad: el pequeño es más travieso, el medio muy ordenado y el mayor más creativo.

Martínez explica que los padres deben adaptarse a cada hijo, entender sus necesidades. A los que son más reacios a las normas, deben intentar persuadirles, ofrecerles alternativas razonables haciendo que las criaturas sientan que participan en la decisión –en lugar de ducharte ahora hazlo dentro de diez minutos y ponemos una alarma–, que entiendan que hacer las cosas de una determinada forma es positivo: “Es una de las grandes dificultades que tenemos como padres, que respeten los límites. Es difícil y al mismo tiempo imprescindible”, afirma. A Pilar, convivir con la disciplina positiva también le da seguridad, ve que puede ir confiando en sus hijos, que les da responsabilidades y van respondiendo. Esto les permite que cada vez puedan tener mayor libertad.

¿Qué se gana con la disciplina?

1. Empatía y generosidad. Alguien disciplinado puede darse cuenta de la situación en la que se encuentra alguien que se esfuerza. También es capaz de ofrecerle ayuda porque sabe lo que implica este esfuerzo.

2. Perseverancia. La disciplina es la capacidad de mantener el propósito, trabajando y esforzándose por conseguirlo. Sabe que debe seguir trabajando para conseguir sus objetivos y que poco a poco se acercará a ellos.

3. Autocontrol, autoconfianza y autoestima. Cree en él, sabe que las cosas no siempre se logran ni salen a la primera. No se avergüenza si se equivoca porque entiende que el error forma parte del proceso y puede pedir ayuda para salir adelante.

Implementémosla en casa

Sònia López recuerda que la disciplina también se educa con el ejemplo. Sin embargo, conseguir que los hijos sean autodisciplinados es lento porque se les está pidiendo que se regulen, controlen y sean responsables de sí mismos: “El proceso debe ser progresivo, porque es muy difícil. Hay que enfocarse en pequeños objetivos diarios y utilizar el refuerzo positivo para la aceptación del error, si intenta ser perseverante y se le regaña porque no lo ha hecho bien en la primera tampoco se conseguirá nada”, propone.

Para conseguir que alguien sea disciplinado es necesario trabajar desde que es pequeño. Establecer pequeños retos diarios fomenta la autonomía, iniciativa personal y ayuda a gestionar los errores. “A partir de los 6 o 7 años ya se pueden establecer límites de forma consensuada. Tienen que ser unos límites claros. Así es como las criaturas entienden que es necesario un orden para que todo funcione bien, unas normas que deben cumplirse”, comenta.

Para Montse (47) y Xavi (47) la disciplina es importante. Intentan que sus hijos, Bernat (13) y Roi (10), entiendan que hay unos mínimos que deben cumplirse y que las normas contribuyen a generar hábitos. Ambos dan baloncesto: “El deporte ayuda mucho a fomentar la disciplina. Hay unas normas que deben respetarse. Supone también el respeto hacia los compañeros y jugadores del resto de equipos, fomenta el trabajo en equipo, la constancia y la gestión de las emociones”, dice la madre. El padre añade que no siempre es fácil, en casa a veces cuesta aunque las normas se pacten y se hable con calma: “Claro que hay unas que gustan más que otras”.

La importancia de los hábitos

Los hábitos son útiles en la vida. Alba Castellví recuerda que alguien que está habituado a hacer algo, puede hacerlo de manera sencilla y sin esfuerzo porque ya lo ha hecho muchas veces. Esto ahorra esfuerzo y energía mental porque se automatizan funciones y se deja espacio para pensar en otras cosas y afrontar otros retos, además de aumentar la eficacia de lo que hacemos e incrementar el bienestar. Para adquirir hábitos es necesaria constancia, práctica, repeticiones y disciplina en algunas acciones. La disciplina también es imprescindible para aprender cosas complejas, como tocar un instrumento, y hacer cualquier cosa que cueste y que requiera una acción sostenida en el tiempo.

Para saber más

  • Los hábitos que les harán felices. Cómo educar a los hijos de 3 a 14 años para que crezcan autónomos y seguros de Alba Castellví (Angle Editorial, 2023).
  • ¿Cuántas veces te lo tengo que decir? Soluciones eficaces y sencillas para conseguir que nuestros hijos nos escuchen y nos respeten de Maribel Martínez (Arpa Editorial, 2019).
  • Disciplina sin lágrimas. Una guía imprescindible para orientar y alimentar el desarrollo mental de tu hijo de Daniel J. Siegel y Tina Payne Brison (B de Bolsillo, 2018).

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