Siempre se habla mucho de la cola del pavo real, pero se habla poco de la luz. Es bien sabido que el pavo macho extiende sus plumas para cortejar a la hembra, pero se desconoce que el pavo que más éxito tiene entre sus congéneres no es el más colorido o el que tiene más plumaje, sino el que sabe buscar la mejor posición frente al sol.
Esto me recuerda una conversación entre unos adolescentes que escuché de soslayo en la piscina: "Yo, antes de quedar con nadie, le cotilleo el Insta". Es decir, antes de aceptar sumarse al cortejo, mira el plumaje.
Ahora mismo el primer paso en el amor se da en las redes sociales. La proyección de nuestra imagen en redes sociales será nuestra carta de presentación para la futura pareja. Por eso Instagram y otras redes sociales están fabricadas para molar. El pavo real extiende sus plumas para ser visto por todos, pero, como ocurre en la naturaleza, puede que quien más destaque no sea el más colorido, sino aquel que sepa encontrar el lugar más soleado.
Simon Leivev tenía muy bien aprendida esta lección, por eso en su perfil de Tinder se podía encontrar un enlace directo a su cuenta de Instagram. Tenía cientos de miles de seguidores, sus fotos mostraban fiestas exclusivas, viajes por todo el mundo en su jet privado y trajes, muchos trajes. Automáticamente, las mujeres que veían estas fotos se hacían una idea. Pero lo mejor (o lo peor) es que después esa imagen se cumplía a la perfección. Leivev era tal y como mostraba en su Instagram.
El único problema de todo esto es que su imagen estaba fabricada. Simon Leivev es conocido como el estafador de Tinder. Un hombre capaz de engañar a muchas mujeres y conseguir, a base de mentiras, que le dieran cantidades enormes de dinero. Dinero que invertía en mantener esta imagen en las redes sociales para poder volver a engañar a otras mujeres y recibir más dinero.
Últimamente, se han lanzado las llamadas las aplis anti-Instagram. Aplicaciones como BeReal o Raw-Date, que buscan la autenticidad y la vida sin filtros. No soy psicólogo, ni sexólogo, pero no auguro mucho éxito a estas iniciativas. La autenticidad no enamora, la realidad no enamora. Un pavo real con la cola recogida parece tan triste como un miércoles en casa viendo Thelma & Louise y comiendo ganchitos en chándal.
Aunque quizás estoy equivocado, porque si algo está claro es que cada generación debe buscar sus propios lugares para lucir su plumaje, y siempre son donde menos lo esperamos.