La universidad es mucho más que asumir conocimientos

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La facultad de letras de la Universidad Autónoma de Barcelona

Ir a la universidad es una oportunidad que va mucho más allá de adquirir determinados conocimientos. O debería serlo. Hay quien se la toma como un mero trámite que debe pasarse para llegar a la vida laboral, o para mejorarla, pero también puede ser una experiencia vital, si se dedica el tiempo y la atención necesarios. Si se tiene la oportunidad de hacerlo –tener que compaginar un trabajo con los estudios puede complicarlo mucho–, el paso por la universidad puede ser una importante vía de crecimiento personal. Porque no es un lugar al que ir a memorizar –eso se puede hacer en casa–, sino un espacio dedicado exclusivamente al conocimiento donde se aprende también, o sobre todo, del debate y el intercambio de ideas. Y no sólo en el aula: también se puede aprender mucho en los actos, las charlas, las conversaciones en el pasillo, el activismo estudiantil e incluso en el bar.

En un momento en que mucha gente se afana por encontrar un camino para mejorarse de la mano de libros de autoayuda y orientadores de todo tipo que reparten fórmulas estereotipadas, la universidad debería ser mucho más eficaz, si se aprovecha todo lo potencial. Sí, leer un libro, seguir los consejos de un presunto experto o hacer caso alguno influencer es más rápido, requiere menos tiempo y esfuerzo que estudiar una carrera y aprovechar todo su potencial transformador, pero los efectos no son los mismos. Todo el mundo que haya vivido a fondo la experiencia universitaria puede recordar y explicar después cómo lo ha marcado.

Pero para aprovechar por completo la universidad, siempre que no se haya reducido a un mero negocio, es necesario vivirla: ir a clase y participar en la medida de lo posible en la vida del campus. Y eso parece que se hace cada vez menos, según explican profesores y responsables de las cuatro principales universidades catalanas. La pandemia fue un punto de inflexión del que los centros todavía no se han recuperado por completo. Es verdad que los campus virtuales han dado un gran salto adelante y se han convertido en una gran herramienta para seguir los estudios, pero no son sustitutos comparables a un buen profesor, ni los foros, chats o videoconferencias se pueden comparar con un buen debate en el aula. Como tampoco lo eran las listas de bibliografía recomendada ni los apuntes fotocopiados antes de que se generalizara internet.

Evitar las aulas y los campus es desperdiciar oportunidades de aprendizaje y crecimiento, y también, no lo olvidemos, desperdiciar una parte del dinero público que se dedica a financiar los estudios universitarios. Por eso algunos centros han empezado a tomar medidas para fomentar la presencialidad. Sin embargo, si el absentismo continúa o incluso se acentúa, habrá que estudiarlo más a fondo: cuantificarlo y dedicar recursos a analizar sus causas y posibles soluciones. Las formas de enseñar deben seguir evolucionando, sin rebajar la exigencia de los estudios, ésta nunca debería ser la solución. No podemos dejar que las aulas de las universidades se queden cada vez más vacías, porque entonces el futuro del país será también cada vez más pobre.

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