¿Qué haremos con la oficina?

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Una chica haciendo teletrabajo en un piso de Barcelona.

A medida que las tasas de vacunación contra el covid-19 suben y las infecciones bajan, son más las empresas que tienen que tomar una decisión sobre el modelo de teletrabajo que seguirán. ¿Acabaremos la mayoría con sistemas mixtos en los que hay días que vamos al trabajo y días en los que nos quedamos en casa? ¿O volverá más rápidamente de lo que nos pensábamos la vieja normalidad, y con ella la presencialidad total? En cualquier caso, tenemos que tener en cuenta que cada uno de estos modelos tiene implicaciones más allá del horario de trabajo, desde cómo repartimos las tareas domésticas hasta cómo se organizan las ciudades.

Si miramos a los gigantes tecnológicos, que a menudo usamos de referencia sobre hacia dónde van las relaciones laborales, vemos que compañías como Facebook, Twitter o Spotify han comunicado a sus trabajadores que, si quieren, pueden teletrabajar indefinidamente. En el otro extremo, encontramos a los grandes bancos. Morgan Stanley, Goldman Sachs y JP Morgan han declarado que no quieren que su personal trabaje desde casa. Silicon Valley y Wall Street como representantes de una disputa con el mismo argumento: la productividad. Unos consideran que, del mismo modo que tener mesas de ping-pong y fruta gratis en la oficina hace que la gente trabaje mejor, también lo hará poderse organizar su propia agenda. En cambio, los otros entienden que trabajar desde casa te conecta menos con tu empresa, lo cual te haría menos productivo. 

Es difícil saber qué pasa realmente con la productividad y el teletrabajo. Según muchos de los estudios hechos antes de la pandemia, la flexibilidad tiende a aumentar la satisfacción de los trabajadores y trabajadoras, haciéndolos más productivos. Muchas de las encuestas hechas en los primeros meses de la crisis del covid nos llevaban a la misma opinión. La productividad no se había reducido por el hecho de que una gran parte de los trabajadores no pudieran salir de casa. Pero tenemos que tener en cuenta que la productividad se mide en función de las horas de trabajo, no solo de lo que producimos. Si hacemos lo mismo en más tiempo, la productividad no se mantiene, sino que se reduce. Y esto parece que es lo que ha pasado como mínimo para algunas empresas. 

Analizando las aplicaciones que miden el tiempo que los trabajadores están delante el ordenador trabajando, y no preguntándoselo a ellos directamente, una tecnológica asiática vio que las horas de trabajo se habían incrementado durante la pandemia en un 30%. Esto no hizo aumentar el número de líneas de código, informes u horas de asistencia a los consumidores. Lo que aumentaban eran las horas de reuniones. Se puede tratar de un intento de controlar que los trabajadores no se escaqueen del trabajo por el hecho de no estar en la oficina, o de reproducir la generación de ideas que nos da el hablar frente a frente, y que a veces es difícil de generar por Zoom. Y, muy probablemente, nos habla de la dificultad de saber coordinar proyectos a distancia, especialmente los que involucran más personas. 

La gran mayoría de las empresas se encuentran ahora mismo entre la rigidez de Wall Street y la flexibilidad de Silicon Valley, buscando soluciones híbridas para sus trabajadores que les den lo mejor de cada opción. Tres días en la oficina y el resto en casa; una bolsa de horas para teletrabajar, o reuniones de equipo presenciales para potenciar la creatividad. Esto nos lleva a repensar cuál tiene que ser la función de la oficina. Gran parte de nuestros aspectos del día a día, desde dónde vivimos, el alquiler que pagamos, dónde compramos y en qué hora lo hacemos, vienen determinados por ir a un mismo lugar a trabajar. La Revolución Industrial nos trajo la oficina tal como la entendemos hoy en día, porque los trabajadores y trabajadoras necesitaban estar juntos en las fábricas y puestos de trabajo. Esto llevó a las grandes migraciones a las ciudades.

Ahora, estos modelos híbridos nos pueden permitir combinar el trabajo con cumplir los objetivos de sostenibilidad, descongestionar las ciudades y crear nuevos núcleos residenciales. Y esto no es solo trabajo del sector privado. El sector público de muchos países está incentivando a sus trabajadores a relocalizarse fuera de las ciudades con la creación de coworkings y hubs productivos. Descentralizar los centros de trabajo puede aportar prosperidad al territorio y a ciudades que tradicionalmente han sido ciudades dormitorio. 

La flexibilidad de los nuevos modelos de teletrabajo puede ser una manera de deslocalizar el talento, aumentar el bienestar de muchos trabajadores y reducir la congestión y segregación de las ciudades. La tentación de volver a la presencialidad total precovid es grande, pero la opción de repensar qué hacemos con nuestras oficinas es una oportunidad que no podemos dejar pasar. No sabemos si la casa puede ser la nueva oficina, pero está claro que la oficina no puede volver a ser la casa donde pasábamos tantas horas.

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