¿Qué ha cambiado para que ahora sea arriesgado para Puigdemont pisar la Catalunya Nord?

Más allá de la inmunidad perdida, después del regreso fugaz Llarena podría dejar de esperar y reactivar la euroorden

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Carles Puigdemont el sábado en Waterloo, Bélgica.

Pradera de ConflentEl expresidente Carles Puigdemont no se presentó este lunes a un acto en la Catalunya Nord aunque su presencia estaba anunciada en el marco de la Universidad Catalana de Verano. Alegó motivos de seguridad. En cambio, hizo toda la campaña electoral del 12-M desde el Rosellón, donde se instaló a vivir preparando el regreso del exilio. ¿Por qué ahora es más arriesgado para él pisar tierras norcatalanas? ¿Qué condicionantes son distintos?

De momento, se ha aplazado la promesa de retorno definitivo del exilio que hizo en campaña. Quedó claro que Puigdemont no se entregará a la policía y la aplicación de la amnistía es incierta en su caso mientras el juez instructor del 1-O, Pablo Llarena, siga torpedeando su aplicación. Pero todo esto ya podía intuirse antes de que el líder de Junts garantizara que la del 12-M era la última campaña electoral fuera del Principado. El cambio de estrategia es evidente y el fugaz regreso del 8 de agosto a Barcelona tiene mucho que ver. El entorno del líder Junts está convencido de que Llarena podría reactivar la orden de detención internacional contra Puigdemont en cualquier momento, fruto del malestar que generó en el Supremo que los Mossos no fueran capaces de detenerle habiéndolo tenido a pocos metros de distancia.

Llarena y tampoco Manuel Marchena tienen ninguna intención de amnistiar la malversación que pesa sobre el expresidente y otros consejeros de su Gobierno, aunque esta decisión colisione con el texto de la ley de amnistía aprobada en el Congreso. En cualquier caso, mientras no haya euroorden, Puigdemont tiene una teórica libertad de movimientos. Como la que tenía, por ejemplo, en marzo del 2018 cuando realizó su viaje a Finlandia. Mientras estaba allí conoció la activación de la euroorden por parte de Llarena y, al igual que hace unos días en Barcelona, ​​salió en coche del país nórdico –para evitar la frontera del aeropuerto– y se dirigió a Bélgica por carretera, aunque no pudo llegar: fue detenido por la policía alemana cuando cruzó la frontera desde Dinamarca. La monitorización que le hacía la policía española fue determinante para conseguir esa detención. Puigdemont pasó dos semanas en la cárcel de Neumünster y cuatro meses en Alemania hasta que se descartó su extradición: entonces fue el propio Llarena quien renunció a ello porque la justicia alemana sólo aceptaba entregarlo por malversación –el único delito por el que se le investiga hoy en día– y no por rebelión.

En Bélgica, la defensa de Puigdemont ya es experta en responder a las euroórdenes, pero en caso de ser detenido en Francia, la situación sería más incierta. El principal cambio es que ahora Llarena sí aceptaría una extradición por malversación.

La actuación del juez instructor en cuanto a la amnistía acabará siendo revisada por el Tribunal Constitucional y, eventualmente, por la justicia europea. Pero por ahora él tiene la sartén por el mango y ni siquiera se sabe cuándo acabará el caso en la mesa del TC y tampoco qué acabará decidiendo el tribunal de garantías. Con este menú, los abogados del expresidente le recomiendan que limite al máximo sus movimientos para evitar la detención. Y eso que aún resuena su fuga de Barcelona, ​​cuando demostró que era capaz de llegar a la capital catalana y regresar a Bélgica sin ser detenido.

Sin inmunidad parlamentaria

Hay otro elemento clave que explica por qué Puigdemont se expone ahora más a una detención que en campaña electoral. Hasta junio conservaba la inmunidad del Parlamento Europeo, pero cuando recogió el acta de diputado en el Parlament de Catalunya la perdió. Una inmunidad que ya estaba siendo revisada por el Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) una vez el Parlamento Europeo lo había levantado por el caso del 1-O. En cualquier caso, a la espera de la decisión del TJUE, Llarena prefirió dejar las euroórdenes en vilo. Ahora todo esto es distinto y el expresidente no goza de la protección de la Eurocámara.

Si bien Llarena ha tomado una vía contemplativa, por lo menos, puede cambiar en cualquier momento. Sobre todo después de que el expresidente le haya estropeado los planes: se mantuvo a la expectativa cuando el candidato de Junts hacía actos en Argelers y preveía una detención el día de su regreso al Estado, que el propio Puigdemont había programado para la sesión de investidura, fuera suya o de cualquier otro candidato. Pero la realidad es que Puigdemont ha vuelto a establecer su residencia en Waterloo, al menos de forma temporal. Allí combatirá, de momento, los intentos del Tribunal Supremo de juzgarle por el caso del 1-O. Como diputado en el Parlament y gracias a la reforma del reglamento de la cámara pactada con los socialistas, podrá votar desde el exilio a la espera de resolver definitivamente su situación.

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