Proceso soberanista

Escocia, el último referente para el independentismo

Kosovo, Eslovenia, las repúblicas bálticas, Irlanda y Quebec han ido perdiendo protagonismo

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Una manifestación en Escocia con banderas de Escocia y Esteladas

BarcelonaHubo un día en el que Kosovo se convirtió en el principal referente del independentismo catalán. El 22 de julio de 2010 el Tribunal Internacional de Justicia concluyó que la declaración unilateral de independencia (DUI) de 2008 “no vulneró ninguna norma aplicable al derecho internacional”. La opinión consultiva del Tribunal de la Haya abre una puerta a hacer lo mismo en Catalunya, defienden desde entonces los líderes del movimiento independentista. La DUI que el Parlamento aprobó en 2017 iba, de hecho, en esta línea. Pero las externalidades negativas de tenerlo como referente pronto hicieron saltar las alarmas de un movimiento que reivindica su pacifismo y la no violencia. Cada vez que se citaba a Kosovo había alguien que recordaba los más de 10.000 muertos y desaparecidos y el millón de personas desplazadas por la guerra con Serbia. Así que ha pasado a citarse cada vez más con la boca pequeña y ha desaparecido de los documentos de los partidos.

Durante los años del Procés, los dirigentes catalanes se han reflejado también en las otras repúblicas de los Balcanes, en especial Eslovenia; en las bálticas, Irlanda y Quebec, pero es Escocia el único referente que ha perdurado inamovible. Con un referéndum acordado en 2014 que los partidarios del Yes perdieron por 10 puntos de diferencia (hoy entrevistamos a quien era entonces el primer ministro, Alex Salmond) y otro que el Scottish National Party (SNP) promueve para el año que viene –de momento sin acuerdo con Downing Street–, Escocia marca el camino.

La mesa de diálogo que el Govern (la parte de ERC) comparte con la Moncloa está pensada precisamente como una vía para vehicular un hipotético acuerdo que en el caso catalán, sin embargo, nunca se ha visto cerca.

Aval a la DUI

Aún no era el líder de ERC, pero el entonces eurodiputado Oriol Junqueras, celebró rápido aquel 22 de julio de 2010 que la justicia internacional “avalara que las comunidades políticas como Catalunya sigan avanzando en el camino de la libertad”. En Esquerra, el caso de Kosovo fue ampliamente reivindicado durante años e, incluso cuando empezaba el viraje de la unilateralidad hacia el diálogo, la militancia todavía forzó que se hiciera referencia en la conferencia nacional de 2018. Sin embargo, un año después desapareció cualquier referencia en la nueva hoja de ruta avalada por las bases.

Desde el Palau de la Generalitat, ya con rumbo hacia el 9-N, el portavoz, Francesc Homs (CiU), también reivindicaba Kosovo en 2012 y los informes del Consejo Asesor para la Transición Nacional situaban el ejemplo como una de las posibilidades para Catalunya. El conflicto bélico que llevaba asociado no aguantó las comparaciones.

En Eslovenia el conflicto armado había sido mucho menos intenso, se había resuelto con un referéndum y una posterior DUI había avalado la independencia. Durante años, partidos y entidades independentistas invitaron a los líderes de aquel proceso a charlas para promocionar la vía eslovena. Pero en los diez días que duró la guerra en 1991 murieron una sesentena de personas y, a diferencia de Catalunya, Eslovenia disponía de ejército. Cuando a Quim Torra se le ocurrió recuperar la carpeta eslovena en 2018, al presidente ya no lo siguió prácticamente nadie.

De las repúblicas bálticas (Lituania, Letonia y Estonia) incluso se cogió la idea de hacer una cadena humana para reivindicar la independencia. Lo hicieron la ANC y Òmnium, invitando a protagonistas de aquella cadena báltica de 1989 para hacer la Via Catalana en la Diada del año 2013. La desmembración de la URSS –como la de Yugoslavia en cuanto a los Balcanes– también añadía diferencias evidentes con el caso catalán.

La vía negociada

Irlanda se ha citado menos durante el Procés. La isla consiguió la independencia en 1921 después de años de violencia en las calles y quedó partida en dos. Recientemente, Junqueras lo ha usado como ejemplo (también India), a pesar de que no se celebró ningún referéndum: Londres sí que autorizó uno, pero en Irlanda del Norte en 1973.

Son Quebec y Escocia los dos referentes que mejor han aguantado el escrutinio público. Sin violencia, con protagonismo para la negociación política y otorgando la última palabra a la ciudadanía en referéndum. El problema de Quebec ha sido que el independentismo se ha hundido: de un 45% de los votos en 1994 –perdieron el referéndum por un solo punto al año siguiente– a menos del 20% en 2018.

Escocia ha sido reivindicada por todos los presidentes de la última década. Por Artur Mas y, después, Carles Puigdemont, Quim Torra y también Pere Aragonès, que ya se ha reunido con la primera ministra escocesa, Nicola Sturgeon, en uno de sus pocos contactos internacionales. Partidos y entidades están cómodas con la comparación. La CUP incluso propone que el año que viene Catalunya haga coincidir un nuevo referéndum unilateral con el escocés. Y es que Escocia sigue marcando el camino.

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