Pantallas y niños: el problema no es la escuela

El pasado fin de semana aproveché un viajero a Alicante para visitar a Pedro Montengón, que lleva 200 años muerto. Me gusta, si tengo tiempo, corresponder sentimentalmente a los autores que me han proporcionado buenos ratos de intimidad lectora y, además de escucharlos con los ojos, trato de verlos con los pies. Al inicio de la calle que lleva su nombre, una placa le recuerda con estas palabras: "Pedro Montengón i Paret (Alicante, 1745 - Nápoles, 1824). Jesuita y escritor. Compuso poesía, odas y novelas, alguna de éxito, como Eusebio".
Montengón nunca se sintió cómodo como jesuita, y los jesuitas nunca confiaron en su ortodoxia doctrinal. Su lema era: "No hay cosa más crédula que la ignorancia". Pedagógicamente, son dignos de mención dos de sus libros: Eusebio (1786-88), una novela educativa, y Frioleras eruditas y curiosas para la pública instrucción (1801).
Eusebio es un intento de introducir en España, sin impedimentos inquisitoriales, las ideas pedagógicas de Rousseau, incluida la del buen salvaje. Con un tono claramente prerromántico difundió la buena nueva de la filantropía, la educación, la paz, la tolerancia y la felicidad en una España que se desangraba visceralmente en guerra contra los franceses. Vendió 70.000 ejemplares, lo que le reportó al autor no menos de 30.000 reales.
Las Frioleras se proponían fomentar "la instrucción entretenida, fácil y divertida de todo tipo de personas". Sin duda, tienen la singularidad de ser mucho más curiosas de lo que sospechaba el autor. En sus páginas nos encontramos, por ejemplo, con la primera defensa de las pantallas en la educación. Para demostrar que no exagero lo más mínimo, le cedo la palabra al autor:
"Sobre un nuevo método de enseñar a los niños a deletrear mediante el juego. Cualquiera debe interesarse por aliviar la flaqueza y debilidad de la infancia, facilitando los primeros pasos de su instrucción sin que el niño se dé cuenta, ya que a menudo las primeras letras le resultan difíciles. cámara a oscuras y presentarles en la pared un lienzo con las letras o sílabas iluminadas, lo que se consigue poniendo una luz detrás del papel untado de aceite. memoria aquellas señales que se imprimen mejor por la vista en su fantasía. Se han realizado diversas experiencias con niños de diversos talentos, con éxito. feliz. Este mismo método puede servir también para hacer aprender a los niños los principios de las lenguas, de la geografía y la geometría y en todos los demás rudimentos en los que son útiles o necesarias las figuras para aprenderlos”.
A la vuelta de Alicante me senté en un banco de la estación de Cercanías del aeropuerto. A mi lado se sentó una mujer joven que llevaba un cochecito con un niño de unos seis meses. La mujer sacó el móvil y se sumergió. El niño empezó a gemir con los brazos extendidos hacia su madre. Ella sujetaba el móvil con la mano derecha mientras con la mano izquierda movía mecánicamente el cochecito. El niño seguía gimiendo y estirando los brazos, pero de repente me di cuenta de que no los extendía hacia su madre, sino hacia el móvil.
En Amazon hay un montón de trastos que podrían ser útiles a los adultos que quieren transmitir a sus hijos la dependencia en las pantallas, como, por ejemplo, "abrazaderas para teléfono móvil con cuello de cisne para cochecito". Se venden con "una almohadilla protectora para proteger el cochecito de arañazos". Los fabricantes aseguran que ayudan a "liberar al niño de la irritabilidad y la impaciencia" y que, gracias a ellos, "sus hijos se entretendrán mientras los pasea viendo películas o dibujos animados".
Es necesario reconocerlo: el móvil no es un problema escolar. Es un problema familiar. Ninguna evidencia apoya las políticas escolares que, en su forma actual, prohíben el uso del teléfono durante la jornada escolar. La prohibición no garantiza mejores calificaciones, ni mejor bienestar mental. Parece cierto que la dependencia de los smartphones se relaciona con peores resultados escolares, pero los intentos de restringir su uso en la escuela no reducen –e incluso incrementan– el tiempo total que los adolescentes dedican a sus dispositivos digitales fuera de la escuela.