SIETE AÑOS DEL 9-N

El referéndum unilateral: el eterno plan B del independentismo

Cuixart y la CUP proponen volver a la casilla de la consulta

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CESC MAIDEU / ANNA MASCARÓ
3 min
Persones haciendo cola en el patio de la escuela La Salle de Gràcia el día de la consulta del 9-N.

Barcelona¿Catalunya se encamina hacia otro referéndum (unilateral)? La CUP y Òmnium Cultural a través de su presidente, Jordi Cuixart, ya lo han verbalizado sin encontrar, de momento, la recepción adecuada por parte del resto del independentismo. No es la primera ni la segunda vez que este debate capitaliza la discusión y tampoco que se acumulan las críticas contra los promotores. El hecho es que una consulta, unas plebiscitarias y un referéndum después, la discusión vuelve a estar sobre la mesa. ¿Cómo se resolvieron las anteriores?

2012. Nace la Assemblea Nacional Catalana (ANC) y, con el objetivo de trazar el camino hacia la independencia, introduce la celebración de un referéndum en 2014 –fecha simbólica por los 300 años de la Guerra de Sucesión– en su corpus fundacional. El mandato se convirtió en inexcusable para Artur Mas después de la Diada masiva del Once de Septiembre y aquel mismo año la apuesta por la autodeterminación ya formaba parte del programa electoral de CiU, que, poco antes, era refractaria a plantearlo como una opción realista a corto plazo.

Uno de los precedentes del debate lo había protagonizado ya en 1995 el jefe de lista de ERC en las catalanas, Àngel Colom, cuando recogiendo el guante del referéndum en Quebec aventuró en campaña electoral que empezaba a “ser hora de plantear a la sociedad catalana que se defina con un sí o un no”. La respuesta del presidente Jordi Pujol fue el silencio. También salió de ERC otro precursor del referéndum, Josep-Lluís Carod-Rovira, que en 2008 llamó a poner las urnas en 2014. No obstante, no fue hasta 2010 que ERC hizo una apuesta sólida al exigir un referéndum como condición en posibles pactos postelectorales: “Vamos juntos para conseguir el concierto económico en Madrid”, le dijo el candidato Joan Puigcercós durante un debate a Artur Mas. “Pero si no salimos, comprométase a hacer un referéndum de independencia”, remató. El presidenciable de CiU respondió con evasivas: “El problema no es si se hace o no se hace, es si lo ganamos o no. ¿Usted cree que tenemos que ir a perder, a dividir el país?”

De la anécdota a la vía escogida

El hecho es que aquello que el ANC había situado en su hoja de ruta y que había formado parte de los programas de ERC y de CiU después de años de subterfugios acabó protagonizando el pacto de gobernabilidad que firmaron Mas y el líder de ERC, Oriol Junqueras, a finales de 2012. “Negociar con el estado español no tiene ningún sentido porque no es de fiar”, reivindicaba el republicano entonces, abanderando una estrategia de choque con el Estado.

Y es que el referéndum –el unilateral– siempre ha tenido dificultades para acceder a la agenda política. A partir de 2012 esto empieza a cambiar: con la adrenalina –palabras textuales de un antiguo dirigente de CDC– posterior al 9-N, el presidente lo apostaba todo en aquella opción. La consulta se convertía en unas elecciones plebiscitarias con el argumento de usar la ley vigente para encarar el camino a la independencia.

Ni el 9-N ni el 27-S sirvieron para superar el 50% de los votos para el independentismo, pero el referéndum pasó a ser una pantalla pasada –la hoja de ruta de JxSí y la CUP hablaba de la DUI–. Hasta 2016. Fuentes cercanas a Carles Puigdemont relatan cómo a principios de año el presidente ya compartía dudas sobre la hoja de ruta con Carles Viver Pi Sunyer –uno de los responsables de los informes del Consejo Asesor por la Transición Nacional– y Jordi Sànchez, entonces líder de la ANC.

Las conversaciones se intensifican en la primavera de 2016 y ya empieza a aparecer la idea del referéndum, que todavía no pasaba de la esfera privada. Pero algunas organizaciones empezaron a compartir la idea. “¿Cómo es que ahora salís con esto?”, fue la primera reacción al escuchar la propuesta de la boca de los representantes de Demòcrates.

Pero en junio los cupaires tumbaron los primeros presupuestos del Governo y esto precipitó el plan B. Casi de forma simultánea, tanto la ANC como los cupaires reivindicaron el referéndum, sin ahorrarse críticas en privado. Puigdemont acabó recogiendo el guante para salvar la cuestión de confianza –la “triangulación CUP-Puigdemont-ANC”, recuerdan algunos dirigentes de la época–. El trabajo fue convencer a ERC y al PDECat.

Hoy el referéndum vuelve a sacar la nariz tímidamente con las propuestas de la CUP y de Cuixart. El contexto parece muy diferente que el de 2016, pero los presupuestos vuelven a peligrar, la hoja de ruta actual –la mesa de diálogo– no acaba de arrancar y, de postre, hay una cuestión de confianza en el horizonte.

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