El veto de ERC y Junts a los socialistas ya no va a misa

En casi un año de legislatura ya son varios los acuerdos relevantes con el primer partido de la oposición

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Pere Aragonès, Jordi Puigneró y Salvador Illa, en una imagen de archivo en el Parlamento

BarcelonaPronto hará un año que los partidos independentistas, en las puertas de las elecciones del 14-F, firmaron un documento que les comprometía a no pactar en ningún caso la formación de gobierno con el PSC. Todos firmaron y todos cumplieron: la investidura de Pere Aragonès se hizo con los de Salvador Illa completamente al margen. Se mantenía, pues, el veto general impuesto desde que los socialistas apoyaron el 155 en los días más intensos del Procés. Pero una legislatura, incluso en Catalunya, puede llegar a ser muy larga, y este veto a pactar con el PSC ha quedado hace ya tiempo parcialmente levantado por parte de los dos partidos de la coalición en el Govern, ERC y JxCat.

La última prueba se escenificó a mediados de mes en la presentación del proyecto de Plan Nacional por la Lengua que la Generalitat está tratando de impulsar para tejer un consenso lo máximo de transversal posible sobre cómo proteger el catalán en plena ofensiva judicial contra la inmersión. El ejecutivo se ha dado un año para tener el pacto terminado y el PSC participará de los trabajos para elaborar este acuerdo: la Generalitat le ha abierto la puerta y el partido de Salvador Illa ha entrado.

Sin embargo, ejemplos de este cambio de paradigma hay más. El primer síntoma de que algo estaba cambiando se vio en el debate de política general de finales de septiembre. Tanto ERC como JxCat no dudaron en votar con los socialistas para sacar adelante algunas de sus cuestiones más estratégicas. Los republicanos consiguieron con ellos un aval del Parlamento en la mesa de diálogo. Junts, que la cámara expresara con los votos del PSC su apoyo a negociar la ampliación del aeropuerto de El Prat. Y una muestra aún más inequívoca de todo ello se visualizó a finales del año pasado: el Govern y el PSC pactaron desatascar la renovación de seis órganos clave que dependen del Parlament, como el Síndic de Greuges y la Corporació Catalana de Mitjans Audiovisuals (CCMA). Una renovación que llevaba años encallada y que fue posible porque hacía tiempo que el veto estricto a los socialistas había quedado agrietado. Ahora los mismos actores están en disposición de renovar juntos otros 80 cargos antes del mes de marzo.

Uno de los negociadores por la parte independentista de este acuerdo hace la siguiente lectura: con la caída libre de Ciutadans, el PSC tiene "más margen" para llegar a acuerdos con el independentismo sin molestar a su voto más españolista. Más margen de lo que tenía la pasada legislatura. "No debemos perder de vista el papel que ha tenido el PSC, pero en determinados temas –como la lengua, cita– no podemos prescindir de él y buscar los acuerdos más amplios posibles", expone el propio negociador.

Deshielo, ¿sí o no?

Pese a todas las evidencias, desde los partidos independentistas se pone sordina a ese acercamiento, conscientes de que podría pasar factura a las parroquias respectivas. Defender a la República y pactar con el PSC es un movimiento difícil de explicar. Por eso el altavoz de Junts contra el PSC siempre está a punto: recientemente el expresidente Puigdemont volvía a cargar contra los socialistas, a los que acusaba de "proteger" al Estado y sus cloacas a raíz del último escándalo del excomisario José Manuel Villarejo. Y desde Esquerra también aseguran que los acuerdos son "coyunturales" y piden que nadie lo vea como el comienzo de una gran amistad. "No existe la sensación de que estemos ante una etapa de deshielo", exponen fuentes de la dirección del partido. Sea como fuere, nadie puede borrar los pactos que ya ha habido sobre la mesa.

¿Y el futuro? Siempre que existe un movimiento de fondos en política cada partido hace su análisis coste-beneficio. Los independentistas son conscientes de que pactar con el PSC puede resultar difícil de vender, pero les ha dado la posibilidad de dar aire a proyectos estratégicos –el diálogo, ERC; el aeropuerto, Junts– y asegurarse el control de órganos como la corporación catalana o el Consejo del Audiovisual de Catalunya (CAC). Para el PSC, acordar con el Govern le permite romper la dinámica de blogs –independentista y no independentista– que ven como el gran obstáculo para llegar algún día a la presidencia de la Generalitat. Pero cada pacto también genera munición en la triple derecha para una nueva embestida.

En el horizonte, una cita electoral en rojo: las municipales del 2023. Las del 2019 ya constituyeron una de las pocas excepciones al veto en el PSC, con algunos pactos locales y, sobre todo, con el acuerdo de la Diputación de los socialistas con Juntos. Todo el mundo promete una campaña enconada con Barcelona como la gran batalla que habrá que librar. Después, todo el mundo sabe que habrá que pactar.

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