Conxa Borrell: "Dejé el club porque por mi cuenta ganaba el doble que Zapatero"

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Conxa Borrell, en la sede del sindicato al barrio de Sants de Barcelona
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BarcelonaUna traumática separación dejó a Conxa Borrell ahogada de deudas. La solución que encontró para pagar las facturas fue combinar su trabajo de contable por las mañanas con la prostitución por las tardes. La jugada, admite, fue tan provechosa que al final se despidió de la empresa y se centró en la venta de su cuerpo, primero en un club y después ya como autónoma para librarse de chulos y tener pleno control del dinero y de su cuerpo. "Me di cuenta que ganaba el doble que [el presidente español José Luis Rodríguez] Zapatero", exclama esta mujer expresiva, secretaria general de Otras, el primer sindicato de trabajadoras sexuales.

Afirma que se dedica a la prostitución porque quiere y puede y vaticina que todavía le quedan muchos años en el oficio porque se gana muy bien la vida y porque asegura que se lo pasa bien. Se hincha de alegría cuando explica la reacción de su familia cuando se enteraron de a qué se dedicaba, lejos de los habituales juicios y moralistas que las mujeres del colectivo tienen que soportar y que, para ella, son "hipocresía" pura. No hay un perfil de prostituta ni de los motivos para serlo, apunta, del mismo modo que no se atreve a hacer un retrato robot de los clientes. "Tu padre, tu hermano, tu abuelo o tu marido consumen prostitución", dice, y ríe cuando se le pregunta por las "perversiones" que buscan los hombres. "Esto de las perversiones depende de cada caso. A veces solo quieren que les abraces o les toques la cara porque necesitan el contacto físico que su pareja les niega", relata.

Sobre la eventual futura ley de la prostitución, Borrell afirma que si no se apuesta por un modelo que regule con derechos y deberes la prostitución no se solucionará la precarización y la falta de derechos de las trabajadoras sexuales, que, paradojas del negocio, son las que generan los beneficios pero a la vez son las únicas silenciadas y las más vulnerables, como se ha demostrado durante el cierre de los clubes, que dejaron a miles de mujeres sin ingresos. Para esta sindicalista, la propuesta del gobierno es la misma historia de siempre: la de "criminalizar, convertir a las prostitutas en criminales". Para ella, si lo que se quiere es luchar contra el tráfico de personas, que "la policía haga su trabajo" deteniendo a los mafiosos y desmantelando redes delictivas. Sea cuál sea el espíritu de la ley, Borrell dice que tiene claro que seguirá en el oficio y se pregunta cómo evitarán que ponga precio a sus servicios. "Quiero morir con el taca-taca de purpurina", proclama riendo sentada en la sede del local del sindicato.

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