“Es fundamental conocer y respetar la sensación de saciedad de los hijos”

Las nutricionistas recomiendan planificar las comidas y aplazar al máximo el consumo de sal y azúcar

Piràmide de alimentación
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Santa Coloma de GramenetNo existe el menú ideal para todos los niños y adolescentes. Cada criatura tiene unos gustos y unas preferencias, hace más o menos actividad física y tiene su sensación de hambre y saciedad. "Es fundamental conocer y respetar esta sensación que empieza ya con el amamantamiento, cuando el bebé come a demanda la cantidad que necesita. Esta autoregulación se tiene que continuar respetando después con el formato cuchara", explica la dietista y nutricionista de la Agencia de Salud Pública de Catalunya, Maria Manera. Coincide con ella la presidenta del Colegio de Dietistas-Nutricionistas de Catalunya, Roser Martí: “Dos niños de un mismo curso, porque tengan la misma edad, no tienen que comer las mismas cantidades. No los podemos forzar si no tienen más hambre, se tiene que respetar su saciedad”. Con todo, los menores van generando nuevas necesidades nutricionales a medida que crecen y las familias se enfrentan a diferentes retos para cada etapa vital.

Primera infancia

Jugar con los colores y las cocciones

Los primeros tres años de vida son la base de los hábitos alimentarios. "Después de la lactancia descubren los alimentos y los empiezan a probar y a aceptar. Es en este momento en el que los adultos tienen que ofrecer los productos de origen vegetal de forma temprana y variada", afirma la también dietista y nutricionista de la Agencia de Salud Pública de Catalunya Gemma Salvador. Los alimentos se tienen que ir introduciendo progresivamente y en diferentes texturas y cocciones, pero sobre todo de forma que llamen la atención de los pequeños. Y una buena estrategia para conseguirlo es que haya mucho color en los platos usando diferentes hortalizas y frutas.

"Sobre todo, se tiene que procurar no adulterar los alimentos con potenciadores como la sal o el azúcar para que los niños conozcan los sabores naturales", insiste Salvador. Y, si un alimento no acaba de aceptarse inicialmente, es importante no dejarlo de ofrecer, sino buscar otras recetas para introducirlo en su dieta.

Edad escolar

Hacer como mínimo una comida en familia

En edad escolar haría falta que los niños comieran hortalizas tanto para comer como para cenar, harinas integrales durante el día, tres piezas de fruta fresca como mínimo, una ingesta de lácteos (o bebidas vegetales enriquecidas con calcio sin azúcares añadidos) y proteína animal o legumbres. Pero los nutricionistas a menudo encuentran que los menús se basan en unas preferencias muy marcadas (de los menores o de sus padres) y que muchas aversiones están fuertemente condicionadas por el contexto familiar o por la comodidad de la preparación de otros alimentos.

"Hay ha familias que dicen «Es que a mi hijo no le gusta esto...», pero ¿se lo han ofrecido? ¿Han buscado estrategias? ¿O es que los padres tampoco comen eso?", plantea Martí. Para que un niño coma bien tiene que tener espejos de consumo en sus referentes familiares, añade la nutricionista. Y una de las mejores maneras para hacerlo es implicar al menor en la planificación y la elaboración de las comidas, y sobre todo compartirlos en familia. O, como mínimo, uno al día.

Adolescencia

Vigilar las bebidas energéticas y los 'snacks'

Durante la adolescencia se encadenan muchos cambios y la alimentación no es una excepción. A menudo los jóvenes se introducen en el mundo de las bebidas azucaradas, energéticas o directamente el alcohol, y la falta de tiempo para ir a casa a comer a mediodía o los encuentros más habituales con amigos los llevan a consumir más comida rápida y picar entre horas, en la mayoría de casos productos procesados nada recomendables como la bollería o los snacks.

"En muchos institutos todavía nos encontramos máquinas expendedoras en los pasillos que ofrecen mayoritariamente azúcar, grasa y productos industriales a un precio bastante asequible. Si con 2 euros se pueden comprar tres chocolatinas, generalmente no bajarán al mercado a comprar piezas de fruta, a menos que tengan este hábito muy adquirido o las traigan de casa", lamenta Martí.

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