El Govern admite la saturación de los servicios de salud mental juveniles

Salud potencia la atención domiciliaria para adolescentes con trastornos graves, coincidiendo con el aumento de casos por la pandemia

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La demanda de visitas juveniles se ha disparado un 30% debido a la pandemia.

BarcelonaClàudia (nombre ficticio) tiene 17 años y resume el 2020 como "un año de mierda". Su abuela murió repentinamente sin poderse despedir y su padre se quedó sin trabajo pocas semanas después de que el Govern ordenara el cierre domiciliario para frenar el avance del covid. La convivencia era difícil: las discusiones en casa eran cada vez más frecuentes y más fuertes, había demasiada tensión, recuerda. Y cuando llegó el verano y el desconfinamiento, ella continuó aislada. Prácticamente no mantenía relación con los amigos de siempre y buscaba excusas para no salir de la habitación, a menudo comiendo y cenando. "Estava enfadada con todo el mundo, pero demasiado cansada para enfrentarme. Lo único que me hacía salir del bucle era hacerme cortes en los muslos. Me calmaba cuando la cabeza me iba a mil por hora", explica. Y si su familia no la hubiera pillado haciéndolo, dice, habría continuado sin cesar.

El caso de Clàudia no es aislado: el departamento de Salud calcula que, desde que estalló el covid, han aumentado un 27% las consultas sobre suicidio y conductas autolesivas entre los jóvenes. En general, todos los trastornos mentales se han incrementado mucho los últimos meses entre los adolescentes, que son también el grupo poblacional más vulnerable de sufrir descalabros emocionales por su edad y contexto familiar y socioeconómico, este último fuera de su control. Las autoridades sanitarias estiman que la demanda de jóvenes que quieren visitarse (o familias que lo reclaman) se ha disparado un 30%, especialmente debido a los trastornos de la conducta alimentaria (TCA), las autolesiones y los cuadros ansiodepresivos, pero también por los trastornos severos de la conducta y de gestión compleja. La radiografía que hacen los expertos consultados por el ARA es muy negra: afirman que la red de salud mental está desbordada.

"Es cierto que ha habido un aumento de las problemáticas de salud mental en personas jóvenes y adolescentes, y por eso desde Salud hemos reforzado las equipaciones de atención primaria y los Centros de Salud Mental Infantil y Juvenil (CSMIJ) para poder dar respuesta a esta demanda", ha admitido este viernes el presidente del Consell Asessor de Salut Mental y Adiccions del departamento de Salud, Joan Vegué, que ha puntualizado que este repunte llegará pronto al tope y que las listas de espera se irán reabsorbiendo. Desde que el conseller Josep Maria Argimon llegó al Govern, el verano pasado, la salud mental ha acaparado buena parte de los anuncios de Salud. La conselleria reserva 80 millones de euros de los presupuestos del 2022 para el refuerzo de la atención psiquiátrica y psicológica, inicialmente para el abordaje de los casos más complejos.

Preguntado por el ARA, Vegué ha reconocido que los servicios estándares de salud mental están "mal adaptados" y que hace falta "plantear otra manera de hacer más proactiva" y un "cambio de modelo" que sea más accesible a los jóvenes –sobre todo los que presentan cuadros más graves– que los vincule al sistema. En este sentido, Salud hace una apuesta por la atención domiciliaria. La semana que viene se pondrán en marcha diez equipos que permitirán atender unos 250 jóvenes de 12 a 25 años con trastornos psicopatológicos graves.

Estos equipos estarán formados por una cuarentena de psicólogos, psiquiatras, enfermeras y trabajadores y educadores sociales, con el objetivo de acercarse a los jóvenes con situaciones vitales complejas (condicionantes familiares, sociales y económicos) y un trastorno mental y de conducta de intensidad grave o moderada, vinculados al consumo de sustancias; a personas que presentan conductas disruptivas o transgresoras, que generan alarma en el entorno social, familiar, educativo o laboral; y a personas con dificultades para mantener habilidades sociales, interaccionar y comunicarse. "En definitiva, personas que tenemos dificultades para atender correctamente y que se nos escapan por las rendijas de la red de salud mental clásica", resume Vegué.

La psiquiatra infantojuvenil y directora de uno de los equipos guía, Àurea Autet, asegura que esta estrategia no pretende trazar una distinción de jóvenes alrededor de la gravedad de la enfermedad, sino de los condicionantes que pueden agravarla. "No podemos abordar sus problemas como hemos hecho hasta ahora, hay que ofrecerlos una atención integral porque son pacientes en la evolución de los cuales el ambiente familiar, social y educativo tienen mucho peso", explica. La psiquiatra ha admitido que durante años el sistema sanitario ha ido poniendo "parches" para atender a estos adolescentes, y asegura que el gran error ha sido verlos solo como enfermos sin tener en cuenta la complejidad social en la que viven y sin ofrecerles estrategias compartidas fuera del ámbito estrictamente sanitario, como por ejemplo desde los servicios sociales o los centros educativos.

Una red estrangulada

"Esto no quiere decir que todos los jóvenes que sufren tengan algún trastorno o que necesiten ir al psicólogo o al psiquiatra", ha querido matizar Autet. Con todo, y a pesar de que el aumento de visitas en las consultas de salud mental no es repentino –ha ido subiendo progresivamente los últimos años–, la pandemia ha tenido un efecto multiplicador que ha colapsado los servicios de salud mental juvenil, según alerta el coordinador del comité de infancia y adolescencia del Col·legi Oficial de Psicologia de Catalunya (COPC) y psicólogo del área de salud mental infantil y juvenil del Hospital Sagrat Cor de Martorell, Roger Ballescà. "Tenemos una red de salud mental bastante implantada y estendida por el territorio, pero muy estrangulada económicamente y con falta de manos y tiempo desde hace años", explica.

El psicólogo denuncia que la atención que pueden proveer la primaria, los CSMIJ o las unidades de hospitalización es "escasa" y a menudo poco profunda o frecuente. La media de atenciones cuando un joven entra en el sistema se estima que es de 6,3 visitas anuales, aproximadamente una cada dos meses, pero los psicólogos no descartan que los tiempos de espera sean superiores en algunos territorios. Además, las quejas de los profesionales que acompañan a estos jóvenes diariamente no se circunscribe a las primeras visitas o al seguimiento de los casos, sino también a las atenciones de urgencia. Acceder a un recurso temporal de atención en episodios agudos, durante el momento de más gravedad del trastorno, tampoco es sencillo, asegura David Montejo, director del Centre Residencial d'Acció Educativa (CRAE) Prim.

"Si antes ya íbamos justos, ahora el caso tiene que ser muy bestia, como un intento de suicidio. En el centro tenemos a una adolescente deshecha que necesita contención emocional y física permanente. Hace tres semanas que va a urgencias para visitarse en el hospital, siete veces sólo la última semana, pero la lista de espera para ingresar es tan alta que la envían de nuevo a casa a sufrir", avisa el director del CRAE de l'Hospitalet de Llobregat, donde viven niños y jóvenes sin referentes familiares. L'educador recuerda que en un entorno como este hay profesionales formados para "sostener" la situación, así como convenios con centros de salud mental para asegurar visitas en un máximo de tres semanas. "Pero esto una familia no puede gestionarlo. Se vive un aumento de los episodios de crisis con unos recursos públicos saturados, y esto no puede ser", afirma.

Ballescà añade que la presión asistencial es "altísima", pero asegura que lo que realmente estresa a los profesionales es que no pueden hacer más "por falta de tiempo". "No se trata sólo de reclamar que nos aumenten los recursos económicos, sino también de que se destinen de forma diferente. Somos líderes en gasto farmacológico por esta falta de tiempo y tendríamos que orientarnos hacia un abordaje psicológico que evite la medicalización", dice. Coincide Montejo, que afirma que "la buena voluntad de los profesionales está", pero que el problema es la "falta de prevención que se hace: no se abordan bastante las emociones ni la cura de la salud mental en las escuelas, por ejemplo. Sabemos que el pico de casos debido a la pandemia pasará, pero hay mucho más por hacer".

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