¿Por qué no tenemos suficiente agua?
Las necesidades del regadío, la expansión del bosque y el repunte del consumo doméstico en pleno verano resucitan la amenaza de las restricciones
BarcelonaLa sequía se agudiza. Hace meses que la falta de precipitaciones es muy visible y ahora los problemas llegan ya a las reservas de agua. Esta semana se ha declarado la alerta hidrológica en 135 municipios de la parte alta del Ter, en el tramo medio del Llobregat y en el sector de Anoia-Gaià. Han llegado las primeras restricciones en la agricultura, en la ganadería y en la industria, y en el ámbito particular se ha establecido un límite de 250 litros por persona y prohibiciones de llenar una piscina o de regar la calle con agua del grifo. Este tipo de restricciones podrían extenderse a finales de septiembre si no llegan lluvias, según explicó el viernes en rueda de prensa la consellera de Acción Climática, Alimentación y Agenda Rural, Teresa Jordà. El escenario de alerta, lo que implicaría estos cambios, se activa en principio cuando las reservas en los embalses bajan del 40%. A estas alturas el nivel de los embalses se sitúa alrededor del 43%, y hay que tener en cuenta que se bajó del 50% hace apenas tres semanas. Fuentes de la Agencia Catalana del Agua (ACA) dicen que este descenso tan acusado se debe al adelanto de campañas de riego, lo que hace pensar que en las próximas semanas el ritmo de bajada de los embalses tendría que ser menos acusado.
Esta semana han llegado algunas tormentas localmente fuertes, pero no han pasado de ser trombas de agua bastante localizadas y que han afectado en algunos casos a zonas bastante próximas a la costa, más que lugares de las cabeceras de los ríos; por lo tanto, no hay que esperar que estas últimas lluvias cambien mucho el panorama. Es más, la semana que viene empezará un nuevo episodio de calor fuerte acompañado seguramente de ausencia de precipitaciones.
Para entender el problema del agua en Catalunya es importante saber que el país está dividido entre los ríos que desembocan directamente en el Mediterráneo, las llamadas cuencas internas de Catalunya, y los que acaban alimentando el tramo final del Ebro. El 92% de la población se concentra en las cuencas internas, que, por el contrario, tienen una capacidad de almacenar agua más de cinco veces inferior a la de la parte catalana de la cuenca del Ebro. En general, cuando se habla del dato general de los embalses se hace referencia al agua de las cuencas internas, de las cuales depende la inmensa mayoría de la población. Las concesiones de agua y la gestión de los embalses de la parte catalana de la cuenca del Ebro pertenecen a la Confederación Hidrográfica del Ebro, un organismo que depende del Estado.
Los dos sistemas no están conectados, pero hay uno minitrasvase que lleva agua del Ebro hacia el Campo de Tarragona y del cual se benefician 71 ayuntamientos y más de veinte industrias de la zona. Durante la grave sequía de 2008 se llegó a aprobar por real decreto la prolongación de este trasvase hacia Barcelona, pero la llegada de las lluvias abundantes durante la primavera de aquel año dejó esta medida suspendida justo dos meses después de su aprobación. Nadie sabe qué pasará cuando llegue la próxima situación tensa a las cuencas internas, puesto que la planificación hidrológica no plantea nuevos trasvases entre cuencas, según el director del área de Abastament d’Aigua de la ACA, Jordi Molist.
Precisamente la crisis de 2008 obligó a buscar soluciones que reforzaran el sistema cuando las cuencas internas volvieran a pasar por una situación tan tensa. Una de las soluciones es la creación de las desalinizadoras que hay en el Prat y en la Tordera. Las dos trabajan a pleno rendimiento desde hace meses y han aportado 33 hm3 de agua al sistema, lo que quiere decir que sin su aportación de agua ahora los embalses estarían 5 puntos porcentuales por debajo de lo que están. La apuesta por la desalinización seguirá en los próximos años: está previsto casi duplicar la capacidad de desalinizar agua durante el periodo 2022-2027 con la ampliación de la planta en la Tordera, que pasará de poder producir 20 hm3 de agua al año a un potencial de 80. El gran problema de la desalinización es que para obtener mil litros hay que gastar 3 kWh, un consumo energético mucho más elevado que los otros sistemas para obtener agua.
El consumo doméstico y el turismo
Otro aspecto que ha favorecido el ahorro es la bajada del consumo por habitante. A principios del siglo XXI en Catalunya se llegó a unos niveles de casi 145 litros por persona y día, un dato que después de la sequía de 2008 llegó a bajar por debajo de los 115. En los últimos años los datos reflejan un repunte del consumo. En 2020 el consumo superó los 120 litros por persona y día por primera vez desde 2011. Este repunte preocupa: según explicó el jueves en rueda de prensa la consellera Jordà, hoy estamos consumiendo 11 litros más por persona y día que en 2019.
Si se miran datos por comarcas, hay diferencias notables. Con valores de 2020, la Terra Alta (97 litros por persona y día), el Berguedà (102) o la Segarra (106) tienen los consumos más bajos, mientras que el Baix Empordà (207), la Cerdanya (215) y sobre todo Alt Ribagorça (352) y Vall d'Aran (373) tienen los más altos.
Un aspecto que rápidamente salta a la mente cuando se piensa en el problema del agua es el del turismo. Se podría pensar que tiene un peso importante en la ecuación, pero tanto desde la ACA como expertos como el catedrático emérito de ecología de la Universitat de Barcelona Narcís Prat coinciden en que no es uno de los problemas importantes, a pesar de que tiene el inconveniente de que tensa el sistema precisamente en verano, que es cuando habitualmente hay menos agua disponible. De hecho, en 2020, en plena pandemia y sin turistas extranjeros, el consumo de agua subió respecto al año anterior.
Esta primavera la ACA ha puesto en marcha precisamente una campaña de concienciación sobre el consumo de agua orientada a los turistas. La campaña aporta datos penetrantes, como por ejemplo que en París hay 26 veces más agua disponible que en Barcelona y en Viena unas 300 veces más.
El aumento del bosque
La manera en la que estamos cambiando nuestra manera de vivir nos lleva a una situación cada vez más tensa en cuanto al agua. Un ejemplo sencillo y claro es el de un estudio sobre la cuenca del Onyar hecho entre otros por el profesor de la Universitat de Girona e investigador del ICRA Sergi Sabater. En los últimos 30 años la cubierta forestal en la zona ha incrementado del 33% al 42%. Las zonas de regadío han pasado del 8,3% al 10% y las áreas urbanas del 3,7% al 8,4%. Todas las variables llevan hacia menos agua disponible.
El aumento de bosque se ha generalizado en Catalunya por el abandono de los cultivos de secano y este es un factor que también contribuye a que haya menos agua. Más árboles quieren decir menos agua que llega a los acuíferos o que baja por los ríos. El Onyar está tan contaminado como hace diez años, asegura Sergi Sabater, y el motivo principal de esto es la poca agua que baja. Cita el ejemplo de Ámsterdam, donde potabilizar el agua es un proceso que requiere solo un filtro de arena y poner un poco de cloro, porque el agua circula en gran cantidad. En Catalunya la potabilización del agua es mucho más compleja y en buena parte esto se debe al hecho de que los ríos bajan vacíos. Según Sabater, usar demasiada agua y provocar que los ríos tengan poco caudal también tiene un coste económico, puesto que la potabilización es más complicada.
La asignatura pendiente del agua regenerada
Los expertos coinciden en que tenemos que pasar a tener una mentalidad de reaprovechamiento del agua, a darle todos los usos posibles antes de lanzarla al mar. Actualmente, se producen en Catalunya 53 hm3 de agua regenerada al año. Esta es una agua que no se potabiliza, sino que se destina a usos agrícolas, industriales o lúdicos. Fuentes de la ACA aseguran, sin embargo, que se ha podido demostrar que el agua regenerada tiene más calidad que la que baja por el río y entra en el proceso de potabilización.
Sin duda, quienes lo tiene peor son los 280 municipios que no están conectados en ninguna red y que se abastecen de captaciones propias. Según Narcís Prat, no hay una solución única al problema del agua, sino que se trata de un conjunto de pequeñas soluciones.
La agricultura tiene que ahorrar más
La agricultura tiene el papel más destacado en todo este aspecto, puesto que es con diferencia el sector que consume más agua. El investigador en uso eficiente del agua en agricultura de la IRTA Joan Girona lanza un dato contundente: para producir lo que come un europeo diariamente hacen falta 3.500 litros de agua de media. Según Narciso Prat, la agricultura es el sector que menos consciente es, o quiere ser, de la escasez de agua. Para él, obras como el canal Segarra-Garrigues no se tendrían que estar haciendo y se hace poco para mejorar la eficiencia en cultivos como el maíz y la alfalfa, que se utilizan básicamente para alimentar animales.
En los últimos años es frecuente ver cultivos tradicionalmente de secano como la viña o los olivos transformados en regadío. Según Joan Girona esto tiene mucho sentido, puesto que los cultivos de secano serán los que más sufrirán en las condiciones de menos agua de las próximas décadas, y con una justa y medida aportación de agua se puede aumentar claramente la producción. En el IRTA se investiga para saber cómo producir alimentos con menos agua y también se trabaja para generar software que ayude a los labradores a llevarlo a cabo. Incluso herramientas como drones o imágenes de satélite son útiles para determinar cuánta agua necesita un cultivo.
Ser menos carnívoros también ayudaría a ahorrar agua. Para producir una manzana hacen falta unos 70 litros de agua, mientras que para producir un bistec de unos 100 gramos hacen falta 1.500. Nutricionalmente, no aportan lo mismo, pero queda claro que una reducción del consumo de carne supondría un uso del agua menos intensivo.