Los niños comen peor ahora que hace 20 años

Las nutricionistas alertan de que la dieta mediterránea se pierde: se consumen muchos procesados y poca fruta y verdura

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Ola, 2n ESO, I.E. Costa y Llobera

Santa Coloma de GramenetEn los estantes de cualquier tienda catalana se exponen decenas de galletas y dulces, salsas y cereales y platos precocinados como pizzas. Todos estos productos se hacen la competencia entre ellos con los envases y las ofertas más llamativas para engatusar a las familias que todavía no han decidido qué toca para merendar o cenar. En cambio, para localizar un paquete de yogures naturales sin azúcares añadidos, hay que esforzarse mucho y leer muchas etiquetas. La oferta de comida no saludable es “anchísima y salvaje”, según la dietista y nutricionista de la Agencia de Salud Pública de Catalunya, Maria Manera, y esta sobreexposición a los productos procesados repercute directamente en la dieta y la salud de la población, especialmente la de los niños y los jóvenes en plena etapa del crecimiento. En Catalunya, el 24,4% de los menores de 12 años tiene sobrepeso y el 10,1% tiene obesidad, unas condiciones que pueden provocar enfermedades metabólicas como la diabetes. Las causas hay que buscarlas en los hábitos de vida, como el sedentarismo, pero principalmente en la mala alimentación.

"Estos datos nos hacen pensar que ahora los niños comen peor por la oferta alimentaria a la que están expuestos", plantea Manera. Piensa lo mismo la presidenta del Colegio de Dietistas-Nutricionistas de Catalunya, Roser Martí, que afirma que los niños comían mejor hace veinte o treinta años, cuando no había tantos productos industriales a su alcance. “Los alimentos eran frescos, se priorizaba el producto de la zona y el de temporada, y las familias dedicaban más tiempo a la cocina y a las comidas compartidas”, radiografía. También la dietista y nutricionista del Hospital Sant Joan de Déu, Mireia Termes, cree que la incorporación de los alimentos procesados (sufren cambios de conservación) y ultraprocesados (se añaden tantos ingredientes y aditivos que hacen irreconocible el alimento original) es una amenaza para la alimentación de los más jóvenes. “Los paladares infantiles prefieren sabores más dulces que sustituyen los de los alimentos frescos y progresivamente se está abandonando la idea de dieta mediterránea, la de toda la vida, la que de nuestros padres y abuelos y la que es más saludable”, lamenta.

Una alimentación completa, equilibrada y saludable prioriza los productos de origen vegetal, que incluyen frutas y verduras, legumbres, frutos secos, cereales y derivados integrales, y en general se completa con productos de origen animal de buena calidad (pescado blanco y azul, carnes preferiblemente magras, huevos y lácteos). Los alimentos tienen que ser frescos, mínimamente procesados, preferiblemente de temporada y de proximidad, y se tiene que limitar a la mínima expresión el consumo de productos con un alto contenido de azúcares, grasas poco saludables y sal, presentes en la bollería, los snacks, las bebidas azucaradas y los precocinados. "Estamos a favor de que haya una cierta disponibilidad de alimentos más dulces, pero siempre que aparezcan de forma muy puntual y que tanto familias como niños lo asocien a momentos muy concretos", argumenta la dietista y nutricionista de la Agencia de Salud Pública de Catalunya, Gemma Salvador.

Sin embargo, los comercios, sobre todo los supermercados y los grandes almacenes, son entornos que sesgan mucho la elección. “Los productos buenos y baratos como un puñado de legumbres y un poco de pan integral y de brócoli quedan sobrepasados por los que son caros y malos. Y estos, cuando son ricos en hierro son pobres en vitaminas, y cuando son bajos en sal, tienen demasiadas grasas”, resume Manera. Los alimentos básicos y económicos son los más aconsejables para una dieta saludable. "Pero alrededor de la alimentación hay una industria muy potente, a menudo con declaraciones engañosas, que bombardea a una población que no siempre puede estar suficientemente atenta", señala Salvador.

Para la experta, no todas las familias están igual de empoderadas y muchas se dejan enredar por aquello que parece más fácil o atractivo. Por ejemplo, que requiere menos tiempo en la cocina o que con un solo paquete permite alimentar más bocas. "Y esto depende en una parte muy importante de la clase social a la que pertenecen. Lo que afecta más a estas familias es la carencia de tiempo y la baja capacitación para, con pocos recursos, elegir opciones más saludables", afirma Salvador, que defiende que es esencial concentrar esfuerzos para cerrar filas contra la publicidad de estos alimentos nocivos.

Auge de dietas restrictivas

Como ya hacen países como el Reino Unido, Portugal o Noruega, el gobierno español anunció que a partir del año que viene quedará prohibida la publicidad de bebidas y alimentos ricos en azúcares y grasas dirigida al público infantil. Las dietistas consultadas valoran positivamente esta medida porque ayuda a sacudir conciencias sobre la necesidad de reducir el consumo de productos procesados, no solo por una cuestión de salud individual, sino también global y de planeta. Pero Manera advierte que "de momento ni las encuestas poblacionales ni el consumo real demuestran un cambio de tendencia real".

En cambio, el llamamiento a incrementar la proteína vegetal y reducir la animal progresivamente por conciencia con el planeta y con el bienestar de los animales ha crecido -en los comedores escolares hace 15 años que se implementa esta máxima- y las dietas restrictivas o alternativas como el vegetarianismo y el veganismo han aumentado notablemente los últimos años. De hecho, son muchas las criaturas y los jóvenes que piden a sus familias dar el paso y abandonar en mayor o menor grado los alimentos de origen animal. "Y no hay ningún problema. Si están planificadas con un pediatra o especialista y correctamente suplementadas [para las vitaminas B12 y D el hierro], estas dietas son compatibles con una salud y un crecimiento buenos", asegura Termes. Pero Salvador hace un aviso: "Esto no significa que haya que comprar productos especialmente diseñados para estas dietas, que son muy procesados. En estos casos continúa siendo fundamental la comida orgánica y fresca".

Las expertas tienen una opinión muy diferente ante las restricciones de alimentos concretos, como la leche o el gluten, sin una indicación médica. "La leche es un alimento muy poco procesado. Los lácteos son malos si se toman más de la cuenta o si son muy azucarados, pero con una ingesta moderada son fundamentales para la dieta infantil. Si se quiere eliminar porque es de origen animal, adelante, pero hay que ser consciente que hay que tomar más fuentes de calcio", explica Salvador. Por ejemplo, comiendo frutas secas, col, brócoli, lentejas, gambas o almejas. "No porque no nos gusten los lácteos o los descartemos tendremos una ingesta de calcio insuficiente", corrobora Martí.

Sobre la retirada del gluten, las nutricionistas aseguran que no aporta ningún beneficio. "Solo tienen que prescindir de él las personas con intolerancia o alergia definidas por el especialista. Quitarlo es complicarse la vida gratuitamente: tendrás que comprar un producto más caro y con más azúcar, lo que precisamente no interesa", concluye Manera.

Ferran, 2n ESO, I.E. Costa i Llobera
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