Páncreas y esófago, dos cánceres rebeldes que se escabullen de los tratamientos

El diagnóstico tardío y la agresividad de cada tumor condicionan los adelantos en supervivencia

Viales de sangre para investigación en una imagen de archivo
4 min
Dosier Cómo se podrá ganar la lucha contra el cáncer Desplega
1
Cómo estamos ganando la guerra contra el cáncer
2
Inmunoterapia: enseñando al cuerpo a desenmascarar y atacar al cáncer
3
"Queremos atacar la metástasis antes de que sea metástasis"
4
Actividad frenética en los laboratorios para acorralar al cáncer
5
Páncreas y esófago, dos cánceres rebeldes que se escabullen de los tratamientos

BarcelonaUn diagnóstico de cáncer no es una sentencia de muerte. Los enfermos de todos los tipos de tumores han ido ganando tiempo de vida –la supervivencia se ha duplicado en 40 años–, pero esta mejora no es homogénea para todos ni se puede medir del mismo modo. En algunos casos la enfermedad avanza tan deprisa que el tiempo se agota antes de proponer un tratamiento viable. En otros, los tumores se rebelan y se escabullen de las terapias.

Los cánceres de pulmón encabezan la lista de mortalidad oncológica y los del sistema digestivo (colon y recto, hígado, esófago y páncreas) tienen la supervivencia a cinco años más limitada. Y, en cambio, a pesar de la elevada prevalencia del cáncer de mama, el 86% de los afectados sobreviven. Más allá de su agresividad intrínseca, algunos tumores pasan desapercibidos y, cuando se detectan, se encuentran en fases irreversibles; otros se forman en zonas rodeadas de órganos delicados y se favorece la progresión, y también los hay que tienen mucha capacidad para hacer metástasis. 

Incidencia y mortalidad de los cánceres más frecuentes
Datos mundiales estimados por personas de los dos sexos y mayores de 50 años

Uno de los cánceres más agresivos es el de páncreas. “El 80% de los enfermos viven pocos meses después del diagnóstico, máximo un año, y el 20% suele sufrir recaídas”, explica la investigadora en tumores gastrointestinales del Vall d'Hebron Instituto de Oncología (VHIO), Teresa Macarulla. Su ubicación detrás del estómago y el colon, y en contacto con el duodeno y la vía biliar hace que las células malignas se extiendan rápidamente. Y, a pesar de que este no es el tumor con la incidencia más elevada, registra una de las mortalidades más elevadas [ved gráfico]. En las estadísticas, las cifras de nuevos diagnósticos y muertes anuales son similares.

Según Macarulla, no da síntomas hasta etapas muy avanzadas y las líneas de investigación más prometedoras no están funcionando por ahora, como la inmunoterapia, puesto que es un tumor que se clasifica como frío (prácticamente no se ve afectado por el sistema inmunitario). El tumor se protege con un tejido fibroso (estroma) que desvía todos los fármacos que buscan romperlo. Además, la mayoría de los pacientes tienen mutaciones en genes para los que no hay ningún tratamiento directo y solo un 5% responden bien a la cirugía y la quimioterapia. “Esto no significa que no se haya avanzado en el cáncer de páncreas. Lo hacemos, pero más lentamente. Y hay cierto optimismo: unos cuantos pacientes con tratamientos de mantenimiento viven dos o tres años”, asegura Macarulla.

Precisar los apellidos del tumor

La vinculación entre un diagnóstico tardío y la muerte también es directa en el cáncer de esófago. Cuando los pacientes se dan cuenta de los síntomas –sobre todo, dificultades para tragar– suele ser tarde. “En el 60% de los casos, el tumor está diseminado y no se puede ofrecer ningún tratamiento”, explica el cirujano y jefe de la unidad de cáncer de esófago del Hospital de Bellvitge, Leandre Farran. El 40% restante sí que pueden tratarse, pero solo la mitad se curan. “La supervivencia está entorno al 20%”, afirma el experto, que defiende que sería posible mejorar la tasa si se hicieran estrategias de detección precoz, como con los cánceres colorectales, con biopsia líquida o endoscopias seriadas. 

La supervivencia al cáncer de esófago ha aumentado ligeramente los últimos años –en 2013 se situaba en el 13%– porque ha mejorado la técnica quirúrgica y se han ajustado las dosis de quimioterapia. "Y cada vez vamos viendo más terapias biológicas, como anticuerpos monoclonales que despiertan el sistema inmunitario y que, combinadas con los tratamientos convencionales, pueden mejorar la calidad de vida de los enfermos", asegura Farran.

Mención aparte merece el cáncer de pulmón, que, a pesar de ser el más frecuente y, por lo tanto, tener una mortalidad proporcional elevada: la supervivencia es del 15%, pero el pronóstico es muy desigual en función del tipo de tumor. El más común es el adenocarcinoma, para el que se han hecho muchos adelantos terapéuticos. Por ejemplo, ahora se han postulado terapias dirigidas a mutaciones en los genes GFR o ALK. Enfermos que antes tenían una vida limitada a 10 y 12 meses, y que incluso podían haber hecho metástasis, ahora pueden vivir el doble, entre 24 y 30 meses. Incluso, si el diagnóstico llega en etapas tempranas, pueden curarse y que el cáncer sea indetectable. Esto pasa en torno al 10% de los casos.

Sin embargo, hay subtipos muy agresivos. El que tiene peor pronóstico es el cáncer de pulmón microcítico, es decir, de células pequeñas, así como los carcinoides, que todavía se resisten a los tratamientos, incluidas las terapias biológicas. "Solo entre un 20 y un 30% de enfermos responden favorablemente, porque a menudo vamos a ciegas para saber qué tratamiento necesitan", dice el referente clínico de cáncer de pulmón en el Hospital Josep Trueta e investigador en el Institut Català de Oncología (ICO) de Girona, Joaquim Bosch.

El investigador destaca que normalizar el acceso al diagnóstico molecular completo de los tumores cambiaría drásticamente el pronóstico. "Si fuéramos capaces de precisar los apellidos del tumor e identificar de forma precoz qué pacientes se pueden beneficiar, más cánceres se podrían tratar y cronificar", plantea.

Dosier Cómo se podrá ganar la lucha contra el cáncer
Volver al índice
stats