"Vengo a decirte que tus manos me provocaron dolor"
Más comadronas, formación de los profesionales y entornos menos medicalizados son algunas de las claves para acabar con la violencia obstétrica
BarcelonaSe hizo comadrona después de dos partos traumáticos que le dejaron múltiples secuelas. "Yo era una mujer de 29 años sana y fui muy confiada a parir a mi primer hijo. Me hicieron una episiotomía de caballo y usaron fórceps. Estuve un mes en la cama y quedé con muchas secuelas: prolapso de recto y vejiga, problemas a nivel sexual, incontinencia de orina y problemas para ir de vientre. Si parir tiene que ser una cosa normal, por qué estoy tan mal?", se preguntaba Maria Llavoré, hoy comadrona del Hospital de Sant Pau. Llavoré, que entonces hacía diez años que trabajaba de enfermera de cuidados intensivos, decidió hacer oposiciones para comadrona para entender qué le había pasado. Se entiende como violencia obstétrica aquella que ejercen los profesionales o las organizaciones sanitarias sobre el cuerpo y los procesos reproductivos de las mujeres. Siete de cada diez mujeres aseguran que se han sentido ninguneadas durante el embarazo o el parto, y organismos internacionales como la OMS y la ONU lo han reconocido.
Diecisiete años después de aquella experiencia, Llavoré buscó al ginecólogo que atendió sus partos. "Le pedí visita y le dije: llevo 17 años sufriendo, soy una enferma crónica porque tendré secuelas hasta que me muera y que sepas que tus manos me provocaron dolor. Entiendo que era la manera de actuar, pero en mí me mutilaste", explica Llavoré. Reconoce que a ella también la formaron, inicialmente, en una atención al parto muy medicalizada. "Me he especializado en suelo pelviano y veo desgracias en mujeres desde 20 hasta 90 años provocadas, la mayoría, en el momento del parto. Detrás de cada mujer que entra en una sala de partos hay una vida y una historia y no tenemos ni idea de lo que hacen nuestras manos", dice esta comadrona.
La violencia obstétrica –término que todavía incomoda a algunos profesionales– también impacta sobre los sanitarios. "He visto a comadronas –o yo misma– con lágrimas en los ojos viendo algunas acciones o algún trato hacia las mujeres. Hubo un momento que las comadronas que no podían soportar la violencia de las salas de partos se iban a atender partos en casa o a la primaria", explica.
Siete de cada diez mujeres aseguran que se han sentido ninguneadas durante el embarazo o el parto, pero las mujeres, cada vez más informadas, empujan a cambiar el modelo asistencial y reclaman una atención más humanizada y menos medicalizada. "Hasta que no han sido las mujeres las que han puesto quejas y reclamaciones no se ha hecho nada, el cambio ha venido de abajo", sostiene esta comadrona.
Sanar la herida
Saioa Baleztena es periodista y activista por un parto respetado. El 2019 parió su primer hijo en el Hospital de Sant Pau. "Cometí el error, como madre primeriza, de ir al hospital antes de tiempo". El parto, que no se desencadenaba, acabó en inducción y le practicaron, sin consentimiento, la controvertida maniobra de Hamilton (una técnica para acelerar el parto). "Aquello fue traumático porque me llevaron a otra sala para hacérmela mientras yo gritaba y le pedía que parara", recuerda. El parto, después "de muchas intervenciones innecesarias que provocaron sufrimiento fetal", acabó con una cesárea de urgencia a la cual llegó con una crisis de angustia, y no dejaron entrar a su compañero ni hacer piel con piel con su hijo.
Admite que la violencia obstètrica, como cualquier otra violencia de género, "no se sana nunca del todo". "Aprendes a convivir con ella y lo he trabajado con terapia que he pagado de mi bolsillo". También la ha ayudado a sanarlo poder hablar con los profesionales del hospital donde parió y contribuir a cambiar protocolos. "El primer paso para erradicar la violencia obstétrica es que los profesionales sanitarios se pongan ante el espejo y acepten que existe. Que los principales responsables hayan hecho autocrítica a raíz de mi experiencia ayuda a sanar", dice.
Tanto es así que decidió parir a su segundo hijo en el mismo hospital y darle una segunda oportunidad. Pagó de su bolsillo a unas comadronas para que la acompañaran en casa en la dilatación y así atrasar al máximo la llegada al hospital. "Hay evidencia científica de que cuanto antes llegas al hospital, más riesgo hay de que el parto sea intervenido", explica. Una vez en el hospital, el parto se encalló y acabó en cesárea, pero la experiencia, esta vez, fue positiva. "Al contrario del primer parto, era una más del equipo que me estaba atendiendo y pude decidir. Parir por cesárea también es parir y también tienen que ser partos respetados", reivindica.
Tanto ella como Llavoré participan este sábado en la jornada Entre dones (Entre mujeres), que organiza el Hospital de Sant Pau y en que, entre otros temas sobre salud de la mujer, se hablará de violencia obstétrica. Esta es una de las primeras acciones que impulsa la apenas creada comisión de salud y género del hospital. "Las mujeres están cada vez más concienciadas y las redes están siendo un espacio donde se pueden expresar, pero si este activismo no va acompañado de políticas públicas por parte de las instituciones, poca cosa se podrá conseguir. No necesitamos más leyes, necesitamos que se apliquen las recomendaciones que ya hay, pero no se está haciendo nada", lamenta Baleztena.
Más formación y más comadronas
La clave es la formación y actualización de los profesionales sanitarios que atienden a las mujeres, desde ginecólogos hasta anestesistas. "Tenemos una parte importante de responsabilidad y el papel del obstetra es visibilizarlo y ponernos al lado de las mujeres", dice Elisa Llurba, jefa del servicio de ginecología y obstetricia del Hospital de Sant Pau. Hay una parte de esta violencia que es estructural. "El hospital está concebido para ingresar enfermos y se ha asumido el parto como un proceso patológico en un entorno muy intervencionista, pero estas mujeres no están enfermas. El parto es un proceso fisiológico que tiene que estar liderado por comadronas", observa Llurba. El problema, sin embargo, es que hay un déficit de comadronas y no se han creado nuevas plazas.
El Hospital de Sant Pau se plantea hacer la atención al parto normal en las habitaciones, un modelo que probaron durante la pandemia, cuando las salas de partos se tuvieron que trasladar, y que funcionó muy bien. "Les mujeres solo bajaban a quirófano si había un riesgo alto, pero parían a planta. Es un modelo menos intervencionista y más adecuado al que piden las mujeres y es hacia donde vamos", explica Llurba. Desde hace un tiempo, los profesionales sanitarios han percibido también más interés de las mujeres por parir en casa. "I no porque lo prefieran o porque creen en ello, sino para evitar ir a un hospital", concluye Maria Llavoré.