Los trastornos mentales de los jóvenes, la oleada pos-covid

El confinamiento ha desencadenado brotes que ponen en alerta a los especialistas por si el incremento tendrá continuidad

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Una infermera i dos pacients jugant a bàsquet al pati de la Unitat de Cures d’Adolescents del complex Benito Menni de Sant Boi

BarcelonaSi la salud mental de adolescentes y jóvenes pudiera analizarse como si se tratara de un paciente, el diagnóstico más adecuado sería el de “estrés agudo y ansiedad”. Astrid Morer, presidenta de la Sociedad Catalana de Psiquiatría Infanto-Juvenil, de la Academia de Ciencias Médicas de Catalunya, señala que en épocas de “alta vulnerabilidad social y estresantes” la sociedad responde con un aumento de las recaídas o el inicio de nuevos trastornos, un hecho que ya se constató en la crisis económica de hace una década. Un 30% de la población admite que su estabilidad emocional se ha visto afectada en esta crisis, y el termómetro del Hospital Sant Joan de Déu indica que las urgencias han atendido a un 50% más de jóvenes y, a pesar de que la mayoría que han acudido presentaban cuadros de ansiedad, psicosis, depresión y trastornos alimentarios, destaca el incremento de autolesiones e intentos de suicidio. Con el diagnóstico en la mano, la receta es abocar más recursos y estar más atentos a la evolución de lo que se ha llamado nueva oleada pandémica.

¿Esto supondrá que estos jóvenes sean adultos enfermos? Se calcula que el 30% de estos chicos necesitarán apoyo para toda la vida. Falta perspectiva para tener la fotografía real y estable pero hay que tener en cuenta que el pico de casos también se explica porque durante meses la población evitó ir al médico excepto en caso de urgencia. Las visitas a las consultas de salud mental se redujeron un 40% y los trastornos no empezaron a dar la cara hasta que volvió la presencialidad a la escuela y la red sanitaria se distensionó. Los profesionales constatan que los primeros meses fueron los más pequeños, menores de 10 años, los que expresaban más malestar emocional. “Se les ha roto la rutina, se les ha cerrado el espacio de socialización entre iguales y les han afectado los cambios económicos en casa, las muertes sin luto, el miedo ambiental”, factores a los que se les tiene que sumar que la adolescencia es una etapa ya de por sí complicada, porque se está configurando el carácter, apunta Montse Dolz, directora de la unidad de salud mental de Sant Joan de Déu, que indica que a menudo todo este cóctel hace que se “confunda” una patología con la inconformidad de la edad. 

Casos más graves

El retraso en la atención y el diagnóstico en la pandemia sí que ha hecho que los pacientes lleguen ya en una situación avanzada, por urgencias hospitalarias y sin pasar antes por la primaria, destaca el director del Pla Director de Salut Mental i Addiccions, Jordi Blanch, que avanza que para el departamento de Salut la estrategia pasa por una buena política de “prevención más que por hacer tratamientos”. En esta línea, la psiquiatra Dolz añade la importancia de “dedicar esfuerzos para un buen cribado” en la etapa escolar para “ahorrarnos patologías futuras y patologizar casos leves”, teniendo en cuenta que la mitad de los trastornos mentales debutan –en el argot médico– antes de los 18, según un reciente estudio de Idibaps y del Clínic.

La pandemia lo ha agravado, pero es un hecho que a jóvenes y adolescentes les cuesta ir a las consultas de primaria y a menudo son “las madres las que hacen la consulta" cuando notan un cambio brusco en el comportamiento de sus hijos. Carlota Albuin, miembro del grupo de salud mental de la CAMFiC (Sociedad Catalana de Medicina Familiar y Comunitaria), señala que la concentración de personal y esfuerzos en el covid y el hecho de priorizar las consultas online han dificultado el proceso de atención sobre todo entre jóvenes y adolescentes, porque teniendo en cuenta las características de la la etapa en la que se encuentran “no se abren fácilmente para explicar qué les está pasando”. Falta más tiempo para dedicarse al paciente –la reivindicación histórica de los médicos–, pero también hay que enseñar a los profesionales a tener “capacitación para orientar” a estos pacientes tan jóvenes y hacerles ver la necesidad “de derivarlos a los CSMIJ”, los centros de salud mental especiales para el colectivo, apunta la médica de familia. “Nos hace falta este tiempo en la consulta para que la entrevista con el joven sea terapéutica; con prisas y estrés no se establece una interacción correcta”, dice Albuin.

Listas de espera

Si los jóvenes aceptan la derivación topan con el tapón de las listas de espera, que superan de largo el plazo de un mes, y por eso a menudo las familias optan por el atajo de las urgencias hospitalarias. En este caso tampoco hay datos fiables y el departamento espera recopilarlos en los próximos meses con un registro automático de todos los recursos disponibles, anuncia Jordi Blanch, que confía que el número de casos se estabilizará por la calma que aportan las vacaciones y una vez la red ha absorbido “el estallido” del repunte de brotes. “Los casos que tenían que salir ya han salido”, asegura. Con todo, Morer advierte que la evolución dependerá de si las familias pueden recuperar la calma y se reduce la alta precariedad, puesto que el comfort emocional y mental está íntimamente relacionado con el bienestar socioeconómico.

Blanch asegura que la salud mental hace años que está en la agenda del Govern y es una de sus prioridades, pero también admite que la red tiene un déficit histórico de psicólogos y que habría que aumentar también las partidas presupuestarias. Desde la UCA, la unidad de crisis de adolescentes del centro Benito Menni de Sant Boi, la psicóloga clínica Anna Robert señala la carencia de “centros de transición” para pacientes “de entre 18 y 25 años” para evitar, como pasa ahora, que con la mayoría de edad se deriven a servicios de adultos. “Muchos se pierden en este paso y por eso hay que dotar a los CSMIJ de recursos para hacer un acompañamiento dentro de la comunidad”, dice.

En medio de profesionales e instituciones, ¿qué dicen los enfermos? "Se tiene que acabar primero con el estigma social, porque la salud mental es la última barrera que queda en pie", subraya Àngels Bardají, presidenta de Obertament, la entidad que lucha en contra de la estigmatización y que reivindica "triplicar los presupuestos en salud mental" porque el tiempo de espera para una visita desvía los pacientes hacia centros privados, con precios inasumibles para muchas familias.

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