El estrés durante la gestación afecta a la salud mental de los hijos

Los hijos de las mujeres que sufren estrés durante el embarazo tienen mayor riesgo de desarrollar hiperactividad y déficit de atención

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Según varios estudios, como uno realizado por la Facultad de Medicina de la Universidad de Standford hace un par de años, más del 20% de las mujeres gestantes muestran síntomas de estrés. Otras estadísticas, tanto de fuentes estatales como de organismos no gubernamentales, lo sitúan en torno al 25% al ​​30% en muchos países europeos.

El estrés es una reacción del cuerpo y del cerebro ante una situación que percibimos como una amenaza, sea real o no, y con independencia de que sea física, social o psicológica. En principio, el estrés puntual leve o como máximo moderado es beneficioso ante una situación de peligro, ya que incrementa el estado de alerta y permite reaccionar con mayor rapidez, lo que aumenta las probabilidades de supervivencia. Y la gestación comporta, por sí misma, un incremento del instinto de protección frente a las amenazas del entorno.

Sin embargo, cuando el estrés perdura y se vuelve crónico, y muy especialmente si es moderado o agudo, puede empezar a generar conductas y reacciones excesivas o inadaptadas en el entorno, al tiempo que genera una tensión corporal y mental excesivas que pueden incrementar el riesgo de sufrir numerosas enfermedades, tanto orgánicas como psicológicas. Se sabe que el estrés crónico altera la conectividad en diversas áreas del cerebro, lo que favorece la manifestación de conductas impulsivas y de comportamientos de ansiedad, angustia e incluso depresión que pueden perdurar en el tiempo.

Las hormonas del estrés

Todas estas alteraciones se deben a los efectos hormonales del estrés crónico sobre las neuronas. Sin embargo, el estrés crónico que pueden tener algunas madres durante la gestación, ¿también puede afectar a la formación del cerebro de sus hijos e hijas? Y, en caso afirmativo, ¿qué consecuencias puede tener a medio y largo plazo en estos niños?

Para investigarlo, la neuropsicóloga Irene Tung y sus colaboradores, de la Universidad Estatal de California y la de Pittsburgh, en EE.UU., han llevado a cabo un metaanálisis a partir de 55 estudios previos en los que han participado más de 45.000 voluntarios. Los resultados que han obtenido, publicados en la revista Psychological Bulletin, indican que el estrés crónico experimentado por las madres durante la gestación se correlaciona con una mayor incidencia de trastornos como déficit de atención e hiperactividad y con una mayor impulsividad, que se pueden mantener hasta más allá de la adolescencia.

Los estudios seleccionados para realizar este metaanálisis cumplían una serie de prerrequisitos, necesarios para hacerlos comparables. Por un lado, debía haberse valorado el nivel de estrés de las madres en varios momentos durante la gestación y también posteriormente, durante la primera infancia de sus hijos e hijas, para poder discriminar si los posibles efectos sobre los descendientes eran debidos al estrés prenatal o al postnatal. Además, también debía considerarse el género de los descendientes, si eran niños o niñas, para ver si existían diferencias significativas. Y, finalmente, debía haberse hecho un seguimiento periódico de los descendientes durante toda la infancia y la adolescencia.

Al valorar los 55 trabajos seleccionados, que incluían el seguimiento de más de 45.000 casos, Tung y su equipo de investigación observaron, primero, que no existían diferencias de género. El estrés que habían tenido sus madres durante la gestación había afectado a los niños y niñas por igual. También observaron que el efecto del estrés tenido durante la gestación, en las etapas prenatales, influía mucho más en los comportamientos posteriores de los niños que el experimentado después del parto.

Déficit de atención e hiperactividad

A partir de estas regularidades, examinaron la incidencia del estrés prenatal sobre diversas características psicológicas de los descendientes. En concreto, vieron que se correlaciona directamente con un incremento significativo de la incidencia de los trastornos de déficit de atención e hiperactividad, así como de lo que en psicología se llaman factores externalizantes. Básicamente, consisten en la manifestación de problemas de conducta que se producen cuando el niño o el adolescente interactúa negativamente sobre el entorno, como pueden ser la dificultad para controlar la agresividad física o social, el acoso verbal y el desafío, hasta llegar, en los casos más extremos, a conductas claramente delictivas.

En todos estos casos, la mayor incidencia se observa durante la primera infancia, entre los 2 y 5 años de edad, pero en muchos casos se mantiene hasta más allá de la adolescencia. El motivo, según el trabajo, debe buscarse también en el efecto de las hormonas asociadas al estrés crónico sobre la construcción del cerebro durante la etapa fetal, momento en que es muy plástico y maleable y, por tanto , muy influenciable por el estado hormonal de la madre.

Como dicen los autores al final de su estudio, "estos hallazgos se añaden a la evidencia de que proporcionar una atención y un apoyo de salud mental ampliamente accesibles durante el embarazo puede ser un paso crítico para ayudar a prevenir problemas de comportamiento infantil" . En este sentido, el entorno familiar y social tiene una importancia primordial.

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