El colmado que resiste todos los embates (ahora, el de la jubilación de Faustino)
El establecimiento Quílez de la Rambla de Catalunya está especializado en primeras marcas, particularmente en productos etiquetados con su propio nombre


BarcelonaTodo ocurrió a finales de diciembre. El 29 de diciembre Faustino Muñoz se jubilaba y lo publicaba en su cuenta de Instagram, pero por la fecha que era pasó desapercibido. Muchos incluso creyeron que era una broma, una inocentada. Lo cuenta su hijo, Manuel Muñoz, quien es al frente del Colmado Quílez (Rambla de Catalunya, 63) como encargado. "Me he querido dedicar siempre, por decisión propia, y estoy aquí desde el 1 de enero del 2016", explica con precisión. Al ser la semana de Carnaval, lo dice mientras el gran mostrador de entrada está lleno de butifarras de huevo, las más buscadas por los clientes.
El Colmado Quílez es un establecimiento de barrio, que vivió unos años movidos cuando en diciembre del 2014 se acabó la moratoria de dos décadas que se había previsto para los locales comerciales de renta antigua en la ley de arrendamientos urbanos (LAU), aprobada en Ramem en la calle de Catalunya Aragón, donde tenía unos escaparates que eran obras de arte y ha resistido con un local que es una tercera parte de lo que había sido. Sea como fuere, como el Colmado Quílez está situado en una arteria central por la que fluye el río del turismo, las ventas oscilan entre lo que toca comida según el calendario y lo que los turistas quieren llevarse a casa. Expliquémoslo con ejemplos: butifarras de huevo con turrones de todo tipo, que son un reclamo desde la puerta de entrada, donde están expuestos para que se vean desde la calle, y lonchas de jamón envasado.
Como hemos hablado de jamón, nos centraremos en ello. Trabajan con una marca de calidad y confianza, llamada La Jabugueña, situada en la población de Jabugo, y que tiene un precio muy competitivo, si se tiene en cuenta que es jamón ibérico (17,50 euros los cien gramos). Para encargos especiales, en los que el cliente les pide otras marcas de jamón, también tienen con Joselito, de Guijuelo. Y es que la especialidad de la tienda de comestibles es tener las marcas más valoradas del mercado de cada uno de los productos que venden. El jamón, el café, que se puede comprar en grano y lo muelen al momento, los quesos (atención al queso catalán Betara), los aceites de oliva (como el Molino Coloma de la Boella) o los frutos secos. Es decir, todo lo que venden son marcas que no entran en los circuitos de los supermercados: así que sepan que en el Colmado Quílez encontrará las longanizas de Vic Riera Ordeix.
Para continuar, con los años, Colmado Quílez se ha alineado con las casas elaboradoras para etiquetar con el nombre del establecimiento. Es una manera de conseguir la confianza de los clientes, que saben que las catáneas Cudié etiquetadas con la marca Quílez contienen mayor cantidad que las habituales. Lo mismo ocurre con los frutos secos o los espárragos de Navarra, que también están envasados con el nombre propio. Y, aparte de venderlo directamente al cliente que entra en la tienda, su fortaleza es la venta directa a hostelería, y entre todos los restaurantes que proveen resalta la gran relación que tienen con el restaurante el Racó d'en Cesc.
Exquisiteces de importación
Junto a los productos hechos en nuestro país y en el Estado, el colmado destaca por las exquisiteces de importación. El caviar, el número 1. "El día que jugaba el Barça contra el Atlético de Madrid, me vinieron a buscar una lata de caviar beluga iraní de doscientos cincuenta gramos valorada en mil euros", dice Manuel. Y ahora comienzan a llegar el dulce que se come en Italia en Semana Santa, la llamada colomba, que tiene la misma masa y sabor que el panettone pero con forma de paloma.
Volvemos con Faustino. Empezó a trabajar en el colmado el 2 de febrero de 1978 (la fecha exacta la vuelve a llamar su hijo). Se jubiló en diciembre después de sesenta y seis años seguidos de trabajo. Su bata blanca y azul impoluta y su corbata las lleva hoy su hijo, que va vestido con el uniforme oficial, al igual que el resto de trabajadores (todos varones). Era un apasionado de todo lo que venía, y profundizaba en su conocimiento para contárselo a los clientes. Tanto es así que escribió un libro sobre los ciento veinte tipos de aguas diferentes que vienen al establecimiento, y que sabe explicarlas como quien recita la alienación de un equipo de fútbol. Sabe cómo están hechas, dónde y por qué son diferentes.
Faustino, con la jubilación, tiene más días para regresar a su población natal, Sevilla, pero no se pierde el día que quedamos con el fotógrafo para que le haga una foto junto a su hijo. Son muchos años de trabajo. Y muchos años reclamando que la sociedad valore el oficio. "No tenemos referentes como ocurre con otros sectores de la alimentación que sí tienen; los sumilleres y los cocineros tienen, pero nosotros, los tenderos, no", repetía siempre. Entrar en una tienda de comida y que te puedan decir cómo son los embutidos que compramos o los vinos, porque Colmado Quílez tiene estantes y estantes de vinos de referencia, es una suerte de las buenas. Por cierto, una de las curiosidades que se pueden saciar es buscar los vinos más caros que vienen. Hágalo. Yo os adelanto uno: un Burdeos. Un Pétrus, valorado en 7.250 euros. De vino catalán, La ermita: 1.800 euros. "Todos estos vinos, especialmente los Vega Sicilia, son los que nos vienen a buscar a los congresistas del Mobile World Congress", acaba explicando Manuel.