Fel Faixedas: "Jean Leon es del tipo de gente que admiro, pero aquí no le conocemos lo suficiente"
Actor


Has hecho todos los papeles del auca. ¿Has tratado el vino desde el mundo de la restauración, como divulgador con el programa 'Glops' y también eres consumidor, de cuál de estas facetas guardas un recuerdo más especial?
— Hay un momento en que nosotros nos cansamos del teatro, en el 2014. Tuve una idea de montar un restaurante en Arbúcies, Mams, que es un restaurante donde, básicamente, quería tener vinos catalanes, muy bien de precio, para acercarlos a la gente. Le dije a Xuri [Carles Xuriguera] y se incorporó como socio. Al mismo momento Xuri, que quería volver al Montgrí, empezó a hacer vino, y yo me puse como su socio. Pero al año, cuando me dijo que si ahora plantaba las cepas tardaríamos 3 o 4 años en hacer el primer vino, pasé. Él echó solo del vino y yo tiré solo al restaurante, porque a mí todo me quema. Me ha gustado estar dentro de ese proceso, pero llegó un punto que me fui distanciando.
"Distanciante" del vino en general, o de los procesos de producción?
— Por lo general, ¡no! Yo he aprendido mucho, pero no me ha interesado tanto como a Xuri y me he quedado con la fase final del vino: como consumidor. Me gusta cuando me explican el proceso de elaboración, pero no es mi pasión; en cambio, sí lo es para él.
¿Siempre has tenido una relación estrecha con el vino?
— Ni mucho menos. Yo entro en el mundo del vino para Xuri. Cuando le conocí bebía Coca-Cola, y da igual que hace 25 años con diferentes amigos fuimos a un restaurante bueno a cenar. Todo el mundo pidió vino menos yo, que pedí una Coca-Cola. Todo el mundo me insultó mucho, pero es que yo no bebía vino. Xuri me enseñó con paciencia sobre vino, porque él viene de una familia que ya eran productores y recuerdo cómo me hablaba de la viña con muchísima pasión. Por eso me enganché en este mundo.
Tanto es así que el restaurante que sales adelante, Mams, acaba girando alrededor del vino. ¿Qué tenías en cuenta a la hora de hacer la carta de vinos?
— Procurábamos tener vinos de toda Cataluña y las cosas nuevas que salían me gustaba tenerlas. Fue una época muy chula. Como sabía poco vino, lo compensaba contando historias de las bodegas y me di cuenta de que la gente necesita pequeñas excusas para elegir este vino. Y la historia que hay detrás de esa botella me ayudaba mucho a vender ese vino.
¿Con qué historia te quedarías?
— A mí me gusta especialmente la de los hermanos Xitxarel·lo, Àlex y Albert. Los pude conocer y me hizo gracia que no tuvieran ningún problema en decir que nunca habían estado en el Priorat, pero para creer en el proyecto y con su locura consiguieron sacarlo adelante. Tuvieron una gran idea de marketing con los nombres que pusieron en los vinos. De repente todo el mundo quería beber el Xitxarel·lo.
Creo que también te gusta especialmente la historia de Jean Leon, incluso la llegó a llevar a lo alto de los escenarios.
— Para mí Jean Leon es del tipo de gente que admiro. La capacidad de salir de la pobreza que sufría en Santander después de la Guerra Civil, viene a Barcelona, después a Francia y da el salto a Estados Unidos. Es un personaje que consigue ser querido por gente como Paul Newman, James Dean... y ya de mayor descubrió el Penedès y acabó haciendo vino, que todavía bebemos.
¿Piensas que se conoce lo suficiente en Cataluña?
— No, ni mucho menos. Yo siempre he dicho que falta una película de Jean Leon. Fue una persona muy arraigada en Cataluña y en su familia y su historia es apasionante. Pero la obra de teatro que hacíamos a partir de la adaptación del libro de Martí Gironell no tuvo mucho recorrido comercial. Porque la gente que nos contrataba siempre nos preguntaban si hacía reír y, hombre... reír no hacía, especialmente, pero la gente salía muy contenta de ver la obra, la gente flipaba.
Ahora con Carles Xuriguera está haciendo la función 'Las madres', en el Poliorama. ¿Qué papel tuvo tu familia a la hora de adentrarte en ese mundo?
— En este aspecto no tuvieron demasiada influencia. Mi padre sí lo recuerdo en casa, siempre con el porrón en la mesa, pero como no éramos campesinos no teníamos tan presente esta cultura. Además, en casa ni el vino ni el cava era especialmente bueno. De hecho, en Arbúcies se nos conoce como los viñedos. La gente de Sant Hilari nos llama así porque a pesar de que ahora hay mucho bosque, hace cien años eran todo viñedos. Con la filoxera se aprovechó para plantar viñedo para venderlo en Francia. Pero era de una calidad malísima. Y los de Sant Hilari, el pueblo vecino, se jodían del vino malo que hacíamos. Nosotros, para contraatacar, les decimos rebecos, que el rebeco es un animal que vive en la montaña, solo, aislado... Quien sí recuerdo que bebía cava era mi abuela.
¿Por qué?
— Algún domingo compraba un lote de seis Benjamines, y tenía 80 años. Al cabo de un rato decía "creo que abriré otra" y luego por la tarde, decía que le dolía barriga porque había bebido agua del grifo y se le había puesto mal. No creo que fuera por eso [ríe].
Si pudieras tomar una última copa de vino, ¿con quién la harías?
— Hombre, la gran copa de vino que me haría ilusión poder hacerla ahora mismo sería con mi madre. Es que no haría una copa, quizá deberíamos hacer una botella... Evidentemente, también con mi mujer, pero tengo la suerte de que con ella ya hago. Pero para mi madre daría todo el dinero del mundo para tomar una copa de vino con ella. Quizá en otro sitio nos podamos encontrar. Estoy seguro de que sería muy guay.