La realidad de la mayor feria de juguetes del mundo

BanyolesLa semana pasada estuvimos en Nuremberg, en la mayor feria de juguetes del mundo (2.300 expositores de 71 países diferentes), y quizá la más llena de contrastes, con 14 pabellones temáticos. Se pueden encontrar desde muñecas y peluches hasta juguetes tecnológicos, pasando por bicicletas, juegos de construcción y materiales para la primera infancia. Una cita ineludible para el mercado del juguete.
Pero la cantidad no se traduce en calidad
A pesar de su magnitud, existe un aspecto que no cambia: la mayoría de juguetes que se presentan no son, desde nuestro criterio, adecuados para los niños, ya que no responden a sus necesidades reales. Los motivos son diversos: perpetúan estereotipos de género –incluso los presentadores y animadores de la feria, en las redes, hacen presentaciones en las que la chica juega con cosas rosas y el chico con cosas azules–, otras priorizan el ruido y el impacto visual antes que el juego, y gran parte son de baja calidad y con poco recorrido.
Nuestra forma de seleccionar
Buscamos juguetes que pongan al niño en el centro. Materiales que fomenten el juego autónomo y la exploración y respondan a sus necesidades reales. Quizás nuestros criterios pueden parecer estrictos, pero para nosotros son simplemente la esencia de un juguete bien pensado. Y no debería ser una cuestión de exigencia, sino de responsabilidad por parte de quien las fabrica, vende y compra.
Cuando las modas eclipsan la calidad y las necesidades de los niños
El mercado del juguete, como si de la moda se tratara, está obsesionado con la novedad. Cada año aparecen productos que siguen las modas del momento, y no nos referimos sólo a las tecnológicas con luces, sonidos y funcionalidades que se consumen rápidamente y caducan aún más rápido. También con los juguetes de madera comienza a verse una tendencia de colores y estética que cambia cada cierto tiempo.
La sostenibilidad sigue siendo una asignatura pendiente
En una época en la que se habla tanto de sostenibilidad sorprende ver cómo todavía la mayoría de juguetes se hacen con plástico de baja calidad o con maderas de dudosa procedencia y que las envolturas a menudo están sobredimensionadas al contenido. Poco se puede esperar de los juguetes cuando las marcas, para decorar su stand, utiliza globos que seguro acabarán en el mar. La industria del juguete parece ir con retraso en esta cuestión, y más cuando, considerando que se dirige a un público infantil, debería liderar un cambio educativo hacia materiales más responsables.
Pequeños hallazgos que dan sentido
A pesar del panorama general, siempre hay pequeños oasis en la feria: fabricantes comprometidos con el juego de calidad, la belleza y la sostenibilidad. Éstos son los que venimos a buscar. Porque nuestro trabajo no es sólo seleccionar juguetes, sino reivindicar el juego como un derecho y recordar que un juguete no es un simple objeto de consumo, sino una herramienta que acompaña al crecimiento, la expresión y la imaginación de los niños.
Conclusión
No tiene sentido que, para poner a la venta un juguete, deban realizarse pruebas superestrictas de laboratorio respecto a la seguridad física y que, en cambio, nadie se mire todo aquello de lo que habla el producto. Los propios laboratorios deberían detener un juguete si promueve estereotipos de género o el sedentarismo o si menosprecia las capacidades de un niño o vulnera su derecho a la belleza. ¿No debería ser un sector legislado? Al igual que aprobamos un carnet de conducir, los fabricantes de juguetes deberían examinarse mínimamente sobre temas de infancia.