Así son las cuatro etapas psicológicas de los niños según su edad
Conocer las etapas por las que pasan los niños durante su desarrollo psicológico puede ser de gran ayuda para las familias, aunque cada niño es un mundo
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BarcelonaAparte de crecer físicamente, los niños también lo hacen interiormente. Estos cambios, al no ser tan visuales, a veces cuestan más de percibir. Las criaturas progresan paulatinamente en el ámbito cognitivo, afectivo, sexual y social. Conocer las etapas por las que pasan sus hijos e hijas durante su desarrollo psicológico puede ser de gran ayuda para las familias para que hagan un buen acompañamiento. "Hay que tener en cuenta que cada niño y niña es un mundo y que, además, hay muchas tipologías de familias", apunta la profesora colaboradora de los estudios de psicología y ciencias de la educación de la UOC, Sylvie Pérez. Partiendo, pues, de esta premisa, ¿cómo son estas etapas en términos generales?
De 0 a 2 años: la primera infancia
Yo y mis padres
La madre o la figura materna es la persona clave en la primera etapa de la vida. Desde el Hospital Sant Joan de Déu se apunta a que el bebé "la considera como una prolongación de su propio cuerpo". "Su presencia constante le ayuda a superar los miedos y le da seguridad", afirma el centro hospitalario. A esto, añade la profesora de la UOC, hay que sumarle que a su madre le cuesta separarse de la criatura. En cuanto al padre, en cambio, su incorporación en el espacio psicológico del pequeño será más rápida o más lenta en función de si él encuentra su espacio. "Es importante que lo busque antes del nacimiento, ya que si la madre da el pecho, el padre queda muy relegado. Momentos como el de baño o la piel con piel permiten que la incorporación sea inmediata en el espacio psicológico del bebé", ejemplifica la psicóloga.
De los 0 a 2 años también es la etapa de los descubrimientos, puesto que el bebé tiene ante sí un mundo totalmente nuevo, hasta el punto de que no conoce ni controla bien su propio cuerpo. Esto hace que muestre interés por los objetos y las personas que le rodean. Al mismo tiempo, aparecen las primeras expresiones como llantos, sonrisas... Pero no es hasta los dos o tres meses que las sonrisas indican si el niño es feliz o no. "Las sonrisas que hace antes son una reacción biológica que va aprendiendo: cuando sonríe ve que la gente le dice cositas, y por eso lo repite", explica Pérez. Algo más tarde, entre los diez y doce meses, ya empieza a recordar y, por tanto, es capaz de pensar en objetos o personas que conoce, lo que le permite empezar a asociar cada cosa con un nombre o un sonido.
De 2 a 5 años: la segunda infancia
Yo y los demás niños
Esta etapa está marcada por el desarrollo del lenguaje, que suele ser sobre los dos años. "Ahora se está retrasando sobre todo por la disminución de interacción del niño con la familia, que es la fase previa al desarrollo del lenguaje y donde debe haber juegos compartidos con la criatura, juegos de causa-efecto, como el de pulsar un botón y que se oiga el sonido de un animal, etc.", explica la psicóloga de la UOC. "A su vez también es clave el juego simbólico", añade.
El otro gran salto de los dos a los cinco años es el control de las necesidades fisiológicas, porque supone un avance clave en la autonomía del niño. "Es importante no regañarle si el control de esfínteres se retrasa o si hay pequeños accidentes, pero también es importante que el entorno se ponga de acuerdo a la hora de quitar los pañales. El momento es muy fácil detectarlo: cuando le empiece a molestar, la criatura empezará a rascarse o avisar de que se ha hecho pipí", apunta Pérez. Y el orden, también: "Primero el pipí, después la caca y primero el día y, después, la noche".
En esta etapa las criaturas son pequeños exploradores. Según el Hospital Sant Joan de Déu tienen curiosidad por conocer el porqué de las cosas y ante sus preguntas, hay que argumentar respuestas de forma sencilla, comprensible y lógica. Por lo que respecta a la creatividad, es habitual que confundan la realidad con la fantasía y en cuanto a relaciones afectivas, ya se relacionan con sus hermanos y otras personas de la familia, que se convierten en compañeros de juego si tienen la misma edad . A esto hay que sumarle que la etapa preescolar facilita las relaciones sociales.
Aunque en esta franja de edad suele decirse que las criaturas son egocéntricas, según la profesora de la UOC, el problema es que aún no saben dónde "se acaba su propio cuerpo". "No tienen conciencia de su esquema corporal, por eso se miran tanto en el espejo, chocan con todo, se acercan mucho, en definitiva, tienen una falta de conciencia que existen los demás". Por este motivo, en la escuela se trabaja mucho el esquema corporal.
De los 5 a los 11 años: la tercera infancia
Yo y la escuela
De los 5 a los 11 años comienza el "desarrollo moral". Hasta llegar a esta etapa, cuando los niños pegan o gritan, se les justifica porque son pequeños, pero a partir de los cinco o seis ya se les regaña y, por tanto, empiezan a hacer las cosas por miedo a las consecuencias, por tener un premio o porque los demás les dicen eso sí y esto no. "Es en el último ciclo de primaria (cuarto, quinto y sexto) cuando ya piensan el porqué de las cosas y empiezan a tener conciencia de qué está bien y qué no, de ahí que sea la etapa en la que desaparece el pensamiento mágico y empiezan a realizar razonamientos inductivos y deductivos", explica Pérez.
Las otras consecuencias de entrar en primaria es que se tengan que adaptar a normas sociales para que todos los alumnos aprendan y que el maestro se convierta en una figura importante para ellos o ellas. En el tiempo libre de esta franja de edad, según el Hospital Sant Joan de Déu, los niños necesitan jugar con sus amigos y correr. "No deben sobrecargarse con exigencias de adultos, en su tiempo de ocio, hay que ofrecerles alternativas y ayudarles a descubrir sus propios intereses", dejan claro desde el centro hospitalario. También es la franja en la que aprenden a tener empatía en el juego en equipo cambiando su perspectiva para ponerse en el sitio de otra persona.
De 11 a 16 años: la primera adolescencia
Yo y mis amigos
El desarrollo físico que sufren los adolescentes condiciona toda esta etapa. “En las etapas anteriores los cambios entre un niño y otro se producían, a lo sumo, en meses de diferencia: uno podía caminar a los once meses y otro, a los trece. Aquí, en cambio, pueden pasar años: por ejemplo, a una niña le puede venir la regla a los doce años ya otra, a los catorce. Esto hace que no sean grupos homogéneos y que se acaben. juntando con los que más se parecen a ellos porque son los que menos miedo les dan", apunta la psicóloga de la UOC.
Es una etapa, sobre todo, de "incertidumbre y ambigüedad". "Actualmente, hay muchas etiquetas tanto en lo que se refiere a tu orientación sexual como manera de vivir y esto ha calado entre los jóvenes y provoca que definan su identidad demasiado pronto", apunta Pérez. Ante esta situación la experta aconseja que es importante que acepten los cambios que van sufriendo poco a poco y que toda la ambigüedad que surja lo haga sin la necesidad de poner etiquetas. de hacerlo", apunta.
También es la franja en la que existe un interés por el otro sexo. "La atracción, la curiosidad y los enamoramientos los descolocan. Las pruebas de relaciones de pareja, a partir de los quince y dieciséis, tienen para los adolescentes una gran trascendencia, ya que les ayudan a madurar una identidad propia y definida", apuntan desde el Hospital Sant Joan de Déu.
Dos aspectos más marcan esta etapa. Por un lado, el cambio de mentalidad, puesto que desarrollan el pensamiento abstracto. "Cuando termina la ESO es cuando los adolescentes tienen esa capacidad de abstracción, de pensar sin tener las cosas delante", apunta Pérez. "Los jóvenes de esta edad –añaden desde el Hospital Sant Joan de Déu– lo cuestionan todo y, a la vez, son idealistas. A las puertas de la edad adulta es cuando llegarán a una posición estable en cuanto a las suyas ideas". El otro cambio es que buscan su propio camino cogiendo otras vías alternativas. "Deben arriesgarse aunque también deben ser conscientes de que pueden equivocarse y, por tanto, deben ser responsables de sus propios errores", dejan claro desde el centro hospitalario. En este sentido, Pérez, destaca que es clave que vean "otras formas de hacer en espacios estructurados", por ejemplo que aparte de la escuela, vayan a entrenarse a un equipo. "Deben tener la opción de tener roles diferentes para encontrarse".