Biografía

Fel Faixedas: "Ahora me da rabia no haber hablado con mi abuela"

Actor y escritor. Publica el libro 'Me hubiera gustado conócete'

8 min
El actor Fel Faixedas.

BarcelonaEl actor Fel Faixedas (Arbúcies, 1970) sabía que su abuelo había sido "el primer saxofonista de la reconocida Orquesta Internacional Maravella, con la que rodeó por media Europa a mediados del siglo pasado". Y poco más conocía de José Pitu Fachadas hasta que empezó a escribir Me hubiera gustado conocerte (Univers, 2024), un libro que es una historia familiar y de Arbúcies y también un homenaje a los músicos de las orquestas de baile del siglo XX.

¿Cómo ha cambiado la percepción que tienes de tu abuelo una vez has terminado el libro?

— Sin haberlo conocido, porque murió en 1964, seis años antes de que yo naciera, le sigo admirando mucho. Lo quiero mucho, pero también me he dado cuenta de que por ser lo que fue tuvo que ser muy egoísta. Mi padre y mi tío, que eran los hijos de mi abuelo, le echaron de menos mucho. Y la abuela tuvo que sacar adelante a una familia mientras mi abuelo estaba en Suiza o en Alemania cuatro meses tocando. Tengo una contradicción, porque a la vez él ganaba mucho dinero haciendo de músico por todas partes y no les faltó mucho de nada a la familia.

En el libro tu tío dice "Mi padre apenas lo vi ni conocer, todo el día estaba fuera con la orquesta".

— Cuando esto me explica, el tío hacía poco que había sufrido un ictus. Murió durante el proceso del libro. Cuando me contaba esto, hablaba y no le entendía mucho, yo. La tía me traducía un poco lo que decía él, pero la mirada del tío me conmovió, y entendí que él había echado de menos a su padre. Se lo pedí también a mi padre, y me dijo lo mismo. Mi abuela me contaba algo que aún encuentro más heavy: el abuelo volvía del viaje, dejaba el bolso de la ropa sucia y se iba al bar a contarles el viaje a los amigos. Por lo que he percibido, y por lo que me había comentado la abuela, para el abuelo la música fue lo más importante en su vida.

El libro cuenta la historia del abuelo y al mismo tiempo la de Arbúcies y la tuya.

— Escribiendo sobre el abuelo me di cuenta de que entendía muchas cosas de mis decisiones de vida. Muchas veces he pensado: "¿Por qué caraí hice teatro, si de joven no me interesaba el teatro?" Entendí que hacer teatro me suponía la libertad de salir del pueblo y de no ser pescadero, que no me gustaba. Al abuelo la música le salvó de tener que ser campesino, ya través del abuelo he justificado algunos enfrentamientos que he tenido con mi familia. Con 27 años dije "No quiero ni la pescadería ni el pub, y me voy a hacer teatro". La única que lo entendió fue la abuela.

¿Has pensado nunca que tanto este libro como el último espectáculo que has hecho con Carles Xuriguera, Las madres, ¿no habrías podido hacerlo hace diez o quince años?

— Mi prima me acaba de enviar un mensaje ahora que dice "Con 64 años es el libro que me ha hecho llorar más...". Y cuando fue al estreno de Las madres, cuando acabó me dijo "Hostia, Fel, que chula, pero yo esta obra hace diez años no pudo venir a verla". Es que yo no pude escribir Las madres hasta que tuve curado el dolor que supuso la muerte de mi madre [en un accidente de tráfico en 2004]. En el libro no tenía previsto hablar de mamá, pero me he dado cuenta de que si vuelve a salir su historia es porque ha sido un hecho muy potente en mi vida. También tengo la sensación de estar dejando pequeños legados a mi familia. A los hijos les digo "Me parece que esto lo he escrito para vosotros, porque cuando seas mayores y tengan ganas de saber de dónde viene la familia encontrará algo que yo ya he tenido que investigar".

Otra cosa interesante del libro es la constatación de la fragilidad de la memoria, al hablar de la viuda del fundador de la Orquesta Maravella, Pepita Rossell, que ya es muy grande y no se acuerda, ya la vez lo importante que es el trabajo de los archiveros y de entusiastas como Josep Loredo, que preserva la memoria de las orquestas y las coplas.

— Son dos personajes que ejemplifican una contradicción. En Josep Loredo es el que lo tiene todo guardado, y reivindico su trabajo, tan importante para la cultura. Y el otro lado es la decepción que tengo con la pobre Pepita. Creía que me lo contaría todo de la Maravella y qué tristeza que ya no pudiera recordar nada. Es verdad que todo el material que tiene ella está en el Ayuntamiento de Caldes de Malavella, y existe la intención de hacer un museo de la Orquesta Maravella, pero se han perdido aquellas historias más cercanas que me podría contar ella sobre si mi abuelo un día se hizo tal cosa. Una de las reivindicaciones del libro es "Habla con la gente mayor". Ahora me da rabia no haberlo hecho con mi abuela. A veces me sentaba en el sofá con ella y le decía "¿Qué, abuela?" Y me decía "Mira, hoy pensaba que tu abuelo..." Y yo pensaba "Collons..." y cuando hacía una pausa le tocaba un poco la mano y le decía "Iaia, tengo que marcharme". Y no tenía que marcharme, me iba porque no me interesaba escucharla. Y pienso "Qué idiota tan grande que era, que no escuché a la abuela". Hable con los abuelos, sobre todo.

¿Cuál es el recuerdo más intenso que tienes relacionado con una orquesta de baile?

— En el pueblo, en Arbúcies, la fiesta mayor. Recuerdo ir de pequeño con mis padres y encontrar a sus amigos, y que en el descanso, cuando la orquesta hacía un descanso, la pista quedaba vacía y nosotros podíamos jugar a fútbol con una pelota de plástico pequeña. En aquella época la abuela decía "¿Te imaginas que el abuelo estuviera tocando hoy aquí?" Siempre decía esa cosa, la abuela. Supongo que de esa época me viene la fascinación por los músicos, y pensar que tocaban y que al día siguiente tenían que coger el coche e irse a otro sitio. Tengo un amigo que ha dejado la orquesta donde tocaba por la cantidad de droga que corría por allí para aguantar los viajes y desplazamientos y al día siguiente a primera hora estar en otro pueblo a tocar sardanas, a dar el concierto después de comer , el concierto de media tarde y el baile por la noche, y al día siguiente... Y piensas: "¿Y en aquella época cómo lo hacían?" Bien, dormían en el autocar, pasaban miserias en viajes, no lo sé.

Cuentas que, sobre todo en los viajes por Francia, una práctica habitual era que la orquesta tocara en algún sitio a cambio de alojamiento, con previsión de que en el viaje de regreso quizás los contratarían. En tu trabajo de actor, ¿has actuado alguna vez a cambio de alojamiento?

— No. He tenido la suerte de que no. Al principio no actuábamos ni por el alojamiento. Habíamos hecho bolos que nos decían: "Si queréis venir, le pagaremos taquillaje". Y vendían 17 personas, que daban por pagar la gasolina y lo suficiente, pero eso es una práctica que ya no se hace. Por lo que respecta a las orquestas, esto demuestra el ingenio del maestro Lluís Ferrer, que no fue un músico virtuoso pero sí un emprendedor y un visionario. Él modernizó las orquestas clásicas del momento. Cuando funda la Orquesta Maravella, su obsesión es que haya más metal y más show, que haya algo más grande. Y, por tanto, dice: "Vamos a Francia". Y en el viaje hacen algo de concierto a cambio de la comida o del alojamiento. Esto empieza a ser una práctica hasta que hay un momento que ya lo dejan de hacer porque en esos mismos sitios los acaban contratando y pagando los cachés. El apetito despierta el ingenio.

Pero teniendo muy claro que debe cobrarse por trabajar.

— Sí, porque la gente debe ganarse la vida. Hubo una época en que en Catalunya, durante una crisis, los teatros se inventaron el taquillaje, que quiere decir que te contratan para dentro de tres meses y ganarás lo que haya en la taquilla. Pero si hay un Barça-Athletic de Bilbao ese día vienen cuatro personas y tú el trabajo lo tienes que hacer igual. La cultura también debe hacerse respetar en este sentido: si queréis que vengamos, nos pague el caché que tenemos, y su trabajo es llevar a gente a vernos. Ahora en el país ya no existen casi estas prácticas del taquillaje.

Como presidente del Arbúcies Club de Fútbol, ​​¿has pensado alguna vez si hay un paralelismo entre las orquestas de baile y el fútbol comarcal en cuanto al impacto en la cultura popular?

— ¡Me hubiera gustado vivir los años veinte del siglo pasado, con toda la pulsión cultural que había de teatro y de música, que de orquestas en el pueblo había dos! Y hay un momento en que todo esto acaba. Es verdad que la Guerra Civil lo estropea mucho, pero tengo la sensación de que lo que lo estropea más es el fútbol. La llegada del fútbol a los pueblos hace que muchos hombres, cuya obsesión era la música y organizar eventos culturales, piensen: "Por qué tengo que estar allí pasando la tarde escuchando música cuando aquí hay un partido de fútbol ¿que o juego o critico o insulto y saco toda la rabia?" Y me encanta el fútbol, ​​estoy vinculado a él y es una de mis pasiones, pero a mediados del siglo pasado toma un protagonismo que hace que las entidades culturales locales sufran.

Y después el fútbol profesional televisado se come el fútbol comarcal.

— Aunque ahora existe un cambio. Toni Padilla escribió un artículo en el ARA sobre lo que ocurre en los campos del Sant Andreu y Europa que me ha servido de ejemplo para contarlo. A la gente joven ir a ver al Barça puede hacerle mucha ilusión, pero pagar 150 euros es prohibitivo. Y poder mirar el fútbol en casa y tener que pagar más de cien euros al mes lo encuentro una vergüenza. ¿Qué pasa entonces? En Arbúcies tenemos dos equipos séniors de fútbol, ​​de chicos de más de 18 años. El año pasado teníamos uno y hemos creado otro por la demanda que existe. 50 chicos nacidos en Arbúcies, con sus familias. Por tanto, para cada partido hay 500 personas que van al campo. No les vale un duro, hacen la cervecita, hacen el bocadillo, está todo el pueblo allí y se está creando un ambiente como ocurre en los campos del Sant Andreu y el Europa, como ocurre en Breda, en Hostalric y en muchos pueblos. Porque al final el otro fútbol es un negocio tan bestia... Por tanto, ahora es en los campos de fútbol de los pueblos y de los barrios donde encontramos ese rescoldo que había alrededor de las orquestas de baile.

Existe otro elemento muy característico de Arbúcies: el agua. Hablas en el libro cuando recuerdas la protesta contra el intento de construir otra embotelladora. "El agua por la riera, no por la carretera", decía el lema. Y el grupo arbuciense Remei de Ca la Fresca tiene canciones sobre la especulación del agua.

— Sí, y vuelve a ser una contradicción, porque trabaja mucha gente, da vida a mucha gente, pero por el otro lado se están enriqueciendo con algo que es de todos. A veces cuando salgo del pueblo y estoy en un restaurante, si pido agua y veo que es de Arbúcies, pienso: "¿Y lo tengo que pagar, si esa agua es mía también?" El ayuntamiento lo que debe procurar es que estas embotelladoras paguen elimpuesto revolucionario. Ahora creo que casi todas son multinacionales, pero antes sí eran familias que decían "La fiesta mayor la pagamos nosotros". Y, dentro de todo, mira. Ahora querría ver cómo está el tema. Podría tener la sensación de que incluso está a la inversa, que los ayuntamientos perdonan impuestos para que las embotelladoras mantengan los puestos de trabajo allí.

stats