Cómic

Homenaje fresco y vitalista a las abuelas de la piscina

Marina Sáez debuta en el cómic con 'Aiguagim', mención especial del premio Ventanas de cómic

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Doble página del cómic 'Aiguagim', de Marina Sáez

BarcelonaHacía poco que la ilustradora Marina Sáez (Barcelona, ​​1988) se había trasladado a un piso del barrio de Gràcia cuando, para tratar un problema de salud, el médico le recomendó nadar. Y así lo hizo, en la piscina del centro de deportes de la calle Perill, donde coincidió con un grupo de abuelas que hacían aquagym a su lado y que la “fascinaron” por su energía y vitalidad. “Conecté de una manera muy genuina –explica–. Yo tenía la percepción de que al hacernos mayores nos convertimos en personas distintas que siempre saben cómo actuar, pero ellas me hicieron dar cuenta de que sigues siendo la misma persona. Puedes tener 80 o 90 años y seguir siendo vulnerable y tener mil dudas”.

Aguagua (Editorial Finestres, 2024) es el homenaje divertido y vitalista de Sáez a las abuelas del aquagym, un cómic que observa su cotidianidad con un sentido del humor casi punk, sin condescendencia ni ramplonería, como son ellas mismas. De apariencia naíf, el dibujo de Sáez seduce por la naturalidad y la luz que irradian los colores acrílicos del pincel (“Fue un trabajo, pintarlo todo a mano”, admite), que liga perfectamente con el tono cercano y cómplice de la obra, ganadora de una mención especial de la primera edición del premio Ventanas de cómic en catalán.

La dibujante Marina Sáez en Editorial Finestres, en Barcelona.

En el cómic, Sáez se esfuerza en ofrecer un retrato personalizado de cada abuela, pero lo que más destaca es lo que las une: la carcajada fácil, la falta de complejos y la ausencia de marido, sea porque están solteras o por haber enviudado. “En el fondo no es casual, muchas vienen a la piscina cuando pueden huir de las obligaciones conyugales –dice Sáez–. Estar solas les hace sentir que ya toca hacer lo que les apetezca: apuntarse al aquagym, venir a charlar y luego tomar un café en el bar. Una mujer dijo algo que me impactó: «Mi marido en el cielo y yo en la gloria». Es muy gracioso, pero muy duro”.

Las anécdotas delirantes y los trocitos de vida que captura Sáez no enmascaran la función que cumple el grupo de aquagym: combatir la soledad y elevar el espíritu. “Matilde decía: «Yo vengo aquí hecha una mierda y salgo como si me hubieran inyectado un disparo de vida» –explica la dibujante–. O Angelines, que pese a encontrarse mal venía a la piscina, daba una vuelta y se marchaba. "Al final vengo a charlar, no a hacer deporte", decía siempre”. Para la propia Sáez fue "inspirador" ver cómo estas mujeres "lidiaban entre ellas con la soledad" y los antídotos que inventaban "por no estar todo el santo día en casa".

Naturalizar la muerte

Lo que más impactó a Sáez de las abuelas del aquagym es la naturalidad con la que conviven con la muerte. Lo comprobó el día en que la informaron de la muerte de Matilde, no exactamente como si tal cosa, pero sin hacer un drama. “Me puse a llorar como una Magdalena y ellas estaban tan normales, aunque la conocían desde hacía muchos años –recuerda–. «Pues no estaba por morirse», dijo una. A mí, pese a tener 36 años, la muerte me genera un miedo brutal. La muerte es un gran tabú en nuestra sociedad, pero para ellas es algo familiar que ven muy a menudo, y de algún modo deben convivir con ellas. Naturalizarla o bromear es una herramienta más”.

Página de 'Aiguagim', de Marina Sáez.

Uno de los momentos más difíciles para Sáez fue tener que informar a sus compañeras de piscina que llevaban meses preparando un cómic sobre ellas. “Tardé mucho en contarlo –revela–. Me sentía un poco ladrón de esos trocitos de intimidad. Yo lo hacía casi como un proyecto personal, quizás un fanzín, pero cuando gané la mención de Finestres me sentí obligada a explicarlo”. La reacción fue “mucho más positiva” de lo esperado Sáez. "Sobre todo les sorprendía que lo que ellas hacían tuviera interés para alguien". Y no es de extrañar, considerando la fractura entre mayores y jóvenes que existe en Barcelona: “En esta ciudad las generaciones estamos muy segregadas –señala–. Los jóvenes tienen sus circuitos y los mayores los suyos, pero nunca interactúan”. En su caso, asegura, el contacto fue "liberador", e hizo que se diera cuenta de que "se puede ser grande de otra manera, más divertida y vital".

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