BarcelonaEl Banco Central Europeo ha subido los tipos de interés un 0,5% y ha abandonado, así, la política de tipos al 0% que ha aplicado sin interrupción desde el 2016. Esta es la primera subida de tipos que aplica el BCE desde el 2011 (desde entonces solo los ha bajado o los ha mantenido sin cambios), y ha sido más pronunciada de lo previsto. El mismo BCE había dicho que subiría los tipos 0,25 puntos porcentuales esta semana, pero finalmente los ha elevado el doble (0,5 puntos) porque la inflación está siendo más alta de lo que preveía la misma institución.
Además, el BCE ha puesto en marcha, tal como había anunciado, un programa (denominado TPI) para comprar deuda pública de los estados. El TPI se activará en caso de que la institución considere que los gobiernos pagan intereses demasiado diferentes entre ellos —por ejemplo, a Italia endeudarse le sale mucho más caro que a Alemania— y en caso de que esto pueda afectar "la transmisión efectiva de la política monetaria", según el comunicado del BCE emitido después de la reunión del consejo de gobierno del organismo.
¿Qué comporta esta decisión para los ciudadanos y el conjunto de la economía de la zona euro? ¿Cómo nos afectará al bolsillo y cuáles son las razones que han llevado a la institución monetaria a tomar esta medida?
¿Por qué el BCE ha subido los tipos?
La razón principal es para frenar el ritmo de crecimiento de los precios, lo que se conoce como inflación. La cesta de la compra de las familias se está encareciendo a un ritmo sin precedentes desde hace casi cuatro décadas. Los motivos: la salida de la pandemia y, sobre todo, el encarecimiento de la energía provocada por la invasión rusa de Ucrania. Es un fenómeno global, pero el BCE lo quiere combatir del mismo modo que lo están haciendo otros bancos centrales, como la Reserva Federal: con una subida de tipo, que es el método más clásico para frenar la inflación.
¿Pero exactamente qué son los tipos de interés básicos?
Es el interés que pagan los bancos a su banco central a cambio de pedirle prestado dinero. Por lo tanto, si el banco central aumenta los tipos que cobra a las entidades financieras, a estas les saldrá más caro endeudarse y, por lo tanto, tendrán que cobrar más intereses a sus clientes para compensar este incremento del coste.
¿Y de que sirve la subida de tipos?
Como los bancos se ven obligados a incrementar los intereses que cobran a familias y empresas por sus créditos –por ejemplo, hipotecas o préstamos para comprar un coche–, los ciudadanos acaban teniendo menos dinero en el bolsillo para gastar y las compañías menos dinero en la cuenta corriente para invertir. Esto hace caer el consumo en la economía: la gente gasta menos y, por lo tanto, los comercios tienen que reducir precios con el objetivo de mantener el volumen de ventas. Esto frena las escaladas de precios.
Por lo tanto, ¿ahora los préstamos saldrán más caros?
Sí, y de hecho ya está pasando. El aumento de tipo se ha aprobado este jueves, pero la presidenta del BCE, Christine Lagarde, lo anunció a principios de junio, por lo cual este mes los bancos y las empresas han anticipado el incremento. Esto es muy evidente en el Euríbor –el interés de referencia a la mayoría de hipotecas–, que ha pasado en pocas semanas de estar en negativo a niveles superiores al 1%.
¿Es bueno para la economía que los ciudadanos gasten menos y paguen más por sus deudas?
Este es el punto más controvertido de la medida. Los economistas más reticentes a las subidas argumentan que la parada del consumo de los hogares en este momento es un riesgo en Europa, puesto que la economía todavía está saliendo de la pandemia y la actividad y el mercado de trabajo no están plenamente recuperados y se podría caer en una recesión.
Además, otro argumento es que la escalada de precios está provocada sobre todo por el encarecimiento del petróleo y el gas, que se mantendrán elevados mientras dure la guerra de Ucrania sin que las subidas de tipos afecten al precio.
En cambio, otros economistas creen que las cifras de inflación justifican por sí solas una subida ligera, puesto que no tendrá un efecto lo bastante grande sobre la economía como para provocar una recesión.
Lagarde ha admitido que las subidas de precios persistirán mientras dure el conflicto y que la economía europea está sufriendo "un retraso", pero ha descartado una crisis: "En la base de nuestras proyecciones no hay ninguna recesión", ha asegurado en la rueda de prensa posterior a la reunión. Sobre este punto, de hecho, Lagarde ha dicho que hay "nubes en el horizonte", pero que también hay elementos que invitan al optimismo, como por ejemplo la tasa de paro del 6,6% en el conjunto de países del euro, que ha definido de "históricamente baja".
En cuanto a los estados del euro, los miembros del BCE procedentes de la periferia (España, Portugal, Italia, Irlanda) son partidarios de mantener los tipos bajos para no dañar el mercado de trabajo y la actividad económica, mientras que los del centro y norte del continente –Alemania, Austria, Finlandia– acostumbran a priorizar la lucha contra la inflación.
¿Más allá de la eurozona, en otros países también se están incrementando los tipos?
Entre las economías desarrolladas, la zona euro es la última a hacerlo, aparte delJapón. En los Estados Unidos, la Reserva Federal ya hace meses que sube los tipos porque allí la recuperación fue mucho más rápida y las cifras del mercado laboral son mucho más robustas que en Europa. Ahora bien, a pesar de las subidas de tipos, EE.UU. no ha conseguido frenar la inflación, que ha seguido subiendo.
El TPI, un mecanismo para evitar una nueva crisis de deuda
Además de la subida de los tipos, la segunda gran novedad de la reunión del BCE ha sido la aprobación "por unanimidad completa", según Lagarde, del TPI (siglas de Transmission Protection Instrument, o Instrumento de Protección de la Transmisión), el nuevo mecanismo, anunciado en junio, para comprar deuda pública de los estados de forma masiva y evitar que los intereses que pagan para endeudarse sean demasiado diferentes entre sí.
La adquisición de deuda pública es una herramienta habitual de los bancos centrales, pero durante años fue considerada anatema por países como Alemania o Austria, y no fue hasta el 2014, durante la presidencia de Mario Draghi, que el BCE las empezó a aplicar. De hecho, el 2011, el BCE subió dos veces los tipos en plena salida de la crisis sin contar con ningún mecanismo para equilibrar el coste de los bonos soberanos de los estados miembros. Esto provocó la crisis de deuda que afectó la zona euro y que acabó con el rescate de varios países, entre los cuales España.
Durante años, el BCE llevó a cabo un programa regular de compra de bonos tanto gubernamentales como corporativos —llamado APP, en vigor entre el 2014 y el 2018 y retomado el 2019— que con el estallido de la pandemia compaginó con un segundo programa, el PEPP, para estimular la economía. Entre los dos programas, el BCE adquirió títulos de deuda pública por un valor total de 4,35 billones de euros desde el 2014 hasta este mes.
La idea de comprar deuda es asegurar la estabilidad de las finanzas públicas de los países —por ejemplo, si un gobierno es víctima de un ataque especulativo en los mercados de deuda, el BCE puede intervenir a gran escala para pararlo— y, en segundo lugar, sirve a los bancos centrales para inyectar liquidez a la economía: compran títulos de deuda con dinero de nueva creación.
La inyección masiva de liquidez es positiva cuando una economía está en recesión o tiene un crecimiento bajo, como había sido el caso los últimos años en la eurozona. Pero, a la vez, que haya demasiado dinero en la economía puede exacerbar la inflación, lo cual fue la justificación del BCE para acabar las compras este julio.
Sin embargo, el final de las compras anunciado el mes pasado impactó directamente en la confianza de los acreedores de países periféricos, sobre todo Italia, que vio como el interés que el gobierno transalpino empezaba a crecer, ante el final del apoyo del BCE. Para frenarlo, el consejo de gobierno del organismo monetario se tuvo que reunir de urgencia para anunciar la creación de un mecanismo para evitar este tipo de situaciones, que ha acabado siendo el TPI.
Para que el BCE compre masivamente deuda de un país con el TPI, hará falta que cumpla cuatro puntos. El primero es que cumpla los criterios de deuda pública y déficit que marca la Comisión Europea, actualmente suspendidos desde el estallido de la pandemia. El segundo es no sufrir "desajustes macroeconómicos severos", como por ejemplo burbujas financieras o déficits comerciales demasiado altos. El tercero es asegurar la sostenibilidad de las finanzas públicas a largo plazo. Y el cuarto es el cumplimiento de las recomendaciones económicas de Bruselas y las condiciones para recibir los fondos de recuperación europeos.
Los dos primeros criterios y el cuarto son evaluados por la Comisión Europea, a pesar de que Lagarde ha asegurado que será el BCE quien decidirá "con soberanía" si finalmente compra deuda de un país con el TPI. El mecanismo no pone límites a cuántos bonos de un país puede comprar el BCE.