Precios

Lecciones empresariales de la hiperinflación de los 70

Exdirectivos apuestan por no subir los salarios como los precios e impulsar, de nuevo, un acuerdo de país

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Un comprador en un supermercado.

BarcelonaAgosto de 1977. España sufre una situación económica complicada por la suma de varios factores: los efectos de la crisis del petróleo de 1973, las incertidumbres que traía la Transición española después de muchos años de dictadura franquista y con un paro elevado. Todo ello se tradujo en una inflación récord, y hasta entonces nunca superada, del 28,4%. Han pasado más de 44 años, pero empresarios y autónomos de diferentes sectores todavía recuerdan cómo sobrevivieron sus negocios a aquellos aumentos de precios descontrolados que se mantuvieron en dos dígitos hasta mediados de la década de los 80. Un incremento que ahora vuelve a amenazar la economía española: el mes pasado por primera vez después de 37 años se produjo una subida del índice de precios de consumo (IPC) del 9,8%, según el dato avanzado esta semana por el Instituto Nacional de Estadística (INE).

¿Cuáles son las lecciones que aprendieron los empresarios en aquel pico histórico? Un exdirectivo del mundo de la automoción, uno de la alimentación y una autónoma lo explican al ARA.

“Los salarios no se tienen que subir igual que la inflación”

Las subidas de precios a finales de los 70 “eran bestiales”, recuerda el exdirectivo del sector de la automoción. Esto puso en pie de guerra a los trabajadores, con movilizaciones violentas incluidas, que reclamaban el mismo incremento para sus sueldos. “No traspasamos todo el aumento porque habría sido un error”, deja claro. Si se suben los salarios, también lo hacen automáticamente los precios y entonces se entra en una espiral sin freno que se conoce como inflación de segunda ronda. “Lo que acordamos con los sindicatos es subir un poco los sueldos y llegar a otras compensaciones laborales, como por ejemplo la creación de una bolsa de horas”.

La automovilística también hizo cambios en el ámbito de los proveedores. “Hasta entonces el funcionamiento de la empresa era comprar a varios proveedores una misma pieza para garantizar la calidad; si la de uno no nos gustaba, usábamos la de otro. Pero a partir de aquel momento optamos por apostar solo por uno o dos, hecho que te garantizaba la calidad y, además, abarataba costes”, explica. Esta voz plantea que las empresas pueden intentar reducir stocks y apostar por el sistema just in time, que permite reducir costes de materias primas y productos intermedios, lo que hace que los suministros lleguen a la fábrica cuando hacen falta y solo en la cantidad necesaria.

Sin embargo, la curva de la inflación, recuerdan los tres testimonios, no se empezó a doblar hasta que se firmaron los conocidos Pactos de la Moncloa en octubre de 1977 entre el Gobierno de Adolfo Suárez, los partidos de la oposición, las patronales y el sindicato CCOO, y hasta que se devaluó la moneda, lo que ahora el Banco de España no puede hacer.

“Se tiene que esperar a que se ajuste la oferta y la demanda”

“En la década de los 70 nos adaptamos a la situación, igual que ahora se tiene que esperar a que se ajuste la oferta y la demanda”, asegura un exdirectivo del sector alimentario. A pesar de que la empresa donde trabajaba era mucho más pequeña de lo que lo es ahora, la fórmula que aplicaron es la misma: “Repercutimos parte del aumento de los precios de los proveedores en el cliente y la otra parte la asumimos nosotros”, concreta. En ningún momento –deja claro– faltaron productos. De hecho, asegura, actualmente escasea alguno por el pánico en el que ha entrado el consumidor. El exdirectivo es partidario, imitando a los Pactos de la Moncloa, de que se impulse un gran acuerdo económico a escala española y después se lleve a Europa. En esta línea va la negociación del pacto de rentas que negocian patronales y sindicatos actualmente. “Desde el punto de vista macroeconómico las empresas tenemos muy poco margen de maniobra”, lamenta, mientras insiste en que lo que está pasando era imposible de prever. “Ha sido la tormenta perfecta: cuando nos recuperábamos de una pandemia, empieza una guerra”.

“Mucha gente pagaba a finales de semana”

Maria Vallcorba era una autónoma que tenía una tienda de víveres en Caldes de Montbui. En su caso se encontró, por un lado, con un aumento de precios de los proveedores y, por el otro, con dificultades por parte de algunos de sus clientes para pagar la compra. “Mucha gente lo hacía a finales de semana y, si no podía, la deuda iba creciendo y acabábamos teniendo problemas para cobrar aquel dinero”. La inflación, además, coincidió con la apertura de una cooperativa en el municipio que le hizo bajar las ventas. “Hacían el grueso de compra allí y a nosotros nos compraban productos puntuales”. A diferencia de ahora, recuerda, el cliente vigilaba mucho qué adquiría y optaba sobre todo por productos de primera necesidad. Sus pedidos a los proveedores también eran más ajustados para no pillarse los dedos. “¿Si faltó algún producto? Como ahora, también había dificultades para que te sirvieran aceite, pero en aquel caso de oliva”.

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