"Los mayas creían que sólo la ofrenda de un corazón humano podía nutrir a sus dioses"
El médico cardiólogo e historiador Vincent M. Figueredo acaba de publicar un libro en el que explica la historia y la importancia de este órgano desde el punto vista espiritual, filosófico, artístico y científico

BarcelonaEl filósofo y matemático francés Blaise Pascal dijo una vez que el corazón tiene razones que la razón no comprende. Hay cosas que podemos reconocer como ciertas, pero que no las sabemos a través de la razón lógica, sino que las intuimos dentro de nuestro corazón. Y es precisamente esa emoción, que parece salida de un lugar mágico, lo que ha hecho que la mayoría de las civilizaciones hayan sentido fascinación por ese órgano del cuerpo.
Para muchas sociedades, el corazón era donde residía el alma y la conciencia, una posición que ocuparía hoy el cerebro. De todo esto y mucho más se habla en el libro La curiosa historia del corazón (Ariel, 2025), escrito por el cardiólogo e historiador Vincent M. Figueredo. A través de sus páginas, se recorre toda la historia de este órgano humano, desde las creencias que suscitaba a las antiguas civilizaciones hasta sus avances médicos y científicos, pasando por la visión del arte y la literatura.
"Los antiguos egipcios se referían al corazón con la palabra yb, que podía significar el corazón físico, la mente, la inteligencia, la voluntad, el deseo, el estado de ánimo o el conocimiento", explica Figueredo. Como ellos, otras culturas ancestrales lo veneraban, y consideraban que era este órgano del cuerpo el que conectaba al individuo con Dios. yen que sólo la ofrenda de un corazón humano podía nutrir y dar energía a sus dioses; mientras que Confucio decía que "vayas donde vayas, ve con todo tu corazón".
Más adelante, en la Edad Media, el corazón se convierte en un símbolo de sinceridad, verdad, lealtad y fidelidad. Es frecuente que aparezca su representación en los escudos y blasones de las familias. También es entonces cuando aparece la primera representación artística conocida en Europa: una escena de un hombre enamorado arrodillado frente a una damisela, a la que ofrece su corazón.
Entonces, su forma recuerda a la de una piña, con la punta del corazón apuntando hacia arriba, tal y como mencionaban las descripciones anatómicas de la época, hechas por Galeno y Aristóteles. No es hasta el Renacimiento que Leonardo da Vinci y Andreas Vesalius, conocido como el padre de la anatomía moderna, hacen los primeros esbozos de lo que hoy en día aceptamos como las primeras representaciones precisas del corazón.
Icono cultural
Desde la época antigua y hasta ahora, el corazón ha sido una de las temáticas principales en la música, la pintura o la literatura, y se ha convertido en todo un símbolo para hablar sobre el enamoramiento, el amor, la fuerza o el desamor. Todo el mundo ha oído o expresado el hecho de tener "el corazón roto". "Las emociones que sentimos en nuestro cerebro reverberan en nuestro corazón, y las sensaciones físicas consecuentes son manifestaciones de la respuesta del corazón", dice Figueredo. Es precisamente por eso que durante miles de años se ha ubicado el alma del cuerpo en este órgano, y no en el cerebro, como podría creerse hoy.
A finales del siglo XVII, "el conocimiento anatómico del corazón era sorprendentemente preciso, y las teorías postuladas por William Harvey sobre la existencia de un doble circuito fueron ampliamente aceptadas", dice el autor. Y si es durante el Renacimiento que la ciencia transforma nuestra visión del corazón, no es hasta la Ilustración ya partir del siglo XIX que existe "una revolución en nuestra comprensión del funcionamiento del corazón y el sistema circulatorio, la identificación de las enfermedades cardiovasculares y cómo diagnosticarlas y tratarlas", continúa. Es entonces cuando los médicos entienden que el corazón no es un órgano infalible y que ya se pueden poner nombres a enfermedades que hasta entonces se atribuían a "dolores de corazón".
A pesar de los grandes avances científicos y la amplia información que tenemos hoy sobre su funcionamiento, el corazón sigue estando en un lugar privilegiado en nuestra iconografía cultural. Su imagen, su concepto, es una metáfora para describir lo más valioso que sentimos como seres humanos: el amor. De esta forma, y tal y como apunta Figueredo en el libro, vivimos actuando como si tuviéramos dos corazones: el corazón físico, que nos mantiene vivos, y el corazón simbólico, que define nuestras emociones, deseos, coraje y conexiones interpersonales. Al final, el corazón sigue siendo nuestro centro, nuestra alma.