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Animales de compañía

¿Qué hacemos con un perro cuando muere su amo?

Los expertos recomiendan poner en el testamento o dejar un contrato donde quede claro quién es la persona que debe responsabilizarse

Un gato y un perro comiendo, en una imagen de archivo
19/02/2025
5 min
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BarcelonaEl vínculo entre un perro (y también un gato) con su responsable puede ser tan intenso que cuando muere la persona que lo cuidaba el animal –especialmente si es un perro– "lo siente terriblemente porque, aparte de una dependencia alimentaria y fisiológica, también había un vínculo emotivo", asegura el veterinario Ricard Adán. A partir de entonces, ¿quién será su nuevo tutor? En el testamento o bien en el documento de voluntades anticipadas, o bien en un contrato, se puede dejar por escrito que se haga cargo de él un familiar, un amigo o, por ejemplo, un refugio, otorgándoles incluso una cantidad de dinero para sus cuidados, entre otras opciones. Sin embargo, la realidad dista mucho de eso: los centros de acogida, las protectoras y los refugios son los que realmente se ocupan, porque la mayoría de los animales acaban abandonados. En cambio, el dinero o las propiedades –si se han depositado para atenderlo– van a parar, mayoritariamente, al bolsillo de los herederos o legatarios.

Desde la nueva ley del Código Civil español, en 2022, los animales han dejado de ser cosas para ser considerados "seres vivos dotados de sensibilidad". Esta premisa, explica Marta Muntada, abogada especialista en derecho animal, comporta que el animal "no forma parte del legado del difunto como si fuera algo más, sino que se convierte en un ser con capacidad de sentir". Un avance significativo que, sin duda, debe ir acompañado –dice esta especialista– de otros detalles. "De la misma forma que en el testamento se nombra un tutor para los hijos, también es recomendable especificar quién se hará cargo del animal", remarca Muntada, presidenta de Lex Alma, entidad para la ética y el progreso en el trato a los animales. Y mejor: detallar "cualquier otro animal" que pueda tener la persona. El objetivo es evitar problemas, no sólo para los familiares sino también para los animales de compañía.

Este tipo de disposiciones que la ley permite –es decir, el hecho de que una persona deje a otra persona el animal con el encargo de cuidarlo–, en lenguaje jurídico reciben el nombre de fideicomisos. El testamento es, pues, una herramienta importante para recoger las voluntades y asegurar que el animal tenga una vida digna y que una persona de confianza se responsabilice de ello. "Nadie sabrá mejor que tú qué quieres para el animal", subraya la abogada. Incluso puede ocurrir que la herencia de un bien se condicione al mantenimiento del animal, o que el heredero reciba este cordero grabado, es decir, ligado al cumplimiento de una obligación, para asegurar que la persona que recibe el cordero en herencia se haga cargo del animal. Aparte del fideicomiso, otra opción más sencilla y rápida es un contrato: te quedas el animal y, a cambio, te dejo un dinero para que puedas tener el máximo cuidado.

A manos de los herederos

En caso de que el responsable del perro o el gato no haya previsto en su testamento o legado que alguien se ocupe de cuidarlo, entonces será durante el proceso de la aceptación de la herencia –que tiene lugar un máximo de seis meses después de la muerte del difunto– cuando se tendrá que ofrecer el animal a los herederos de la familia. 914 del Código Civil español que prevé la sucesión intestada –en el Código Civil catalán los animales no se consideran cosas y están bajo la protección especial de las leyes, pero está pendiente de una nueva reforma–. Sin embargo, el animal come cada día día, debe cuidarse y pueden pasar semanas antes de que se haga el trámite de aceptación de la herencia. Así que la ley prevé que si no hay herederos de forma inmediata, para garantizar el cuidado del animal se entregará a un órgano administrativo o centro de acogida.

Los expertos creen que lo lógico es que la familia se reúna para buscar una salida digna al animal, como que pase lo que le queda de vida con alguien de la familia y que el resto de los herederos paguen a esa persona los gastos de mantenimiento: servicios veterinarios, educación y comida. Lamentablemente, las familias demasiado a menudo no llevan a estos perros o gatos a un centro de acogida, una protectora o un refugio, sino que directamente los abandonan. Una realidad que conocen bien en el refugio Bú Bup Parc, de la Bisbal d'Empordà. Yolanda Valbuena, directora general de la Fundación Altarriba, señala que "un 90% de los herederos van corriendo a cobrar la herencia y todo lo que pueden relacionado con las propiedades y se desentienden totalmente de los animales, que al poco acaban en la calle". "Llegan al refugio en mal estado, se nota que llevan meses sin que nadie les cuide. Además, suelen ser perros viejos y con importantes problemas de salud", explica. En este refugio tienen un perro, Skitch, de 14 años. Según Valbuena, proviene, a diferencia de lo habitual, de una familia "responsable". "Hay muy pocos casos como éste: su tutora no podía ocuparse y la hija no podía tener al animal en casa por varios motivos. En lugar de abandonarlo ingresaron el perro aquí con nosotros, y cómo todos los perros más viejos vive en la casa de los cuidadores del refugio, y nos ayudan al mantenimiento del animal con una aportación económica", explica.

Según Anna Sólyom, autora deEl gos que seguía las estrellas (Ed. VR Europa), la realidad evidencia que muchos de los animales de compañía abandonados caen en un "pozo emocional: no les gusta jugar, no les interesa la comida, y sufren una desesperación muy profunda". Esta conocedora del mundo animal describe que "el vínculo con su tutor puede ser tan amoroso como el que puede vivirse con un niño pequeño". Según la Fundación Affinity, en España las protectoras recogieron hace dos años más de 286.000 perros y gatos, aproximadamente la misma cantidad que el año anterior. Tras las camadas no deseadas, el segundo motivo de abandono es, precisamente, la pérdida del interés por el animal, seguido de otros como los problemas de comportamiento. Entre mayo y junio aparecerán los datos de 2024, pero la Fundación ya pronostica que "habrá poca variación".

No vale cualquier persona

Pese a que pensamos que un animal de compañía podrá estar bien en un nuevo hogar o que el nuevo tutor le cuidará como es debido porque es bueno, estos requisitos no son suficientes. "Cuando se deja por escrito que otra persona se quedará el animal y se responsabilizará, ese humano debe representar algo para el gato o el perro", recalca el veterinario Ricard Adán. "El futuro cuidador será una proyección emotiva de la persona que falta. Por tanto, debe poder darle la interacción que le falta en el presente y llenarle una ausencia, porque le quedará un vacío, inevitablemente", dice este experto. Si esto no se tiene en cuenta, las consecuencias pueden ser adversas: "Un perro que acaba en un lugar donde no se siente bien cuidado acabará teniendo problemas de ansiedad, se deprimirá, dejará de comer y empezará a coger enfermedades. El animal está acostumbrado a un lenguaje, a una forma de hacer, a una forma de comunicar y de una situación, y también. rá un gran cambio, que habrá que atender".

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