Perfil

Mercè Pàniker, más que una feminista invisibilizada

Bollywood está preparando una ficción basada en la vida de esta revolucionaria, de padre indio y de madre catalana, pionera en Catalunya como empresaria y defensora de los derechos de las mujeres

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Mercè Pàniker a la Facultad de Química de la Universitat de Barcelona a finales de los años 40.

Ni Salvador ni Raimon: Mercè Pàniker. Ahora es su turno. Una mujer que se podía haber quedado en casa haciendo de ama, tal como dictaba el régimen franquista. Pero, en cambio, optó por ser libre y no solo de espíritu, sino también económicamente. Vestida con sari, presidía reuniones o negocios en un sector liderado por hombres y con 34 años se hizo cargo de la empresa familiar dedicada al encolado del cuero. Empresaria y mestiza -hija de padre indio y madre catalana-, sus palabras abrieron una rendija en el mundo y sirvieron de espejo a muchas mujeres de la época, a quien animaba a dirigirse sin miedo a la conquista del poder y a incorporarse a los centros de decisión. A pesar de ser innovadora, ha sido invisibilizada en una sociedad que no la ha estudiado ni valorado del mismo modo que a sus dos hermanos. De momento, en Catalunya se la rescata del anonimato, pero Bollywood va más allá: una productora está preparando una película basada en su historia.

A la Mercè no le importaba qué decían ni qué pensaban los demás de ella. Un factor clave para convertirse en un referente en tantos sentidos. “Ella iba tirando y no se doblegaba ante las consideraciones de los demás”, asegura Carla Gracia, autora del libro Amb ulls de dona. Una biografia de Mercè Pàniker (Ed. Universo). “¿Cuántas cosas dejamos de hacer por el qué dirán? Ella rompía esquemas. Si lo veía claro, salía adelante. Vencía las dificultades. Tenía suficiente voluntad y ningún sentido del ridículo”, describe Albert Pèlach, hijo de Mercè. Ella se sentía con todo el poder, como un hombre, porque en casa, de hecho, su padre, Ramuni Pàniker, y su madre, Carme Alemany, la alentaban a aprender, estudiar, viajar y trabajar, igual que a sus hermanos. Carme, además, decía que anhelaba dos cosas: un escritorio propio para abrirse al mundo a través de las cartas y una bicicleta como transporte para moverse libre. Heredera de este linaje, Mercè pasó unos años de internamiento en una escuela de monjas de Pützchen (Alemania) cuando la familia -excepto el padre, que volvió a Barcelona para recuperar la fábrica y proteger su casa- tuvo que huir debido a la Guerra Civil. Cuando volvió, entró a estudiar química en la universidad y fue una de las pocas mujeres en estos estudios, de los que se licenció en 1943. Y después se marchó hacia Leeds (Inglaterra) a cursar un máster a pesar de que su padre, que acababa de tener un ataque de apoplejía y se había quedado paralítico, le pidió que se incorporara a la empresa de manera urgente y a tiempo completo. Ella quería estar preparada. Vivencias como estas la hicieron transgresora y avanzada a su tiempo, pero de hecho se trataba de su personalidad perseverante y con empujón. “No solo lleva el conocimiento desde Londres -cuando aquí, en la industria del cuero, todavía se hacían tratamientos con excrementos de gallinas-, sino que también promueve que las empresas del sector se asocien y compartan este saber”, expone Gracia, doctora en escritura y profesora de la UIC Barcelona (Universitat Internacional de Catalunya).

De izquierda a derecha: Salvador, Mercè, Raimon y Josep Maria en una imagen del año 1941.
Mercè Pàniker, arriba, en el centro de la segunda fila, en el 5.º Congreso de la Unión Internacional de Sociedades de Químicos y Técnicos de la Industria del Cuero. Imagen del 15 al 20 de septiembre de 1957.

“La mujer no se puede quedar en casa”

A pesar de que ya trabajaba en la fábrica, la incorporación de Mercè como directora en Pàniker SA, la empresa de tintes y pegamentos fundada por su padre, fue una realidad en 1954. A partir de entonces, se convirtió en cofundadora y presidenta de la Asociación Química Española de la Industria del Cuero, presidenta de la Asociación de Químicos de Catalunya, miembro de la junta directiva de la Petita i Mitjana Empresa de Catalunya (Pimec) y miembro de las Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial (ONUDI). Fueron años de viajes, en los que sus intervenciones públicas clamaban a favor de que las mujeres se apropiaran de un espacio que les había sido negado. “El mundo actual está muy mal, así que la mujer no se puede quedar en casa, tiene la obligación como ciudadana del mundo de acceder a los centros de decisión en un mundo globalizado”, proclamaba.

Mujer en un mundo de hombres, dominaba media docena de idiomas: el catalán, el castellano, el inglés, el francés, el alemán y también se defendía en italiano. Su visión feminista de la economía sorprendía en las asambleas de los empresarios y políticos a quienes se dirigía. “Tenemos que hablar de la microeconomía, que es la economía de las familias, la que hace funcionar el mundo; dejad de focalizaros solo en la macroeconomía, que no aporta nada. Todo se tiene que mirar con ojos de mujer”, recuerda su amiga Anna Mercadé, cofundadora junto con Mercè de la asociación internacional Hagamos Visión para dar poder a las mujeres. “Una de las máximas de esta revolucionaria, que iba a contracorriente, era que la mujer para ser libre tenía que ser independiente económicamente”, recuerda Mercadé. “Su feminismo, además, no era desde el enojo, la rabia o la lucha. Ante las situaciones injustas vividas durante siglos, ella proponía un feminismo en el que las mujeres tienen que andar hacia la conquista del poder y los hombres ya lo acabarán aceptando”, comenta Gracia, que añade que Mercè insistía en que “las mujeres tienen una visión diferente de ver el mundo: sin conflicto ni violencia, con más comunicación y empatía”.

En casa suya, en la calle de Iradier de Barcelona, con sus nueras y su hijo (2000)

Solo hubo un momento en el que Mercè tuvo ganas de huir. De irse bien lejos de casa para poder respirar, a pesar de saber que dejaba momentáneamente a cuatro hijos, de 10 años a 6 meses. Pero este pensamiento quedó solo en esto. Fue cuando perdió a su marido, muerto repentinamente en 1962 a raíz de un ictus en un semáforo de la calle Calvet con la Diagonal de Barcelona. A pesar de que la herida era muy profunda, finalmente consideró que “tanto sus hijos como la empresa la necesitaban demasiado” y sabía que, “por muy lejos que se fuera, el vacío continuaría para sus adentros”, según relata el libro. Aun así, se fue con su madre y dos de sus hijos, los más grandes, a Roma a ver unos días a su hermano mayor, Raimon, que era sacerdote y con quien se había sentido siempre muy cercana. Tampoco fue un buen momento para ella el tiempo de desavenencias con su hermano Salvador, que también estaba implicado en la empresa. Mientras Salvador quería una estructura más clásica y una gestión con capas de poder, Mercè, como directora, apostaba más por hacer participar a todo el mundo, porque todos eran parte de la fábrica. El choque y las desavenencias entre estos dos liderazgos se saldaron cuando Mercè se fue. Sintió que la echaban y Salvador se quedó con Pàniker SA, después de verse obligado a comprar la parte de sus hermanos. “A pesar de todo, mi madre siempre intentó volverse a aproximar a Salvador”, recuerda Pèlach. Y es que ella valoraba mucho los vínculos familiares y predicaba la espiritualidad a partir del amor que sentía por las personas. Y no se detuvo: en 1974 fundó su propia empresa de encolado de cuero en Villena (Alt Vinalopó) y en 1980 se convirtió en directiva en la empresa de fabricación de alambres y cordones de acero Tycsa. “Es un referente. Su figura ayuda al hecho de que hombres y mujeres vean en Mercè que es posible ser y hacer lo que Mercè fue o hizo. Rompe el canon universal sobre el cual se ha construido la masculinidad blanca y hace de puente entre dos mundos: Catalunya y India”, explica Meritxell Benedí, presidenta del Institut Català de les Dones, un organismo en el que también se implicó en la creación y que en 2020 ha celebrado el centenario de su nacimiento con actas y exposiciones.

Cerrar el círculo

Pero el propósito de Mercè -reconocida, entre otras, con la medalla President Macià o por el Lobby Europeo de Mujeres- era cerrar el círculo: si su padre no hubiera conseguido una beca para estudiar en Inglaterra, no habría salido de India ni habría conocido a su madre, ni tampoco habría nacido ella ni sus hermanos. Así que creó la Fundación Ramuni Pàniker Trust en 1998, que asiste a estudiantes con talento sin recursos económicos -sobre todo con becas para mujeres- en zonas rurales del estado indio de Kerala. Sus visitas periódicas reforzaron el vínculo con la zona y ahora el legado es muy visible. Por eso, Platoon One Films está desarrollando el guion de una ficción, que probablemente se llamará The spanish aunty, sobre el ejemplo poderoso y visionario de Mercè: esta empresaria y feminista, de mirada convincente e inconformista, tal como ya transmitía aquella niña que sale en una fotografía de 1941 en Blanes apoyada en un pino ante la playa y con una cinta con un lazo en el cabello y unas alpargatas atadas a los tobillos. Fue de excursión en bicicleta, la bicicleta que nunca pudo tener su madre.

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