La UE, Londres y AstraZeneca, el triángulo envenenado del post-Brexit

Londres y la farmacéutica incumplen los acuerdos mientras Bruselas amenaza con todas las opciones

El primer ministro británico, Boris Johnson, en una cumbre con los líderes  europeos

Bruselas / Londres"Finalmente podemos dejar atrás el Brexit y mirar hacia delante". Era la noche de Navidad del año pasado y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, celebraba así la firma del agónico acuerdo del Brexit que decía adiós al Reino Unido como miembro de la Unión Europea y a las complicadas negociaciones que se habían alargado durante cuatro años.

Sin embargo, desde entonces, no se puede decir que la relación entre el gobierno británico y la Unión haya mejorado. A la complicada gestión de la (no) frontera irlandesa se le ha añadido una guerra por las vacunas en la que Bruselas ve como ya hay un 37% de los británicos inmunizados con una primera dosis, mientras los europeos no llegan al 10% y AstraZeneca, pilar fundamental de su estrategia de vacunación, no entrega ni la mitad de las dosis a las que se había comprometido. La tensión se ha disparado esta semana: Bruselas amenaza con "todo" para hacer cumplir tanto el acuerdo del Brexit como el contrato con la farmacéutica.

El malestar de la Unión se debe de principalmente al desacato de la compañía anglosueca con Bruselas en un momento de alta presión para una Comisión Europea en el punto de mira porque ha centralizado la compra de vacunas. Von der Leyen, que no ha comparecido regularmente durante la pandemia, lo hizo miércoles con contundencia para amenazar al Reino Unido con parar las exportaciones de vacunas desde el continente hacia las Islas Británicas si no había reciprocidad. Las farmacéuticas europeas, dijo, han exportado diez millones de dosis al Reino Unido, mientras que de las fábricas británicas no ha llegado nada a la Unión. Y AstraZeneca ha priorizado satisfacer los pedidos pactados con el gobierno Johnson. "No excluyo ninguna opción", dijo en un aviso que repitió viernes en una entrevista con unos cuantos medios europeos.

Las opciones a las que se refiere Von der Leyen pasan por endurecer el mecanismo de control de exportaciones que activó la Comisión en febrero después del primer conflicto abierto con AstraZeneca. Pero hay varias vías para hacerlo: la más extrema es activar el artículo 122 del tratado de funcionamiento de la Unión previsto en caso de catástrofes "naturales o acontecimientos excepcionales", y que permite de manera muy amplia adoptar "medidas adecuadas" si hay "dificultades de suministro grave".

Como el pez que se muerde la cola, la guerra de las vacunas ha estallado cuando todavía no se han encarrilado del todo los temas más espinosos del acuerdo del Brexit. Viernes, Bruselas llevaba el Reino Unido al Tribunal de Justicia de la UE por no haber podido recuperar 100 millones de euros en ayudas fiscales ilegales en Gibraltar, y todavía no se ha resuelto la cuestión de las cuotas pesqueras. Pero la cuestión más problemática es la gestión de la frontera irlandesa. Para evitar una frontera física entre la República de Irlanda e Irlanda del Norte se acordó establecer controles aduaneros marítimos para los bienes que entran desde Gran Bretaña hasta Irlanda del Norte, porque el Reino Unido quedó fuera del mercado único y la unión aduanera y se aceptaba que Irlanda del Norte se mantuviera en ambas.

A raíz del protocolo, y los controles que implica el acuerdo, el tráfico comercial entre Gran Bretaña y Belfast y Larne –los dos puertos principales de entrada de mercancías en Irlanda del Norte – se ha reducido un 60%, según la Oficina Nacional de Estadística británica. En esta situación, que perjudica a los ciudadanos norirlandeses, Londres ha decidido unilateralmente alargar la laxitud de los controles hasta octubre. Bruselas lo ve como una vulneración de la ley internacional y ha abierto un proceso sancionador contra el Reino Unido esta misma semana.

Es en este contexto que ha estallado la crisis entre la UE y AstraZeneca y la suspensión de la campaña de vacunación, finalmente retomada. Una crisis que desde Londres tiene una lectura comercial, pero sobre todo simbólica, política y cultural.

La vacuna de Oxford es una pieza clave de la lucha contra la pandemia en el Reino Unido, pero también la demostración que el país del Brexit puede hacerlo mucho mejor que los Veintisiete desde el punto de vista de la investigación. Hasta que tuvo lugar el dictamen de jueves de la EMA, que garantizaba que la vacuna era “segura y eficaz”, tanto científicos como políticos habían salido a defender el trabajo hecho tanto por el Instituto Jenner de Oxford como por la farmacéutica anglosueca. Y mientras la UE busca la manera de conseguir "las dosis que le corresponden", viernes Boris Johnson se puso la vacuna de AstraZenca. Que horas antes se la pusiera el primer ministro francés, Jean Castex, solo fue otro triunfo de Londres.

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