UE

Una Europa sacudida por la guerra y la extrema derecha afronta las elecciones más inciertas

Las lecciones de una legislatura históricamente convulsa marcan los comicios a una Unión Europea transformada

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Una sesión del Parlamento Europeo en Estrasburgo.

BruselasLa pandemia de la cóvido y la guerra de Ucrania han dado la vuelta a la Unión Europea en sólo una legislatura. Es un antes –el dogma de la austeridad, la dependencia energética con Rusia y la renuncia al poder militar– y quiere ser un después de que estará marcado por los resultados de las elecciones europeas de este 9 de junio. Los próximos dirigentes comunitarios tendrán que dar pasos decisivos para llevar a cabo la transición verde, remilitarizar Europa y frenar los pies al expansionismo de Vladímir Putin, así como lograr una mayor independencia en diferentes sectores clave, como el de la Defensa o la industria, para jugar un papel internacional más relevante y escapar del sándwich en materia comercial de Estados Unidos y China.

El bloque europeo considera que el camino para alcanzar este objetivo pasa, en gran parte, por incrementar su capacidad militar y de fabricación de material armamentístico. De esta forma, pretende mantener el apoyo a Ucrania y evitar que las tropas rusas se acerquen a las fronteras de la UE, ya la larga dejar de estar a merced de la protección de la OTAN, que está controlada por Estados Unidos , y ser capaz de defenderse por sí misma.

Esto supone la rotura deuno de los principales tabúes del proyecto común europeo, que nació con el objetivo de evitar la guerra entre los estados miembros y contra estados terceros a través de interdependencias políticas y comerciales, pero nunca con el poder militar, que se externalizó a Washington. En este sentido, hasta qué punto y cómo quiere remilitarizarse Europa será una de las grandes discusiones de los próximos años. Mientras que los países del este del bloque, por cuestiones de proximidad geográfica e histórica con Rusia, lo sitúan como una prioridad, por lo general los del sur no lo ven tan urgente y prefieren mantener un tono menos belicista.

Otro de los principales retos del bloque europeo que también va muy ligado a la guerra de Ucrania es la nueva gran ampliación de la UE. La adhesión ucraniana se verá determinada, obviamente, por el desenlace de la guerra. Pero también afectará al resto de estados que están en la sala de espera para sumarse al club de los Veintisiete. La entrada de Ucrania allanaría el camino de los candidatos a entrar, como los de los Balcanes Occidentales, Georgia y Moldavia, que notan el aliento del Kremlin en la nuca.

A estas alturas, hay unanimidad en la UE –al menos de puertas afuera– para admitir a todos estos países y llegar a ser entre 33 y 36 socios europeos. Por eso, hace tiempo que los actuales estados miembros piden a la Comisión Europea impulsar una gran reforma de los tratados comunitarios para garantizar que la UE puede funcionar correctamente a pesar de ampliar el número de integrantes. Sin embargo, Bruselas sólo ha presentado un documento en el que expone qué potenciales cambios podrían hacerse, como retirar la obligación de unanimidad para aprobar algunas iniciativas, pero no es ninguna propuesta oficial. Es decir, se trata de otra caja de los truenos que deberá abrirse en la próxima legislatura.

Autonomía energética y económica

La invasión de Ucrania y la dependencia de la UE de los combustibles fósiles rusos ha hecho despertar en el blog. Desde entonces, hay unanimidad que es necesario acelerar el despliegue de las renovables como única vía para alcanzar la ansiada autonomía energética y el bloque europeo quiere evitar repetir con China el error que cometió con Rusia. Por este motivo, el bloque europeo pretende reducir las dependencias comerciales con el gigante asiático, al que ya tienen calificado de "rival sistémico".

En cuanto al ecologismo y los objetivos climáticos, sin embargo, la división es más importante. Durante casi toda la última legislatura, el ejecutivo de Ursula von der Leyen ha sacado adelante un plan verde ambicioso y ha contado con el apoyo de la gran mayoría de Estados miembros y de todos los grupos europarlamentarios, menos los del extrema derecha. Ahora bien, cuando el Partido Popular Europeo (PPE) y una parte de la familia liberal europea olieron que se acercaba una ola contraecologista a la UE y que se le escapaban votos hacia la ultraderecha, cambiaron de parecer.

Algunos jefes de estado y de gobierno europeos y los propios dirigentes del PPE pidieron a Von der Leyen que pusiera freno a sus medidas climáticas, lo que se acentuó aún más con las protestas del campesinado que se han esparcido por toda Europa.

Uno de los argumentos de la derecha y la extrema derecha respecto a las regulaciones ecologistas es que hace perder competitividad en la industria europea, que ya consideran suficientemente tocada y que no puede soportar más bastones en las ruedas. De hecho, recuperar el made in Europe y retener o devolver la industria al bloque comunitario es otro de los objetivos compartidos entre todos los Estados miembros y grupos europarlamentarios. La cuestión vuelve a ser el cómo, si bien parece que la tendencia es ampliar las medidas de talante más proteccionista, especialmente hacia China.

En cuanto al dogma de la austeridad, aunque sigue reinando en Alemania y sus socios habituales, ha perdido adeptos respecto a la crisis de 2008 a raíz de la respuesta de la UE a las consecuencias económicas derivadas de la pandemia. Al contrario de la receta de apretarse al máximo el cinturón, durante la crisis de la Covid se apostó por sacar adelante políticas económicas expansivas, si bien es verdad que este año entran en vigor otra vez unas reglas fiscales restrictivas en cuanto al gasto público.

El aumento de la extrema derecha

Otro de los procesos legislativos que han marcado la anterior legislatura es la reforma migratoria. La nueva normativa endurece los controles en las fronteras contra los inmigrantes y refugiados, pretende acelerar el retorno de los recién llegados en situación irregular y potenciar los pactos con terceros estados, como Túnez o Egipto, que no garantizan cumplir con los derechos humanos a la hora de intentar frenar las rutas migratorias hacia el bloque europeo. Unas medidas que son las que reclamaba desde el principio la extrema derecha, sobre todo la primera ministra italiana, Giorgia Meloni, y que han ido viendo cada vez con mejores ojos a la gran mayoría de gobiernos europeos, también algunos socialdemócratas. Sin embargo, la ultraderecha y una parte importante de los Estados miembros no les basta y todavía piden a Bruselas endurecer más las políticas migratorias.

Sin embargo, lo que teme Bruselas y la gran mayoría de dirigentes comunitarios es el incremento de los grupos europarlamentarios de la ultraderecha, a las que las proyecciones electorales auguran sus mejores resultados en unos comicios del Parlamento Europeo. Son los partidos que por lo general ponen más en duda los valores fundamentales de la UE y donde se acumulan más eurodiputados pro-rusos.

Ahora bien, la propia Von der Leyen, ante la posibilidad de que no sume suficientes apoyos con sólo el PPE, los socialdemócratas y los verdes, ya hace diferencias entre partidos de extrema derecha y se ha abierto a pactar con aquellos que sean contrarios al régimen de Putin y favorables de la OTAN, como el de Meloni. Sin lugar a dudas, romper o no el cordón sanitario con la ultraderecha en las instituciones europeas, lo que sería inédito, será otro de los grandes debates de esta campaña electoral y de la próxima legislatura.

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