

En poco más de dos meses, el pacifismo parece haber dejado de ser una opción en Europa. Por el momento, al menos, las voces que plantean algún tipo de alternativa a la opción del rearme tras la retirada inminente de Estados Unidos y la amenaza rusa son minoritarias. El cambio parece haber sido repentino, pero, en realidad, estábamos avisados desde hacía tiempo. En el primer mandato de Trump, el aumento del gasto militar de los países de la OTAN ya estaba sobre la mesa, y el presidente estadounidense siguió advirtiendo durante la campaña electoral de la reelección de que no estaba dispuesto a seguir haciéndose cargo de la seguridad europea. En la UE no esperaban, claro, que de repente se pondría junto a Rusia en la guerra ucraniana, pero los avisos ya eran suficientemente alarmantes para haber preparado con más tiempo la estrategia europea, y también para haber abierto el debate ciudadano que permitiera conocer mejor los distintos posicionamientos.
Sea como fuere, el plan de rearme pactado ahora supone la movilización de unos 800.000 millones de euros que saldrían de la flexibilización de las reglas fiscales y el aval de la UE de préstamos para defensa en los estados miembros. Ayer, en su rueda de prensa de balance de los primeros 100 días al frente de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen abrió las puertas a incluir otras medidas alternativas para asegurar la financiación de la nueva defensa europea en solitario. Tal y como explicaba ayer en Debat Andreu Mas-Colell, la opción inicial más lógica sería facilitar el endeudamiento, pero a medio plazo habrá que, seguramente, aumentar impuestos para asegurar las inversiones, y todo dependerá, recordaba, de si lo que se hace es reforzar la capacidad disuasoria de la UE, con la perspectiva de un conflicto latente pero que no llega al enfrentamiento directo, o si finalmente hay que entrar en combate. En este punto, el melón del retorno del servicio militar comienza a abrirse en algunos países.
Por lo que dijo ayer el presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, aprovechando un mitin en Galicia, España se plantea por ahora aumentar el gasto en todo lo defensivo y que supone, por ejemplo, más inversión en inteligencia artificial, ciberseguridad, protección civil o lucha contra el islamismo. Son ámbitos en los que, seguramente, podrá conseguir el apoyo de los socios de investidura más reacios a aumentar el gasto militar, al tiempo que le permitiría hacer ver ante sus socios europeos que está gastando mucho en inversiones que, seguramente, habría llevado a cabo igualmente. Veremos si finalmente le funciona la estrategia tanto dentro –el PP ya se ha quejado de que no lo tenga como interlocutor principal– como fuera, donde posiblemente le exigirán un mayor aumento del que ha ido diciendo hasta ahora. No lo va a tener fácil.
Con todo, parece que todo el mundo da por hecho la ruptura de la OTAN –para satisfacción de Putin–, y al ciudadano europeo se le ha negado la posibilidad de tener un debate algo pausado sobre el nuevo rearme. Puede haber bastante consenso sobre la necesidad de asegurar la defensa europea, pero ahora ya no hay tiempo para que se pueda hablar fríamente de qué tipo de rearme es necesario, de qué manera ni de contra quién nos defendemos.