133 presidente, el del sanchismo

2 min
El líder del PSC, Salvador Illa, junto al presidente español, Pedro Sánchez.

En su dilatada carrera dentro del PSC (que él pronuncia, efectivamente, en castellano), Salvador Illa fue pasando etapas hasta llegar a un punto de inflexión: su paso por el ministerio de Sanidad, un ministerio que se supone poco relevante porque tiene las competencias transferidas, pero que en tiempos de Isla cogió de repente una importancia fundamental porque estalló la pandemia de cóvido-19. Esto llevó a Pedro Sánchez a decretar el estado de alarma, que comportaba, mientras durara, la recuperación parcial de competencias por parte del gobierno de Madrid. Isla se convirtió entonces en el ministro de la pandemia, y también en lo que nunca había sido: un político conocido y popular, bien visto por un público amplio que valoraba su seriedad, en contraposición con los adeptos a la política espectáculo.

A partir de aquí (primero como candidato a la presidencia de la Generalitat, después como jefe de la oposición con Pere Aragonès, ahora como 133 presidente de la Generalitat) se ha convertido en el representante más destacado en Catalunya del sanchismo, esa palabra que en principio era un insulto de la derecha española, pero que Pedro Sánchez, como suele hacer, ha procurado girar a su favor. Digan lo que digan sus adversarios, Isla se dedica a insistir en su perfil de hombre serio, meticuloso y que va al trabajo. Ha aprovechado estos tres años en la oposición en el Parlament para distanciarse, en contenido y en formas, del papel tóxico que habían desempeñado los dirigentes de Ciutadans, y ahora se ofrece como un presidente que se propone gestionar bien. Sánchez lleva seis años como presidente del gobierno de España, durante los cuales ya ha conocido, hoy en día, a tres presidentes de la Generalitat. Si Illa consigue llevar adelante la mejora de la financiación acordada con ERC o una equiparable, detener la desinversión del estado español en Catalunya, corregir las disfunciones en servicios públicos fundamentales como Cercanías o la sanidad pública (que, como hemos dicho, conoce bien) y que las políticas lingüísticas y culturales actúen a pleno rendimiento, podrá colgarse la medalla de haber mejorado sustancialmente, en comparación con sus predecesores independentistas, el autogobierno de Cataluña. Puro sanchismo, en el que no entran las políticas sociales que le habrían reclamado los comunes (que por eso han quedado fuera del Gobierno, como Podemos quedó fuera del gobierno de España tan pronto como Sánchez pudo prescindir de ello).

l sanchismo es demostrar que se puede gobernar España dando la espalda al españolismo tradicional y apoyándose, en cambio, en un buen entendimiento con los gobiernos vasco y catalán, es decir, abrazando la idea de la pluralidad y la diversidad hasta donde la mirada madrileña es capaz de entender y defender estas ideas. Es un planteamiento nacido no de la convicción, sino de una serie de correlaciones de fuerzas en España, en el País Vasco y en Cataluña, y también del cierre de la derecha española y de la catalana en sus propias sobreactuaciones. Y es un planteamiento novedoso, con un recorrido incierto pero no necesariamente imposible.

stats