El post 23-J

Cuando al PP le daba igual gobernar habiendo perdido las elecciones

Ayuso, Almeida, Moreno y Mañueco accedieron al poder gracias a pactos con Ciudadanos y Vox

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Alberto Núñez Feijóo ayer en el balcón de Génova.

MadridAlberto Núñez Feijóo se pasó la campaña del 23-J defendiendo que sólo tenía legitimidad para gobernar el partido que ganara los comicios. "No merezco ser presidente si pierdo las elecciones". Incluso ofreció firmar un pacto al candidato socialista, Pedro Sánchez, para que se comprometieran mutuamente a dejar presidir el gobierno en el partido que ganara las elecciones. "Es lo que ha ocurrido siempre, todos los candidatos más votados en España han gobernado: Adolfo Suárez, Felipe González, José María Aznar, José Luis Rodríguez Zapatero, Mariano Rajoy e incluso Pedro Sánchez. Todos han gobernado después de ganar las elecciones . No hay ningún presidente del gobierno que haya gobernado después de haber perdido las elecciones", volvió la noche del 23-J. Pero Feijóo se olvidaba de dos cosas haciendo estas afirmaciones: que barones populares como Isabel Díaz Ayuso habían llegado al poder sin haber ganado las elecciones y que en un sistema proporcional, como el que reina en España, es presidente quien reúne más apoyos, independientemente de quien haya ganado las elecciones.

De hecho, el propio Juanma Moreno Bonilla, presidente de Andalucía y persona muy cercana a Alberto Núñez Feijóo, lo puso en práctica en el 2018, cuando perdió las elecciones pero firmó un pacto de gobierno con Ciutadans y con el apoyo desde fuera de Vox. "Los andaluces han votado diálogo", decía en ese momento. Un año después el pacto lo replicaban en Madrid Isabel Díaz Ayuso y José Luis Martínez-Almeida, así como Alfonso Fernández Mañueco en Castilla y León. Los tres perdieron las elecciones, pero firmaron una coalición de gobierno con Ciudadanos tras las elecciones municipales y autonómicas de 2019.

Mañueco defendía el "diálogo y el acuerdo" como una "nueva forma de gobernar", mientras Almeida apostaba abiertamente por echar de la alcaldía a Manuela Carmena, que se había impuesto en las elecciones municipales. "Las urnas nos dijeron que era el momento de un gobierno de coalición, de entendernos entre fuerzas [...]. Lo que buscaba el electorado era que no gobernara la izquierda", decía, a su vez, Isabel Díaz Ayuso hace cuatro años. "El PP es quien ha ganado las elecciones y lo que pretenden los perdedores es echarnos de las instituciones", afirmaba, en cambio, hace una semana para defender que Feijóo debía gobernar. De hecho, lo comparaba –como hacen habitualmente los dirigentes del PP– con el pacto del Tinell, el preludio del primer tripartito en la Generalitat.

¿Una segunda vuelta o escaños extras?

Precisamente, para evitar que ahora el PSOE firme un acuerdo con Sumar y partidos soberanistas catalanes y vascos, Ayuso había insinuado hace ya unos meses la posibilidad de establecer una segunda vuelta entre los dos partidos más votados. Es decir, como ocurre en países como Francia. Ahora bien, la presidenta madrileña no tiene en cuenta que en Francia existe un sistema mayoritario y presidencialista. "En España hay un sistema proporcional, no tiene sentido una segunda vuelta", subraya el profesor de Ciencia Política de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) Marc Guinjoan, quien añade que, en todo caso, sólo serviría para elegir al presidente, pero se pregunta: "¿Con qué apoyos gobernaría?"

La opción por la que han optado algunos países que tienen un sistema electoral muy similar al de España es el de los escaños extras, es decir, dar un plus de escaños al partido que gane las elecciones para facilitar gobiernos en solitario en detrimento de las coaliciones. Es lo que aplica Grecia, por ejemplo, donde el partido que gana las elecciones recibe otros 50 escaños. Guinjoan, en este sentido, recuerda que el artículo 68 de la Constitución establece que el Congreso de los Diputados puede estar formado por entre 300 y 400 diputados –actualmente tiene 350– y que, por tanto, este cambio podría aplicarse. "Eso generaría una pulsión mayoritaria", admite, porque la competición se centraría sobre todo en los dos partidos mayoritarios. Los principales perjudicados serían los partidos nacionalistas, así como Sumar y Vox. "Se altera la transformación de votos en escaños, se rompe la proporcionalidad, porque se dan unas primas de escaños que no se han ganado", añade el profesor de Ciencia Política de la UOC Ivan Serrano. Las únicas administraciones en el Estado donde se prevé la elección directa, eso sí, en segunda vuelta, son los ayuntamientos: en caso de que no haya pacto alguno con mayoría absoluta, el alcalde es el representante de la fuerza más votada.

Más fragmentación

Ahora bien, Guinjoan apunta que habría otras alternativas si lo que se quiere es favorecer a los partidos mayoritarios y evitar el riesgo de una repetición de las elecciones, como es la de subir el umbral electoral, que ahora es del 3%. Recuerda, por ejemplo, que en países como Israel u Holanda este porcentaje es aún inferior y es uno de los factores que propician la fragmentación. En otros estados, como Bélgica, es obligatorio que el gobierno lo conformen los partidos de la parte flamenca y francófona del país, pero eso tampoco ha evitado históricamente la inestabilidad política. De hecho, el país llegó a estar más de un año sin gobierno.

La sociedad española tiende a una "mayor fragmentación", que se ha acentuado con el paso de los años, recuerda Guinjoan, lo que comporta "más gobiernos de coalición y acuerdos poselectorales". Una cultura de pactos a la que los partidos deben ir acostumbrándose. Serrano añade que respetar la lista más votada es un "principio político" del que los partidos normalmente se acuerdan cuando han ganado. Ahora bien, en un sistema parlamentario, es igual de legítimo, defiende, que un partido consiga apoyos para presidir el gobierno aunque no haya ganado las elecciones.

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