Lectura

La fiebre de los clubs de lectura infantil

Leer en grupo y hablar de los libros, clave para fomentar el hábito lector

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Club de lectura para niños.

BarcelonaDesde Las brujas de Roal Dahl hasta las historias de Isadora Moon, pasando por Los cinco van de camping de Enid Blyton o Hotel Winterhouse de Ben Guterson. El primer libro que comentan los quince niños y niñas que conforman el club de lectura infantil de la biblioteca Jaume Fuster de Barcelona lo han escogido ellos y han tenido que leerse de la primera a la segunda sesión. Entre los títulos, existen novedades y clásicos, pero también grandes descubrimientos y ediciones más comerciales. Hay gustos para todo, y por eso, de hecho, se realiza esta actividad. Cada uno de los participantes presenta el libro a sus compañeros y lo puntúa. Los que más interés –y risas– generan son los más escatológicos, pero todos les sirven para hablar de libros en un entorno no escolar y así conocer nuevos autores y nuevas historias.

Para la siguiente sesión, se llevan trabajo: todos leerán El secuestro de la bibliotecaria, de Margaret Mahy y así podrán comentarlo y contrastar opiniones. Es otra forma de plantear la sesión, tal y como explica el conductor del club, el dinamizador de lecturas Joan de Boer, cuyo objetivo final es que niños y niñas lectores puedan hablar de libros. "Es bonito", dice De Boer, "porque vienen de diferentes escuelas y se encuentran aquí una vez al mes".

Este club de lectura es uno de los dieciocho grupos infantiles, de entre ocho y doce años, que se ofrecen en las bibliotecas de Barcelona, ​​además de los nueve juveniles. En total, se realizan 27, siete más que el curso pasado. Según explica Laura Pla, coordinadora de los clubs de lectura, los grupos se organizan en función de las necesidades de cada barrio y es el propio bibliotecario que debe detectarlas para dar el servicio que piden o requieren las familias. "En el Bon Pastor o en el Carmel tienen necesidades diferentes que en la Esquerra del Eixample", ejemplifica Pla. Lo importante, insiste, es que el personal de la biblioteca se aproxime al territorio para ofrecer lo que se busca. Si algún año no salen, pueden recuperarse el curso siguiente.

Tras el fomento de la lectura

Los clubs de lectura no tienen otro objetivo que fomentar el hábito lector entre jóvenes. "Está claro que promocionar la lectura y potenciar el espíritu crítico es el ADN de las bibliotecas", dice Pla. Pero, además, también se quiere crear un espacio de democratización del acceso a la cultura con una vertiente lúdica que abandone la idea de la "lectura obligatoria". En esta línea, De Boer también ve que esta lectura es "más libre" en los clubs que en las escuelas y abre nuevas posibilidades. Para Pla, niños y niñas deben ver que se puede "leer para disfrutar" y les ayudamos a "conectar" con ese placer. La coordinadora defiende que los clubs deben extender la idea de que leer es una actividad divertida que, además, les ayuda a tener mejores resultados académicos. "Si tienes un libro, tienes media vida: no cuesta dinero y enriquece un montón", concluye la coordinadora.

La apertura hacia nuevas lecturas es uno de los beneficios que destaca la bibliotecaria Georgia Cabrero, que alerta de que los libros que suelen "atrapar" a niños y niñas tienen "unas cualidades más comerciales que literarias". Cree que si no se abre el abanico de lecturas "de forma exponencial", es probable que "el recorrido lector del niño acabe muy pronto y se dé abandono lector". Cabrero se encarga de la biblioteca de Vilanova de Bellpuig, que hace poco más de un año ha renovado sus espacios y, con esta renovación, ha impulsado diversas actividades de fomento de la lectura como, precisamente, un club infantil. Empezó con esta franja de edad "para ir sembrando". En el pueblo hay uno de adultos desde 2006, pero esta opción todavía no estaba. "No ha costado nada, se han apuntado nueve niños y eso es todo un éxito para un pueblo pequeño", admite Cabrero, que lo ve como "toda una oportunidad". Además de los beneficios habituales, Cabrero aún ve otro: todos deben hacer un esfuerzo por comunicar en público, lo que puede ser "de gran ayuda para sus vidas y en cualquier otro ámbito".

El club infantil debe ser la cantera de un futuro club de lectura juvenil, a partir de doce años. Es una franja de edad, dice Cabrero, que cuesta más llegar más por desconfianza hacia el formato y el espacio que para que los adolescentes no lean. "Si el grupo ya se conoce y se ha creado buen ambiente –dice Cabrero– es más probable que continúe". De hecho, la bibliotecaria cree que puede ser un espacio muy bueno para expresar opiniones y fomentar el diálogo entre los jóvenes y, al mismo tiempo, romper con el prejuicio de que los jóvenes no leen.

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