Educación secundaria

El instituto que rompe la norma de empezar a las 8 de la mañana

Los horarios de los institutos o el de las extraescolares, las pantallas y los malos hábitos contribuyen a que los jóvenes duerman de media dos horas menos de lo recomendable, un déficit que puede tener consecuencias sobre la salud

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Los estudiantes de secundaria del Institut Escola Arts, el primer día de clase de este curso

Desde este lunes, la gran mayoría de los más de 80.000 alumnos que han terminado la primaria deben levantarse una hora antes para empezar las clases del instituto. Sin embargo, hay algunas excepciones. Los chicos y chicas de 1º de ESO del Instituto Escola Barnola, de Avinyó, en el Bages, han modificado poco su rutina. Hace cinco años que este centro regularizó los horarios de infantil, primaria y secundaria estableciendo una misma hora de entrada y salida para todos. El alumnado del IE Barnola comienza a las 9 de la mañana y termina la jornada a las 16 horas de la tarde, con una pausa de dos horas al mediodía para infantil y primaria y una hora para secundaria. “Nuestro horario tiene en cuenta tres puntos clave –apunta el director del centro, Ricard López Muñoz–: la progresión de la carga lectiva en función de la edad del alumnado, la regularidad horaria durante los distintos días de la semana y la salud, con una comida al mediodía que se realiza en horarios saludables para todos”. Inspirado en experiencias internacionales de modelos europeos de éxito, en directrices del departamento de Educación que "no se han acabado de desplegar" y en el Pacto para la Reforma Horaria, la comunidad educativa del IE Barnola destaca en positivo el modelo organizativo del centro.

Más sol y más deporte

El horario del IE Barnola es un ejemplo que va en la línea de lo que defienden expertos del sector sanitario y educativo para mejorar el bienestar físico, mental y emocional de nuestros adolescentes. Una medida, la de entrar una hora más tarde en el instituto, que contribuiría a mejorar los hábitos de sueño de los jóvenes, que sistemáticamente duermen menos de lo que necesitan. “Nuestros adolescentes están durmiendo una media de 7 horas, cuando deberían dormir 9”, afirma Javier Albares, médico especialista en medicina del sueño del Centro Médico Teknon, miembro del grupo motor de la iniciativa ciudadana Reformahoraria.cat y autor de La ciencia del buen dormir (Ed. Península) publicado en 2023.

Amira, que comienza el primero de ESO en el instituto escuela Arts, se despide de su madre el primer día de clase

Aunque expertos como el doctor Albares defienden que sería necesaria una reforma estructural en muchos ámbitos (horarios laborales, escolares o de extraescolares, por ejemplo) para que los jóvenes no vayan retrasando de forma crónica la hora de acostarse, sí que plantea algunas pautas sin coste y de fácil aplicación que pueden mejorar su bienestar. Entre las primeras que propone es que les dé la luz del sol a primera hora de la mañana –y por eso fomenta ir a la escuela a pie o en bicicleta–, y que se incorpore la actividad física durante la primera franja lectiva del instituto. Según Albares, la luz solar y el deporte son los dos parámetros más importantes que contribuyen a que el joven se duerma antes. Otras medidas proponen que los centros educativos eviten los exámenes los lunes, a causa de los cambios de los patrones del sueño del fin de semana –el llamado jet lag social– o que prescindan de las asignaturas que piden más esfuerzo a primera hora, cuando están más dormidos.

Uno estudio europeo liderado por el jefe de pediatría y de la unidad del sueño del Hospital Quironsalud de Valencia, Gonzalo Pin, demuestra que la aplicación de estas pautas, junto con la introducción de la importancia y el valor del sueño, así como sus funciones o repercusiones en el proyecto educativo de las escuelas; mejora el rendimiento académico y conductual del alumnado. El estudio, llamado Proyecto Shatsu, ha contado con la participación de escuelas de España, Italia y Turquía, de alumnado de edades comprendidas entre los 3 y los 18 años. "Este programa demostró que haciendo una formación correcta a educadores, alumnado y familias durante un curso escolar, los estudiantes incrementaban medio punto de media sus calificaciones finales", apunta el doctor Javier Albares. Además de las medidas ya citadas, el Proyecto Shatsu plantea otros elementos importantes si se quieren adquirir hábitos saludables del sueño, como acostarse siempre más o menos a la misma hora, evitar el uso de pantallas después de cenar o desayunar bien y variado.

Dormir y salud mental

Las dos horas al día de sueño que pierden los adolescentes pueden desencadenar importantes consecuencias en su desarrollo físico y mental. “No sólo pierden dos horas, sino que pierden dos horas de la fase REM, la más importante por su componente emocional”, apunta el especialista en medicina del sueño, que vincula este déficit de descanso con mayor impulsividad, más agresividad, más fracaso escolar y peor salud en general. “Hay estudios que incluso demuestran que esta situación puede llevar a cometer acoso o consumir más tóxicos. Las consecuencias son muy importantes como para no intervenir. Es un problema de salud pública”, afirma.

Y las familias, ¿cómo deberían actuar? Según Albares es relevante priorizar el bienestar de los jóvenes y, por tanto, evitar, en la medida de lo posible, extraescolares que les hagan llegar muy tarde a casa. Si esto no fuera posible, ve viable una ligera siesta después de comer, siempre que no se alargue mucho rato ni se haga demasiado tarde. Otra medida prioritaria es evitar las pantallas después de cenar y generar un ambiente cálido “emocionalmente y en el espacio” para favorecer el momento de acostarse.

Más tarde, más rendimiento académico

"Cada vez hay más pruebas que demuestran que retrasar el inicio de las clases tiene un impacto positivo en el rendimiento, en la salud y en la seguridad de los estudiantes": así lo afirma la Academia Americana de Medicina del Sueño, uno de los muchos organismos de Estados Unidos que pertenecen al movimiento start school later –empezar la escuela más tarde– iniciado en la década de los noventa y que defiende unos horarios más racionales para los adolescentes que respeten los cambios en sus ritmos circadiarios. Un estudio publicado en 2018 en la revista Science Advances determinó que, posponiendo una hora el inicio de las clases en la etapa de secundaria, los adolescentes incrementaban de media 34 minutos de sueño, asistían más a clase y mejoraban el rendimiento académico con un aumento de un 4,5% de media de las calificaciones.

En nuestro país “hay un acuerdo unánime en el que es necesario retrasar el horario de las clases”, afirma Elena Sintes, investigadora en políticas públicas de tiempo y educación en la Fundación Jaume Bofill y autora del documento “L'educació a l'hora”, en el que plantea un nuevo modelo de horario para los centros escolares. Según se describe en esta propuesta, los horarios actuales no favorecen la salud de los niños y de los adolescentes y tienen costes importantes para la salud, sobre todo durante la educación secundaria: “Existe una sobrecarga lectiva intensa y dificultad de atención mental. No se ajustan a los ritmos circadiarios, no favorecen un buen descanso y obligan a comer del mediodía demasiado tarde. Todo esto afecta negativamente en el aprendizaje”.

Un reloj biológico alterado

El ritmo circadiano es similar a un reloj biológico interno que anticipa los cambios externos asociados al ciclo día-noche. Por eso, tal y como describe el neurocientífico David Bueno en un artículo publicado en el ARA , “tenemos somnolencia un rato antes de acostarse y el cuerpo empieza a activarse antes de que nos despertamos”. Sin embargo, durante la adolescencia, el ritmo circadiano se altera. Biológicamente, los chicos y chicas tienen sueño más tarde y necesitan levantarse también más tarde, algo biológico que choca con las exigencias horarias del instituto. Empiezan a las 8, pero muchos todavía van bastante dormidos.

Los factores organizativos que impiden realizar jornada intensiva cada día se analizan como el mayor impedimento para poder retrasar la hora de entrada de los adolescentes en el instituto. “Con otro tipo de organización, algo más flexible, también para los propios docentes, se podría conseguir un horario más saludable para los alumnos que mejorara las condiciones para el aprendizaje, el rendimiento académico e incluso en ámbito profesional, para los propios docentes”, describe.

Con este cambio horario, que incluiría la comida al mediodía, se evitaría también que los chicos y chicas comieran a partir de las 15 horas, lo que, según Sintes, se ha vinculado con mayores índices de diabetes y obesidad en jóvenes y adolescentes. “Desde el punto de vista de la salud, el horario de secundaria en los institutos públicos no tiene fundamento. Por eso en nuestra propuesta hemos dibujado diferentes escenarios para no tener que realizar un cambio tan radical”.

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