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El sentido de programar 'Madama Butterfly' hoy

Sonya Yoncheva y Matthew Polenzani en la ópera 'Madama Butterfly' en el Liceu.
13/12/2024
4 min
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BarcelonaEn medio de las representaciones de Madama Butterfly en el Liceo, la edición del ARA del miércoles 11 incluía el artículo ¿Tiene sentido programar 'Madama Butterfly' actualmente?, de Magda Polo, compañera-profesora en el departamento de historia del arte de la Universidad de Barcelona.

Polo plantea si la ópera no necesita nuevos contenidos. La respuesta es afirmativa y la prueba es el legado operístico de un siglo XX que, sobre todo en la Mitteleuropa de entre 1900 y 1940, optó por temáticas como la crisis del sujeto, la relación entre arte y sociedad, la crisis religiosa, etc. Músicos como Richard Strauss, Schreker, Krenek, Hindemith, Berg o Schönberg apostaron fuerte por unos libritos que superaban los viejos clichés argumentales románticos y postrománticos. Después de la Segunda Guerra Mundial, Britten, Zimmermann, Henze, Ligeti o Messiaen siguieron haciendo de la ópera una obra de arte con función social. Y más recientemente, Adams, Benjamin o la nuestra Raquel García-Tomás han abordado temáticas de candente actualidad. También el cine (desplazando la literatura) ha sido fuente de creaciones operísticas a partir de películas de Fellini, Buñuel o, hace cuatro días, Ingmar Bergman.

Quien lea estas líneas habrá observado que, a excepción de García-Tomás, se han mencionado nombres de compositores (hombres). Urge, pues, que la musicología aborde el estudio de la creación femenina en la ópera, desde Francesca Caccini hasta Kaija Saariaho, pasando por muchas voces de mujeres silenciadas pero que, en los siglos XVIII, XIX y XX, dejaron la su huella, aunque muchas de sus óperas nunca llegaron a estrenarse. Sólo así se podrá normalizar un canon necesariamente pendiente de revisión, en la línea de la teoría propuesta por Griselda Pollock.

La opción feminista, no obstante, no pasa sólo por reivindicar a las mujeres como creadoras, sino también —y sobre todo— por remarcar su centralidad en títulos como el objeto del artículo comentado. Dejémoslo claro: como Carmen (Bizet), como Desdemona (Verdi), como Judith (Bartók), Cio-Cio San es una mujer maltratada y herida. Y que muere como víctima de un maltrato que, si bien no es físico (al revés de lo que ocurre en óperas como Carmen o Otello), es moral. Y esto hace falta remarcarlo en las representaciones de nuestros días.

Es necesario también que los teatros plasmen la visión del deseo, lo que serviría —sin ir más lejos— para explicar la esencia del personaje de una Cio-Cio San revestida de una evidente feminidad en clave pucciniana: en su estudio sobre el compositor italiano, la musicóloga Alexandra Wilson señala como en su tiempo el autor de La bohème fue tildado de "afeminado" por un sector muy duro de la crítica del momento. Visto en perspectiva, y siempre según Wilson, Puccini fue un autor que supo hablar con música sobre las mujeres, con lenguaje sensible y empático con el sufrimiento de sus personajes femeninos.

Perspectivas y cancelaciones

Mayoritariamente, las óperas han sido escritas por hombres que vierten su mirada y su punto de vista, obviamente masculinos. Polo apunta que es necesario reflexionar sobre la condición de las mujeres antes de ver Madama Butterfly. Quizá la clave sea programar estas óperas con profundas revisiones y con perspectiva feminista. El artículo de Polo deja claro que no debe aplicarse la "política de la cancelación", pero la pregunta formulada en el título es tendenciosa y la conclusión ("ya no puede permitirse nunca más esta visión de la mujer") también: la cancelación no debe ser ni siquiera una hipótesis.

La revisión, en cambio, debería ser el punto de partida. Hace un mes, por ejemplo, Katie Mitchell presentaba en el Teatro Real de Madrid su escenificación del oratorio dramático Theodora, de Händel: la lectura feminista de la dramaturga británica incidía precisamente en la representación de una mujer empoderada, enfrentada al macho y que subvierte las convenciones de la mártir original. Y es precisamente de eso que hay que hablar hoy en día desde los escenarios: a través de nuevas propuestas dramatúrgicas, Carmen y Desdemona deben morir asesinadas en manos de los hombres que las desprecian, sin empatía alguna. Y el final de un montaje de El holandés errante wagneriano debe mostrar que el sacrificio de Senta es absurdo y del todo innecesario, y convertir al personaje del marinero fantasma en un malparido oportunista. Sólo así se podrá reflejar desde las interpretaciones artísticas (y una escenificación siempre es una interpretación) una lacra que hoy en día no permite sublimaciones, por mucho que la música que le acompaña esté fuera de duda, cualitativamente hablando.

Dejamos las partituras en paz y acogemos con interés y ganas de profundizar en nuestro bagaje cultural óperas que, con nuevas propuestas dramatúrgicas, pueden seguir teniendo la misma validez de siempre, aunque con códigos nuevos y con miradas que permitan una interpretación propia de los signos de los tiempos. Sólo así podremos ser críticos y autocríticos con los viejos códigos, pero dejando la obra de arte limpia de una culpa que carece. Ciertamente, y como apuntaban teóricos como Raymond Williams o Stuart Hall, la cultura ha tenido lazos con el poder. Pero esa misma cultura también tiene el poder de transformar nuestra mirada.

Jaume Radigales es profesor universitario y crítico musical
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