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Japón

Turismo sexual: la otra cara de la moneda de Japón

Los locales de entretenimiento para adultos se expanden en ciudades como Tokio, Osaka y Fukuoka, con un notable aumento de clientes foráneos

Una imagen de archivo de la zona de Kabukicho, el área tradicional de prostitución de Tokio, en una imagen de archivo.
Josep Solano
01/03/2025
4 min
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TokioJapón, un país reconocido por su milenaria cultura, sus avances tecnológicos y sus impresionantes paisajes, se ha consolidado como una de las destinos turísticos más visitados del mundo. Con más de tres millones de turistas internacionales al mes, este auge arrastra una inquietante sombra: el alarmante incremento del turismo sexual, un fenómeno completamente ajeno a la mayoría de los japoneses que podría poner en peligro gravemente la imagen del país, que ha invertido décadas en construirse como un referente de cultura, seguridad y respeto.

Según un reciente informe de la Organización Internacional por las Migraciones (OIM), el país del Sol Naciente se ha convertido en un destino popular para el turismo sexual, gracias a la percepción de seguridad del país, su infraestructura bien desarrollada y la accesibilidad a los servicios sexuales. Estas circunstancias han llevado a una proliferación de negocios fuzoku (entretenimiento para adultos) que, aunque la prostitución es técnicamente ilegal en el país desde 1957, operan de forma regular aprovechando rendijas legales. Los fuzoku ofrecen servicios sexuales de forma encubierta y se han expandido a ciudades como Tokio, Osaka y Fukuoka, con un notable aumento de clientes extranjeros.

Kabukicho, el núcleo de la oferta sexual

La zona de Kabukicho, en el centro del barrio de Shinjuku de Tokio, es una de las áreas más conocidas por su oferta sexual. Recientemente la policía ha desarticulado varias organizaciones que captaban a chicas jóvenes, a menudo atrapadas por deudas con clubes nocturnos, para prostituirlas. También se han realizado arrestos de propietarios y trabajadores de locales de masajes que ofrecían chicas jóvenes a clientes extranjeros. Estas operaciones y la incautación de moneda extranjera de más de 16 países ponen en evidencia la extensión del problema entre los turistas de fuera.

En este vecindario, la ONG Nippon Kakikomi-dera trabaja desde 2002 para ayudar a las personas atrapadas en el mundo de la prostitución. Yoshihide Tanaka, secretario de la entidad, se queja en el ARA de que su trabajo se fundamenta en donaciones privadas, ya que no reciben apoyo del gobierno ni de las autoridades locales. La organización ofrece comida gratuita y asesoramiento legal a aquellas personas –principalmente mujeres, pero también a algunos hombres– que quieren salir de la prostitución y de las redes que operan en el barrio.

Tanaka señala que muchas de las chicas que trabajan en Kabukicho provienen de familias desestructuradas que deciden huir de casa por problemas personales o económicos y ven la prostitución como una forma rápida de ganar dinero. En este contexto, otro grupo vulnerable son los Toyoko kids, jóvenes fugitivos o que buscan una comunidad para integrarse, pero todos marginados de una u otra forma. Forman un grupo que convive entre la Torre de Tokyu Kabukicho y los cines Toho –de ahí su nombre–, ya menudo trabajan en negocios de ocio nocturno y en locales clandestinos que ofrecen servicios sexuales.

La situación en Kabukicho ha cambiado con el aumento de turistas, muchos de los cuales llegan siguiendo tours sexuales organizados por residentes extranjeros. Tanaka destaca que antes sólo japoneses y locales frecuentaban el barrio, pero ahora son cada vez más los grupos de turistas que llegan a la zona, a menudo influenciados por vídeos y publicaciones de redes sociales como YouTube y TikTok. Estos visitantes no sólo desean recorrer la zona, sino que también buscan participar activamente en la experiencia sexual.

En Kabukicho muchas de las chicas que ofrecen servicios, como Tomoko y Aoi, reconocen abiertamente al ARA que prefieren trabajar con clientes extranjeros, ya que suelen pagar más y suelen ser más amables que los japoneses. Además, evitan el riesgo de caer en manos de lo que en muchos casos son policías encubiertos. Tomoko, por ejemplo, admite que el día anterior a la conversación con este periodista había ganado 130.000 yenes (unos 825 euros) en un solo servicio con un cliente, una cantidad muy superior a la que ganaría en cualquier otro trabajo convencional. El hecho de que la calle sea segura y el uso de aplicaciones de traducción para comunicarse con los extranjeros hacen que se sientan tranquilas.

Una mancha reputacional

El gobierno japonés ha reconocido la existencia de este problema, pero los activistas consideran que los esfuerzos realizados hasta ahora son insuficientes. Se han implementado algunas medidas como la creación de una línea de ayuda para las víctimas de la prostitución, así como un incremento de la colaboración con organizaciones no gubernamentales. Sin embargo, estos esfuerzos no abordan las raíces del problema y desde la sociedad civil se exige una regulación más estricta de la industria del entretenimiento para adultos.

Según Hiroshi Kato, abogado especializado en derechos humanos, "el gobierno necesita hacer más para regular la industria y proteger a las víctimas". También es esencial educar a los turistas sobre las consecuencias de este tipo de turismo y cómo contribuyen a la explotación.

El turismo sexual no sólo afecta a las víctimas directas, sino que también tiene un impacto negativo en la sociedad japonesa. Muchos residentes de Kabukicho expresan su preocupación por el deterioro de la imagen pública del país, así como por el crecimiento de la delincuencia asociada al turismo sexual. "Japón es un país seguro y acogedor, pero estas actividades están afectando a nuestra reputación –dice un residente del barrio–. Necesitamos que el gobierno tome medidas más firmes para proteger a las personas vulnerables y mantener la integridad de nuestros barrios".

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