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Geopolítica en el fondo del mar: cómo China quiere desafiar al imperio de cables submarinos americano

Uno de los cables submarinos, a su llegada a la costa
Analista de Relacions Internacionals
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En la profundidad de los océanos, una infraestructura crítica sostiene de forma silenciosa la vida moderna digital. Los cables submarinos son la espina dorsal mediante la que podemos enviar mensajes e información entre continentes: el 95% de los datos mundiales pasa por ellos. Cuando se estropean, las consecuencias pueden ser catastróficas: en marzo del 2024, varios países africanos se quedaron sin internet por un problema en un cable submarino. En los últimos meses, han aparecido cables dañados en zonas geopolíticas calientes como el mar Báltico o el estrecho de Taiwán. China desveló recientemente un aparato para cortar cables a bajas profundidades, que puede servir tanto para reparaciones como para sabotaje.

Sin embargo, el debate público sobre los cortes de cables submarinos esconde una cuestión que es aún más importante: ¿quién controla estos cables –y la información y datos que corren en su interior–? Hasta hace poco, Estados Unidos, Francia y Japón controlaban el 87% del mercado de cables submarinos. Sin embargo, China está avanzando como actor alternativo en el bloque liderado por los americanos: aunque la china HMN sólo controla un 11%, en los últimos cuatro años ha proporcionado el 18% de los cables, ofrece precios 20-30% más bajos y es la compañía del sector con mayor crecimiento mundial. Existen expectativas de que los chinos contribuyan al 45% de los cables instalados de 2023 a 2028, en un contexto de gran demanda de más cables para hacer frente al aumento de intercambio de datos por servicios digitales como las plataformas, el estríming o la IA.

China quiere crear un sistema de cables submarinos propio para protegerse de los americanos. Con las revelaciones sobre espionaje de la NSA de 2013, los chinos se pusieron en alerta al descubrir cómo los americanos habían estado utilizando su dominio de la infraestructura digital mundial –incluidos los cables submarinos– para espiar a aliados y adversarios. En uno momento de confrontación con Estados Unidos, China quiere reducir el riesgo de que Washington utilice estos cables como arma de coerción y espionaje en su contra. Estados Unidos también teme que Pekín haga lo mismo: han prohibido que cualquier cable submarino que venga de China o Hong Kong conecte con territorio estadounidense. En uno momento en el que las rivalidades y guerras se entregan en buena parte mediante datos, información e inteligencia, tener control sobre las infraestructuras digitales críticas es una protección defensiva básica. También es un arma geopolítica.

Hasta hace poco, Estados Unidos y sus aliados tenían el casi monopolio de los cables submarinos mundiales. China quiere romper ese dominio: el crecimiento más fuerte de cables chinos es regional, especialmente con el sudeste asiático. Pero también han comenzado proyectos con Oriente Medio o Europa. El sabotaje de cables submarinos es una legítima preocupación a corto plazo. A escala estructural, la cuestión esencial será si los chinos pueden desafiar a la hegemonía estadounidense a las profundidades del mar.

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