El ocaso de la burguesía ilustrada de Cadaqués
El alza brutal de precios, la saturación turística, la gentrificación y el modelo Airbnb pinchan la burbuja de las élites culturales
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Gerona"Cadaqués ya no es lo que era". Hace unos años que la afirmación corre de boca en boca, primero de forma más cauta y discreta, pero ahora ya como un grito de alerta entre las clases cultas y acomodadas que habían encontrado en el municipio un espacio de descanso, belleza y fructíferas relaciones culturales y sociales. La burguesía ilustrada que durante varias generaciones había hecho de Cadaqués su reducto paradisíaco, la época en la que "caía polvo de hada sobre nuestras cabezas", como escribe Milena Busquets en la novela También esto ocurrirá, vive un declive debido a la descontrolada subida de precios, la saturación del municipio, el modelo Airbnb de alquileres por días, la ola imparable de compradores franceses y un proceso de gentrificación que en el municipio no afecta sólo a todas las personas de bajo poder adquisitivo, sino también a las clases acomodadas. Para algunos es el signo de los tiempos y un fenómeno global que también se está dando en otras islas de belleza preservada, como Venecia.
Vicente Altaió, poeta, ensayista y agitador cultural que lleva años casando en Cadaqués, explica que las primeras familias burguesas, como la familia Pichot o la del padre de Dalí, se instalan "en un desierto con una naturaleza demiúrgica de 'una fuerza excepcional y se crea un espacio de libertad donde la cultura es esencial'. Altaió recuerda que los burgueses ilustrados de antaño (con el apoyo de una parte del pueblo, por supuesto) lograron detener la construcción de un puerto deportivo y de pesca en el municipio y de alguna manera continuar preservándolo de la destrucción en nombre del falso progreso que afectó a la mayor parte de la Costa Brava. Ahora también han levantado la voz contra el cierre del bar Boia, un local de primera línea de mar que es toda una institución en el pueblo. Se han publicado cartas y artículos en defensa del bar firmadas por nombres ilustres, pero el Boia ya no está. Y todo parece indicar que el Marítimo, junto a lo anterior, también está condenado. Son las gotas que colman el vaso para algunos cadaquesenses, que denuncian que se están perdiendo las esencias. Bruno Oro Pichot es uno de los que han alzado la voz contra el cierre del Boia, con el sentido del humor que le caracteriza: "No nos cierre el Boia por culpa de una ley [de costas] estúpida. Es donde los míos abuelos iban a hablar de arte, mis padres a fumar canutos y nosotros a beber gintónics. Necesitamos lugares emblemáticos en los que reunirnos, reír, filosofar, ligar y vivir momentos que dan sentido a nuestras vidas".
A vender el pueblo
La diagnosis de Altaió es contundente: "El Cadaqués de hoy está en peligro porque con el nuevo modelo de cultura global han visto que existía un sitio con una calidad de plusvalía muy alta y han ido a joder el negocio, a vender el pueblo , a tomarle soberbia por una belleza y un equilibrio que lleva años rompiéndose. La culpa no es de la burguesía sino de la degradación del capitalismo más estúpido, el del consumo por el consumo". Y añade: "Los micromundos antes tenían unas reglas internas, pero en un mundo global esto se ha tumbado".
Altaió reivindica la burguesía de Cadaqués "culta, ilustrada, amante de las libertades y de la relación con la naturaleza que han educado a los hijos en este equilibrio" y que nada tiene que ver con la mediocridad de otra burguesía media seducida por los objetos de consumo.
El pensador asegura que hay que tener un distanciamiento objetivo para poder ver lo que ocurre en Cadaqués, que es un reflejo de lo que ocurre en el mundo. "Lo de las industrias culturales ya se veía que acabaría mal. Las nuevas generaciones se están proletaristando. El liberalismo salvaje está creando una nueva sociedad feudal, tecnofeudal. Incluso la cultura de la sostenibilidad se ha convertido en un modelo de consumo . El alma la vende el banco", afirma Altaió.
Burguesía en retroceso o desaparecida
El pintor Jordi Pagès no es más optimista. "Desde la pandemia, la burguesía catalana ilustrada está en retroceso, desaparece. Algunos han muerto, claro, pero los hijos no han continuado o no les interesa. Muchos se están vendiendo las casas o las alquilan por Airbnb. Todo es diluye y solo nos falta que nos saquen sitios de referencia como el bar Boia", afirma. La puesta en venta de la casa de Pilar Rahola por 3,7 millones de euros es tema de conversación en el pueblo y no son pocos los que la encuadran en esta toca y fuga de cierta burguesía de Cadaqués. Lo más probable es que esta casa acabe en manos del colectivo de franceses adinerados que, por utilizar gruesas palabras, algunos dicen que se está "apoderando" del pueblo.
"Ha venido un nuevo tipo de gente de dinero, la mayoría franceses. En mi calle, Eduard Marquina, casi todo el mundo se lo ha vendido a los franceses. Ahora no conozco a nadie", lamenta Pagès. Cuando se le pregunta si no puede que le pese la nostalgia, el sentimiento de que cualquier tiempo pasado fue mejor, lo niega categóricamente: "No soy nostálgico ni catastrofista, soy realista. Los jóvenes intelectuales que podrían aportar algo no quieren venir o seguramente no pueden permitírselo".
Confluencia fértil abierta a todo el mundo
Hubo un tiempo en que Cadaqués era una confluencia fértil de intereses culturales, procedencias y esferas sociales, donde la elegancia era más una cuestión de moral que de dinero, donde los más ricos iban con alpargatas de esparto agujereadas, donde mucha gente acudía en busca de contactos y relaciones fructíferas.
"Cuando llegué estaba el núcleo duro de la Gauche Divine: escritores, poetas, diseñadores gráficos, arquitectos… Apellidos como Moix, Bofill, Tusquets, Bohigas, Regàs…", recuerda Pagès. En los años 70 y 80 ellos mantuvieron el rescoldo cultural e intelectual de un cierto Cadaqués. "En el Marítimo encontrabas gente interesante y hacías contactos y amistades. Todas estas élites culturales se mezclaban con mucha otra gente. La gracia es que todo el mundo tenía abiertas las puertas de casa y podían invitarte a cenar si eres amigo de un amigo" , explica el pintor. Cree que todavía queda algo de todo esto, pero está en claro retroceso.
Toulouse, Marsella, Montpellier y París
El galerista Richard Vanderaa tiene una visión menos oscura de Cadaqués. Hace dos años y medio que abrió una pequeñísima galería en el pueblo atraído por su ambiente cosmopolita y asegura que le va bien. No reside, pero sube todos los días desde Celrà, aunque durante la temporada baja sólo abre los sábados. Su mercado no es fácil. Recupera a artistas españoles y catalanes olvidados y se dedica a la compraventa de artistas internacionales. "Dejé Girona porque había llegado a mi techo y buscaba un sitio más cosmopolita". A Cadaqués le entran franceses, suizos, americanos, australianos, brasileños, argentinos… Reconoce que siente lamentaciones constantes porque el pueblo se ha convertido en una especie de colonia francesa. "Si sale una casa mínimamente interesante, hay colas de franceses para adquirirla", explica. Y se atreve a delimitar el origen de esta creciente comunidad francesa de Cadaqués, a unas tres horas de coche: Toulouse, Marsella, Aix-en-Provence y Montpellier. Y también añade los parisinos. "Hay algunos que esperan encontrar una vivienda y mientras tanto se gastan hasta 20.000 euros para alquilar una casa durante julio o agosto", añade.
Entre el público que compra arte todavía hay catalanes. "Yo no hablaría de burguesía sino de una élite con poder adquisitivo. Desde el mundillo de TV3, hasta médicos, abogados, dentistas. Puede haber bajado el interés entre algunos sectores sociales, pero el pueblo sigue estando de moda. Todo el mundo quiere ir a Cadaqués y pasar una temporada a lo largo del año. Es todavía uno de esos lugares a los que hay que ir".
En cuanto a las relaciones sociales, explica que los encuentros que antes se hacían en bares y restaurantes seguramente ahora se realizan en las casas particulares. "Continúa siendo un lugar bonito y exclusivo, al que cuesta llegar, con una luz extraordinaria y muy atractivo para la gente desde hace años. La servidumbre es que suben los precios". Vanderaa, sin embargo, admite una creciente masificación, un exceso de restaurantes y heladerías y un tipo de turista depredador que proviene de la extensión del modelo Airbnb, "de esos que llegan sin saber mucho nada y se quejan porque la playa no tiene arena", ironiza. Cree que debe preservarse el Cadaqués tradicional y mantener un cierto equilibrio, "lo que no quiere decir que se tenga que reservar sólo para los ricos".
De las llamas al luto
Tras el éxito espectacular de la película Casa en llamas, ambientada en una casa de Cadaqués pero rodada en otros lugares, una nueva película volverá a promocionar Cadaqués en las pantallas, pero esta vez con rodaje en el municipio: la adaptación de la novela de Milena Busquets También esto ocurrirá (traducida también al catalán con el título de También esto ocurrirá), dirigida por Maria Ripoll. La novela de Busquets, hija de la editora Esther Tusquets, retrata al Cadaqués de los paraísos perdidos de la burguesía y del luto por la pérdida de la madre, pero también es el espacio donde cicatrizar las heridas y anidar nuevas esperanzas, encarnadas en un misterioso joven que en el filme interpreta a Carlos Cuevas. Maria Ripoll dice que es una "conmovedora película sobre el duelo" en la que la protagonista, la actriz Marina Salas, "afronta las dificultades de la edad adulta con un humor liberador".
De los 'hippies' a los ricos de los 90
Milena Busquets, como hizo también Rosa Regàs, rememora en la novela la época dorada de la burguesía ilustrada y liberal de Cadaqués: "Durante mi infancia, los apartamentos se convirtieron en una especie de común hippy, ocupados por personajes heterogéneos de todo el mundo, y recuerdo irme a dormir, cada noche, escuchando la música, las risas y los gritos de aquel grupo de bellos náufragos estivales que, una vez terminado el verano, volvían a Holanda, Estados Unidos o Alemania, y que a mí me parecían lo más fascinante y exótico del mundo". Describe así el cambio generacional de estos veraneantes: "Yo me hice mayor, loshippies se hicieron viejos y los apartamentos se llenaron de la gente moderna, respetable y rica de los años noventa. Pero quienes tuvimos la suerte de poder vislumbrar por el agujero de la cerradura de nuestra infancia los últimos coletazos del espíritu de los años sesenta, la libertad sexual, la libertad a secas, las ganas de divertirse, el poder para los jóvenes , el atrevimiento, no salimos indemnes. Todos tenemos paraísos perdidos en los que nunca hemos estado”.