Educación

"De nada sirve hacer más pruebas a los alumnos si no sabemos qué hacer con los resultados"

Este curso Cataluña realizará cuatro evaluaciones generales más en la ESO que las que aplicaba hace sólo dos años

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Una de los 79.000 alumnos que estos días realiza las pruebas de competencias básicas de sexto

BarcelonaEste curso 2023-2024 un centro de secundaria catalán cualquiera realizará cuatro pruebas más de nivel a sus alumnos que las que hizo el curso 2021-2022. Más allá de que es uno de los cursos que coincide con una de las pruebas PISA que se realizan a nivel europeo cada tres años, el número de evaluaciones se ha disparado por otros dos motivos: porque el curso pasado Educación introdujo dos nuevos exámenes de comunicación oral en catalán, castellano –y aranés– y porque este curso ha doblado el número de evaluaciones de competencias básicas aplicándolas también en 4º de primaria y 2º de ESO (hasta ahora sólo se hacían en el último curso de cada etapa).

"De nada sirve que hagamos más pruebas de nivel a los alumnos si no sabemos qué hacer con los resultados", advierte el educador y filósofo Gregorio Luri, que hace tiempo que analiza los resultados de las pruebas de nivel de los estudiantes. Luri explica que con informes como los PISA se recibe "tantísima información de que al final no se acaba viendo nada" y que esto, sumado al hecho de no tener un objetivo educativo claro, hace que la utilidad de estas evaluaciones, que es necesario hacer , sea relativa. El educador pone como ejemplo de este nivel de detalle que con las pruebas PISA puede verse cómo varía el número de excelentes y suspendidos, o el nivel de los alumnos distribuido por comarcas. "En Cataluña debemos dejar de mirar si hemos ganado o perdido puntos. No tiene sentido hacerlo si no sabemos a qué aspiramos o en quien queremos reflejarnos. Sin un hito, todos estos datos no nos dicen nada", afirma el educador, que insiste en que el sistema educativo catalán debería tomar como referente territorios como el norte de Italia o Baviera, en Alemania.

El expresidente del Consejo Superior de Evaluación del Sistema Educativo, Joan Mateo, aún añade un aspecto más a considerar: "Debemos dejar de fijarnos en los resultados de hoy para mañana y mirar las tendencias de varios años; no hacer comparaciones únicamente con los últimos resultados que tenemos”. Sin embargo, tanto Luri como Mateo son claros: no se está haciendo "demasiadas pruebas" a los alumnos, ya que para poder tener una buena radiografía se deben monitorizar los resultados año tras año.

Qué se hace con los resultados?

Luri insiste en que el principal problema que tiene Cataluña con las pruebas de nivel es que los resultados no tienen una repercusión en forma de cambio en el modelo educativo ni sirven de base para diagnosticar lo que le pasa al alumno. "Cada año vemos los datos, hervimos de indignación porque sacamos un cuatro y en dos días nos olvidamos", se queja. Y continúa: "Es como si vas al médico con el brazo roto y se limita a decirte que tienes un cuatro en tu nivel de salud. Al igual que el médico debe mirar cómo curarte, nosotros debemos buscar qué ha detrás del cuatro de un alumno".

El pedagogo critica la incapacidad de reacción que se tiene ante los resultados de los informes, y pone de ejemplo la relación entre el nivel de comprensión lectora y el fracaso escolar. "A los 9 años puedes prever que un alumno fracasará a los 16 sólo por lo que entiende o no entiende cuando lee. Y, si lo sabes, puedes hacer algo para evitarlo", insiste. Pero advierte que para revertir las fracturas del sistema se necesitan buenas pruebas diagnósticas y, sobre todo, "una agencia de valoración que no tenga miedo a mostrar la realidad".

¿Qué evaluamos... y qué no?

Más allá de esto, otro motivo de preocupación para los expertos es qué evalúan –y qué no– estas pruebas. "Todo lo que no se evalúa corre el riesgo de devaluarse", alerta Mateo, quien pone en valor el funcionamiento de los informes PISA, que siempre evalúan "las competencias que son claves para desarrollar otras competencias" –como la comprensión lectora y las matemáticas–, pero que cada tres años incorpora una nueva. "En Catalunya con las competencias básicas debería hacerse lo mismo, así evitaríamos que se descuiden las materias que no se incluyen en los informes, como es el caso de la música", argumenta. Unas actualizaciones que también deben servir para adaptar las pruebas a los nuevos currículos que se han implantado en los últimos dos cursos en España. "Este paso requeriría una modificación profunda que todavía no se ha hecho", avisa el catedrático de psicología evolutiva y de la educación, Cesar Coll, quien, precisamente, ha participado en la creación de estos nuevos currículos.

En esta actualización de las pruebas Coll también plantea otro punto a considerar: "Hay que preguntarse si valoran lo que saben los alumnos o lo que se les enseña en la escuela". El catedrático advierte que si no se tiene en cuenta la realidad social del alumnado y que hoy en día ya no sólo se aprenden cosas en la escuela, corremos el riesgo de que los resultados de las pruebas de nivel no muestren con fidelidad si el funcionamiento del sistema educativo es bueno o no. "No aprende lo mismo el niño que tiene una familia que el fin de semana acude al centro comercial que lo que va al CosmoCaixa; ni lo que puede hacer extraescolares que lo que no", ejemplifica.

Competir por quedar bien

"Lo que no podemos permitir es que el miedo a no quedar bien acabe llegando a los centros", advierte Mateo, quien critica que pruebas como las PISA fomentan la competencia entre países premiando a los sistemas resultadistas por encima de su calidad. Coll también alerta de que esta dinámica hace que se corra el riesgo de enseñar sólo para cumplir con las pruebas. "Se ha comprobado que hay sitios con menos supervisión donde hay una tendencia a dejar de lado aspectos importantes del currículo que son menos medibles para centrarse en preparar las pruebas", critica. De hecho, Mateo asegura que un ejemplo lo encontramos en el caso de Polonia, que modificó su currículum escolar y casi el 70% del contenido estaba orientado a mejorar el nivel PISA del país.

Pero ese miedo a que el nivel de los alumnos quede mal a escala política no es un caso aislado en otros países. Un ejemplo de esta tesis la encontramos en que en todo el Estado la única comunidad autónoma que evalúa el nivel de sus alumnos de forma sistemática cada año es Cataluña. El resto han hecho pruebas puntuales de forma más o menos periódica, pero después de la pandemia la mayoría han optado por no hacerlas. Y ese miedo también acaba contagiándose a los centros.

De hecho, en Catalunya, aunque los resultados de cada escuela e instituto no son públicos –sólo lo reciben de forma individual las familias y de forma grupal la dirección de los centros–, Mateo reconoce que en su etapa como presidente del Consejo Superior de Evaluación del Sistema Educativo detectaron "algún centro que se pasaba semanas practicando antes de las pruebas". Aquí el expresidente es contundente: "El departamento debe sentarse con los responsables del centro y ayudarles a ver cómo mejorar. Si sobre la mesa hay una amenaza de hacer un informe negativo si los resultados no son buenos, al final pasan estas cosas".

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