El último abrazo del Raval en la Viqui
Cientos de personas desbordan la parroquia de Santa Ana para despedir a la 'monja de la calle'

Barcelona"La iglesia no da más de sí, pero estamos donde Viqui quería". Cuando Peio Sánchez, el párroco de la parroquia Santa Ana del Raval, ha pronunciado esta primera frase, en la basílica barcelonesa todavía había decenas de personas intentando encontrar un pequeño agujero en el que ubicarse. "Hoy había que estar ahí", subrayaba una mujer mayor sentada en una silla plegable. Había que estar allí para despedir, como ella quería, Viqui Molins, la monja de la calle que traspasó el 20 de febrero después de dedicar su vida a ayudar a cientos de personas en situación de vulnerabilidad.
"La ilusión de Viqui era que le despediéramos aquí porque esta es la iglesia que siempre está abierta a todo el mundo", ha insistido con orgullo el párroco, ante el espacio donde Molins impulsó el hospital de campaña que durante años ha sido refugio de los más vulnerables de la ciudad. La ola de solidaridad que lideró la monja ha hecho que una hora antes de empezar su despedida –ella prefería verlo como una oración de homenaje– todos los bancos de la pequeña iglesia del Raval estuvieran llenos. Pero la falta de espacio no ha sido un impedimento para que Barcelona diera un último abrazo al que muchos han considerado "madre, abuela y, sobre todo, amiga". "Seguro que será un momento entrañable, todos tenéis recuerdos con Viqui, pero sobre todo tenéis sus abrazos", ha dicho el cura durante una ceremonia sentida que incluso ha tenido momentos para recordar lo "trapado" que era Molins en su día a día.
En el templo se han acercado cientos de personas que la conocían, personalidades como el consejero de Justicia Ramon Espadaler, los concejales del Ayuntamiento de Barcelona Albert Batlle y Damià Calvet, los periodistas Antoni Bassas y Albert Om y la cantante Marina Rossell. Pero sobre todo han venido a decir adiós por última vez a Viqui muchas de las personas a las que había ayudado.
"Tenía la capacidad de ayudar con belleza. Una belleza que da dignidad a la hora de ayudar a los demás", ha descrito cuidadosamente una mujer entre los presentes durante el turno de oraciones espontáneas. El mensaje y la ternura se han repetido con varias fórmulas durante las casi dos horas de ceremonia: "Era imposible no reírse con ella. Quiero pedir al Señor que haya más Viquis que hagan una Iglesia más alegre y creyente", ha rogado una mujer joven.
Anna, una de las trabajadoras sociales que acompañaron a la monja en su labor solidaria durante más de dos décadas, ha recordado cómo Molins les enseñó "que los preferidos de Dios eran los excluidos de la sociedad". "Me enseñaste a escuchar con los ojos y ver cómo brilla una persona vulnerable. A ver ese brillo que sólo ve a Dios, ya ir con el amor siempre por delante", detalló mientras muchos de los presentes asentían con la cabeza.
"La manta que te abraza y te hace sentir en casa"
En la despedida más de una veintena de personas han querido pronunciar unas palabras de agradecimiento por la labor de la monja de la calle. Una de ellas ha sido Neli, en representación de las decenas de mujeres que Molins ayudó al Espai Dones de Santa Anna. "Gracias por mostrar el camino a tantas mujeres y enseñarnos que podemos llegar a donde queramos", agradeció. A Neli le ha seguido Fausia, una chica musulmana que ha recitado un fragmento del Corán desde lo alto del presbiterio para mostrar cómo Viqui "ayudaba a todo el mundo, creyera lo que creyera".
Uno de los momentos en los que más se ha reflejado la labor de Molins ha sido casi al final del homenaje. Un grupo de jóvenes que rondan la veintena han salido a explicar por qué estaban esta tarde en la parroquia. Son chicos que viven en los hogares de oportunidades que la monja impulsó para ayudar a jóvenes vulnerables para que tengan un techo y, en definitiva, un hogar. Maria, en representación de todos ellos, ha querido ofrecer una manta entre las decenas de objetos que los barceloneses han dejado como ofrenda a la mesa del centro del templo donde cada día desayunan, comen y cenan unas 400 personas que viven una situación de exclusión social.
"Queremos dejar una manta porque representa lo que Viqui fue y será siempre en nuestra vida: esa manta que te abraza y te hace sentir como en casa", ha explicado la joven. "Ella nos amaba como si fuéramos sus nietos y, lejos de casa, sus abrazos nos daban consuelo y alegría. Lo que has plantado en nosotros con el tiempo brotará: siempre te queremos", ha añadido.
El final de la despedida de Molins ha sido exactamente lo que ella quería: Marina Rossell ha entonado el Virolai, pero su voz rápidamente se ha fundido entre la de los cientos de personas que se han congregado en la iglesia de Santa Ana para dar un último abrazo a la Viqui, la monja que les dio todo.