¿Por qué sólo me interesan los deportes cuando existen Juegos Olímpicos?

El verano, el calendario concentrado y las historias personales, claves en el éxito de la competición deportiva más seguida

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Simone Biles en la final de gimnasia artística

BarcelonaPierre de Coubertin fue el primer presidente del Comité Olímpico Internacional. Rescató una tradición griega y convirtió los Juegos Olímpicos en un espectáculo de masas. En 1908, justo antes de los primeros Juegos de Londres, soltó: "Lo importante no es ganar, sino participar". Más de cien años después, la frase sigue vigente: nadie quiere perderse los Juegos Olímpicos, a pesar de que la participación de millones de personas sea desde el sofá de casa o frente a la televisión del bar. No importa si nunca miran los deportes, si no saben cómo funciona la puntuación de muchas de las disciplinas. Tienen que verse. ¿Por qué la reinvención de Coubertin ha hecho que durante quince días cada cuatro años todo el mundo esté pendiente de una competición deportiva?

El primer factor de esta fiebre olímpica es sencillo: el verano. La gente tiene menos cosas que hacer y está más relajada. "Habitualmente no sigo los deportes porque no tengo tiempo", explican en el ARA Sara (23) y Pablo (52). Además, si quieres ver competiciones que no son de seguimiento masivo, es bastante complicado saber cuándo son y dónde se retransmiten. Sin embargo, los Juegos son de fácil acceso y mayoritariamente gratuito, y sólo se celebran cada cuatro años. Esta ruptura accesible de lo cotidiano les convierte en un gran acontecimiento de implicación mundial.

Martí Perarnau, periodista y exatleta que participó en los Juegos Olímpicos de Moscú en 1980, realza la importancia del calendario: "Si se hicieran cada año, no se mantendría el interés social y mediático que tienen ahora. habrá muchas personas que han seguido un deporte durante los Juegos pero que después no mirarán al mundial de esta modalidad, en la que aparecerán los mismos atletas". Júlia (30) argumenta que su motivo principal para interesarse por este torneo antes que por otros es justamente esta variedad concentrada, los 32 deportes que forman parte.

Martí Perarnau posando para el ARA.

Perarnau destaca el producto bien cuidado que hay detrás de esta competición cuatrienal: "El atractivo especial de los Juegos quizá sea el legado más importante que se ha sabido mantener en cada edición. Este atractivo es una mezcla de mística, simbolismo, iconicidad y buenos escenarios, tanto estéticamente como competitivamente". En los Juegos de París, la rompedora ceremonia inaugural en el río Sena fue una demostración de que inmediatamente se convirtió en icónica. Cada cuatro años, los símbolos se reconocen al instante: el pebetero, el fuego, las medallas. Incluso los diseños que se crean para representar a todas las modalidades deportivas forman parte del imaginario colectivo.

"Los Juegos nunca han sido algo neutro y limpio"

José Mansilla, antropólogo, liga este producto y su publicidad a la preservación de lo que supuestamente simboliza el espíritu olímpico. "Los Juegos son la última conexión que tenemos con una serie de valores propios de la modernidad y la Ilustración, ideales que se alejan del capitalismo más individualista: el progreso, el avance conjunto, construir un mundo mejor", dice. Destaca que, aunque se trata de una competición, cada cuatro años, durante unos días, parece que se convenga una tregua en todo el mundo. Una tregua que no es real: "Aún no nos ha caído la careta de lo que significan los Juegos desde el punto de vista capitalista. Mucha gente todavía se deja llevar por este romanticismo, aunque los Juegos nunca han sido algo neutro y limpia".

Perarnau añade que hace años que el deporte es un asunto totalmente profesional, pero la organización de este torneo ha sabido mantener la apariencia y poner el foco en la medalla por delante del dinero que hay detrás. Pablo es consciente de esta realidad, pero confiesa que disfruta los Juegos de una manera ingenua y utópica: "Quiero pensar que todavía hay un espíritu olímpico en el que se juntan una gran cantidad de países en un contexto pacífico. Me parece lo contrario de los conflictos bélicos que están tan presentes ahora y siempre. Es uno de los pocos escenarios en los que las banderas no representan lo que suelen representar”.

Jan (22), seguidor de los Juegos pero no de otros eventos deportivos, no apoya a ningún participante en concreto. Se alegra cuando Katie Ledecky lo gana todo en natación o cuando Simone Biles lo hace en gimnasia. "Me emociona ver que el atleta ha hecho realidad su sueño, que sube al podio después de cuatro años de sacrificio y preparación para ese momento", comenta. Uno de los factores clave para entender el éxito generalizado de los Juegos Olímpicos es la conexión de la población con sus protagonistas. Las historias de superación como la lucha de Simone Biles por la salud mental o la de cualquier deportista por estar entre los mejores del mundo nos hacen establecer un vínculo.

Los Juegos Olímpicos como reflejo de la sociedad

"Aunque no te guste el bádminton, la lesión de la andaluza Carolina Marín a las puertas de la final te afecta. Esto puede crear una afinidad que está relacionada con un elemento personal tuyo, si bien es algo momentáneo", describe Mansilla. El antropólogo también considera que la juventud de los atletas juega un papel relevante porque provoca cierta ternura. Cuando sigue las competiciones olímpicas, Pablo mira algunos deportes que practicaba de joven: "Me hace reconectar con tiempos pasados ​​y disfruto mucho".

Los Juegos Olímpicos también son un escenario en el que se reflejan algunas de las luchas, los avances y los conflictos de la sociedad. La edición de París es la primera con una paridad absoluta entre atletas masculinos y femeninos: participan 5.250 mujeres y 5.250 hombres. Por otra parte, se están viviendo diversas polémicas por cuestiones de género y transfobia, como las críticas que recibió la boxeadora argelina Imane Khelif. Sara, otra seguidora de los Juegos pero no de otras competiciones, también enfatiza la importancia de la presencia de nacionalidades habitualmente menos representadas. "Me interesa que se presenten países de los que no oyes hablar muy a menudo y que aparezcan personas talentosas de estos países. Generalmente, en los medios siempre se nos muestran personas europeas o estadounidenses en estos contextos", valora.

Por último, la competición olímpica es una excusa para encontrarse. Desde Londres 2012, Jan ha visto todas las ediciones con su familia. A Pablo le gusta compartirlo con su hija: "Con ella vi el salto de Armand Duplantis. Fue un rato muy divertido, observando juntos ese mojón, con todo el estadio pendiente sólo de esa única prueba". "Los Juegos son un tema de conversación", concluye Mansilla. En medio de la inercia momentánea del verano, la competición, los momentos de compañerismo, la polémica y las historias de superación y sacrificio nos ofrecen un vínculo. Ciertamente, el barón de Coubertin sabía que estas emociones nos atraparían a todos ya todas más allá de la estricta práctica deportiva.

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